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De norte a sur
Las mujeres estamos en riesgo permanente en donde nos encontremos, porque la violencia feminicida no da tregua. Lo mismo pasa en el espacio público que en el privado. En ambos arrebatan nuestras vidas, pero también vulneran nuestros derechos y libertades. Todos los días son asesinadas de manera cruenta diez mujeres; sesenta y cinco son violadas; y ochocientas siete violentadas en sus casas. La danza de los datos se mantiene casi intocable desde hace muchos años, y las autoridades siguen sin capacidad de articularse para hacerle frente al horror que puede alcanzar a cualquier niña o mujer en este país.
Para terminar con esta violencia los esfuerzos son disgregados, uno que otro gobierno, fiscalía o jueza se mantiene firme en terminar con este problema; mientras tanto, las mujeres seguimos siendo amenazadas de muerte en una guerra que NO emplazamos.
Situación que se agrava al sabernos que como mujeres estamos regidas por la ley del mercado. Nuestros cuerpos están cotizados por la delincuencia organizada en el gran negocio de la Trata normalizada por diversos gobiernos, quienes, si no son cómplices, sí son omisos y por tanto corresponsables.
¿Quién levanta la voz en este país cuando nos están despojando de nuestra humanidad para convertirnos en mercancías sexuales, en cuerpos que se sacrifican para sellar pactos entre delincuencia organizada o simplemente por ser tratadas como seres inferiores que merecen ser violentadas o asesinadas por no cumplir el “mandato femenino”?.
En esa liturgia machista nuestros cuerpos y vidas no nos pertenecen. Nuestra capacidad reproductiva fue y sigue siendo el pretexto eterno. Primero se trataba de confinarnos en nuestras casas dedicándonos a la maternidad, crianza, las labores domésticas y de cuidados. Un verdadero despojo de nuestro tiempo y proyectos elegidos para nuestras vidas.
Ahora se castiga a las mujeres que renuncian o no eligen la maternidad como destino de vida, por no hacernos cargo de la casa, los cuidados o no someternos a la voluntad de un hombre machista que rinde tributo a su masculinidad a través de la violencia.
Y qué dicen las fiscalías frente a esa fila larga de mujeres lastimadas que van a denunciar: ¿Cómo iba vestida?, no hay lesiones graves, usted qué hizo para hacerlo enojar o simplemente desestimar a la víctima. Me da rabia sólo imaginar el dolor de esas mujeres y la vulnerabilidad con la que deciden irse con sus golpes, con sus vidas fracturadas para después convertirse en cifra del feminicidio.
La marcha del 25 de noviembre donde se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres debería ser un día de luto nacional, por las muertes, por las violaciones, por la violencia que vivimos las mujeres en el país, en nuestros estados, comunidades, en los espacios públicos, universitarios, laborales y nuestras casas.
Las madres víctimas indirectas de violencia feminicida cuyas hijas murieron en manos de un hombre seguramente conocido, marcharon en un gran contingente el 25 de noviembre con un profundo dolor por su pérdida. Ellas siguen exigiendo justicia y pasan días, meses, años habitando los ministerios públicos. Nada las detiene para buscar a sus hijas desaparecidas o para exigir una justicia sabiendo que ya no serán las mismas y el dolor quedará marcado en sus vidas. Mujeres que también son despojadas para siempre de sus propias vidas junto con sus familias.
No puedo más que exigir en este día de luto que las autoridades de los tres niveles de gobierno, fiscalías y jueces les pidan perdón por la violencia institucional a todas las víctimas de violencia Feminicida, por negarles el acceso a la justicia y lo más importante el derecho a una vida libre de violencia.
25N debe ser motivo suficiente para impulsar una política de Estado cuyo propósito sea erradicar la violencia. Alistando todos los recursos que sean necesarios para garantizar la integridad y las vidas de las niñas y las mujeres en este país.
Queremos justicia para las víctimas directas o indirectas de la violencia de género, pero también queremos una sociedad que entienda que las mujeres somos sujetas de derechos y que nuestra vida y decisiones sobre cómo queremos vivir nos pertenece. Ésta sigue siendo, asignatura pendiente.