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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de abril de 2025.- La enfermedad de Parkinson es la segunda de tipo neurodegenerativa más frecuente en el mundo, solo después del mal de Alzheimer; se estima que más de 10 millones de personas viven actualmente con ella, según la organización estadounidense Parkinson’s Foundation.
Cuando ocurre, las células cerebrales que producen dopamina (llamadas neuronas dopaminérgicas) degeneran y gradualmente mueren, en un proceso progresivo e irreversible, explica el profesor del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM, Aurelio Campos Romo.
A propósito del Día Mundial del Parkinson, que se conmemora el 11 de abril en honor al natalicio de su descubridor, el neurólogo británico James Parkinson quien en 1817 lo llamó “parálisis agitante”, la Organización Mundial de la Salud señala que daña a una de cada 100 personas mayores de 60 años, y se estima que para 2030 habrá 12 millones de pacientes con esta afección.
La prevalencia se ha duplicado en los últimos 25 años. Proyecciones mundiales en 2019 indicaron que aumentó 81 por ciento a partir del año 2000 y causó 329 mil fallecimientos hace seis años.
De acuerdo con Campos Romo, los estudios recientes para enfrentar la enfermedad de Parkinson se dirigen a evitar su progresión. “Hay varias aproximaciones que explora la comunidad científica, como en las formas genéticas de la enfermedad, que abonan a entender la fisiopatología, es decir, qué causa este padecimiento” comenta.
También, subraya, se analiza la alfa-sinucleína, una proteína neuronal que se acumula anormalmente en el cerebro cuando hay esa afección. “Hay que tratar de detenerla, saber por qué se acumula”.
Investigaciones sobre la neuroinflamación y acerca de cambios en el metabolismo también se realizan para anticiparse a la progresión, además de que hay hallazgos en neuroimagen y resonancia magnética para identificar en etapas tempranas la disminución de neuronas dopaminérgicas.
En tanto, el grupo de Campos Romo e Iván Velasco (investigador del Instituto de Fisiología Celular) participó por parte de la Universidad Nacional en un estudio que trasplantó células dopaminérgicas en monos, en búsqueda de una terapia de reemplazo.
Como no podemos evitar todavía que se mueran las neuronas, el objetivo es poner nuevas. No es una idea original, se tiene décadas trabajando en diversas partes del mundo. En nuestro estudio, elaborado el año pasado y donde colaboró un equipo español y colegas del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, usamos células madre troncales embrionarias y las diferenciamos a neuronas dopaminérgicas. Luego las trasplantamos al cerebro de un modelo animal, en este caso el mono, para tratar de restablecer la conectividad, abunda.
Aunque tuvieron algunos resultados positivos tienen que revisar asuntos éticos y legales, pues en México no está legalizado como ocurre en España.
Actualmente, los universitarios se concentran en mejorar las técnicas de diferenciación celular para garantizar que obtengan solamente células dopaminérgicas, y no otras que pueden producir tumores.
Sintomatología motora
Campos Romo, médico cirujano y doctor en Ciencias Biomédicas, manifiesta: aunque el síntoma más conocido son los temblores involuntarios, también son relevantes la rigidez y la bradicinesia o lentitud en los movimientos voluntarios, la cual ocasiona dificultad para iniciar un desplazamiento, que a veces está acompañada de pérdida de equilibrio.
Le llamamos triada de sintomatología motora porque juntas dificultan que el paciente se mueva. Generalmente es en esta etapa cuando se conforma el diagnóstico, idealmente por un neurólogo. Pero antes la persona enferma puede tener alteraciones del sueño y del olfato, dolor, deterioro cognitivo, depresión y ansiedad, síntomas que complican la detección temprana, pues también suceden en otras enfermedades, asevera.
El especialista comenta que se asocia con el envejecimiento, pero no es exclusivo de esa etapa de vida. En menores de 40 años es poco frecuente, y la incidencia comienza a aumentar con la edad. De 50 a 60 años tenemos anualmente cerca de 40 por ciento de enfermos por cada 100 mil personas, pero después de los 70 afecta a aproximadamente mil personas por cada 100 mil habitantes.
Tratamiento
La irreversible progresión es lenta, y para que se presenten los síntomas se debe perder, en la sustancia negra del cerebro, de 70 a 80 por ciento de las neuronas dopaminérgicas, enfatiza el académico.
“Esto significa que hay una muerte muy importante de neuronas antes de que haya sintomatología. Cuando esto ocurre todavía nos quedan entre 20 y 30 por ciento de neuronas dopaminérgicas vivas, que son a las que se dirige el tratamiento”, detalla.
Como la dopamina se oxida y es un neurotransmisor que no se puede aplicar directamente en el cerebro para ayudar a controlar el movimiento, aprendizaje, memoria y estado de ánimo, generalmente se administra un tratamiento farmacológico basado en un precursor de la dopamina llamado levodopa.
Atraviesa la barrera hematoencefálica entre la sangre y el cerebro, ingresa a las células restantes y empieza a producir más dopamina. Con esto se restituye por completo la conectividad con ese órgano, con un resultado espectacular. Al estar bajo su efecto se sienten mejor, informa.
El problema es que tiene una ventana de cinco a 10 años de efectos favorables, pero como las neuronas dopaminérgicas siguen paulatinamente muriendo, la levodopa ya no tiene dónde seguir produciendo dopamina, concluye.