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CIUDAD DE MÉXICO, 19 de septiembre de 2018.- «Yo no me siento héroe, no busco ningún título», son las palabras de don Oscar Vázquez, quien con 60 años a cuesta es uno de los seis veteranos que siguen activos de los que iniciaron aquel grupo de brigadistas a los que llamaron Topos y nació entre los escombros del edificio Nuevo León, en la conocida unidad habitacional Tlatelolco, el cual colapsó durante el terremoto de 8.1 grados que sacudió la capital del país el 19 de septiembre de 1985.
Impecable con su uniforme rojo y casco, de figura delgada, cabello cano y las huellas del tiempo en la piel, don Oscar está presente en la misa que recuerda a las 472 víctimas fatales reconocidas oficialmente en el edifico Nuevo León; ahí escucha la homilía, ve rostros de sobrevivientes y familiares de muertos que seguramente él recuperó, y hoy están en el mismo sitio donde hace 33 años la fatalidad los hizo encontrarse.
Don Oscar recuerda que tenía 27 años cuando, junto con su hermano, salieron a las calles a ayudar minutos después del terremoto, donde, sin conocerse y sin ningún tipo de entrenamiento en rescates, unos y otros se unieron para ayudar a los que estaban en desgracia.
Empezaron en el Hospital General y siguieron su noble labor en Tlatelolco, donde nacieron los Topos, llamados así pues al carecer de herramientas, utilizaron sus propias manos para cavar entre los escombros y rescatar a vivos y recuperar muertos.
«Aquí nacimos como brigadistas, habemos seis de los veteranos que iniciamos este grupo, no nos conocíamos ninguno, unos veníamos del Centro, otros de Iztapalapa, otros de la Obrera, de Portales. Todo inició por el ánimo de ayudar, ninguno teníamos ninguna preparación en cuanto a rescate, yo creo que nunca pensamos en ser rescatistas», sostuvo.
Con el ánimo y orgullo en el rostro, recuerda las arduas horas de labor, que iniciaron el 19 y madrugada del 20 de septiembre en el Hospital General y continuaron a partir del mismo 20 en el Nuevo León, sin embargo, con tristeza, señala que solo sacó cadáveres, pero no personas con vida, y deja en claro que nunca los contaron, pues ese no era el afán.
«En lo personal no contaba, rescatamos muertos, creo que no rescaté vivos, puro cadáver, pero no los conté. Creo que nadie venía con el afán de ser famoso, de ser reconocido como un héroe; ese título que nos dio el Presidente de la República en su momento, Miguel de la Madrid, fue un reconocimiento político más que nada, no creo en eso, que la gente decida si soy o no soy (héroe), soy héroe de mi hijo porque lo rescaté de sus travesuras, con mi hijo me siento héroe, pero por lo demás no, no soy héroe, no busco ningún título», enfatizó.
Reconoció que la preparación que ha recibido como rescatistas, ha sido por medio de los cursos que les dan sus mismos compañeros que tienen la oportunidad de viajar al extranjero y prepararse; así don Oscar ha podido ayudar en desastres como el terremoto en San Salvador, o desastres en Manzanillo, incluso, antes del 85, en las explosiones de San Juanico, ocurridas en noviembre de 1984.
También le ha tocado estar del otro lado, en el sismo del 19 de septiembre de 2017, don Oscar se encontraba enfermo y no pudo estar en las labores de rescate, pero además, la zona de Tláhuac, donde vive, resultó muy afectada, por lo que estuvo como damnificado durmiendo en la calle.
Sobre la actitud y preparación de la ciudadanía ante este tipo de eventos, comparado con 1985, señaló que se ha avanzado pero poco, «creo que hemos tomado un poquito más de conciencia, en el 85 no teníamos conciencia de esto, a pesar de que habíamos vivido terremotos como el del 57, no teníamos una preparación como tal».
Orgullo y preocupación, su hijo sigue sus pasos
Los pasos de don Oscar dejan huella, la cual sigue su joven hijo Omar Vázquez, quien a sus escasos 18 años lleva poco más de uno como rescatista y afirma estar muy orgulloso de su padre pues sabe lo que representa para el país lo que, él y otros voluntarios más, hicieron en el 85, «siento un gran orgullo de ver a mi papá, representa de alguna manera a México y es la cara de un acontecimiento tan importante para el país».
Sin embargo, el orgullo que don Oscar siente por Omar no deja de lado la preocupación que le causa el constante peligro al que se enfrenta buscando el bien de otros, y con un breve suspiro y una mirada temerosa, asegura, «me preocupa, pero yo no puedo decidir por él, él toma sus decisiones, que siga en esto, nada más que no me deje la escuela», acepta resignado.
En tanto, el joven Omar Vázquez refirió que la experiencia del sismo del año pasado y lo que sabía de 1985, fue como una película que le fue contada y que se volvió realidad, y a pesar de la tragedia, la destrucción pérdidas humanas fue mucho menos que hace 33 años.
Para Omar el ejemplo de su padre, entre otras cosas, fue lo que lo impulsó a ser rescatista y aseguró que seguirá en esto por muchos años, pero siempre preparándose.
Historias como estas, son las que también se gestan en medio de la tragedia, la desgracia y que surgen de entre los escombros como una luz de esperanza cuando todo está en tinieblas.