
Libros de ayer y hoy
Maestros, profesores, gurús, enseñantes, líderes…, interesante reflexionar sobre canales habidos para cada humano, hasta llegar a una determinada evolución vital, con todo su ramaje de conocimientos, sentimientos, intuiciones, convicciones, creencias…, también ignorancias, odios, oscuridades, fanatismos, vacíos…
Pienso que cada persona tiene sus rutas propias, intransferibles…, en su peregrinaje terrenal; cuento algo de las mías, que no tienen especial relevancia para la Humanidad, porque al final extraigo algunas conclusiones que podrían ser sugerentes, para algunos viandantes.
Bachillerato con Jesuitas, academia preparando ingreso en Ingenieros Navales, estudios de carrera y luego numerosas incursiones, por libre, para intentar “saber algo”; ¿que hago yo en esta diminuta, escalas cósmicas, esfera móvil, punto indetectable de la Vía Láctea, en la que me han instalado, rumbos resultantes extraños, incomprensibles, orígenes brumosos…, estancia corta?, estas últimas “investigaciones” sin especial orden y mucho menos concierto, un estilo que encaja con mis estructuras neuronales aparecidas, heredadas…
Bien. No recuerdo ningún profesor que me hubiera dejado huella, durante mi estancia por recintos jesuíticos, aprendí cosas elementales, nada especialmente atractivo. Formación religiosa obligatoria y traumas clásicos de represión moral, que estaban establecidos – normas estrictas, castigos severos, incluido un infierno que parecía poco confortable… – en la época en que Franco marcaba los rumbos del país, con frecuencia “bajo palio”.
Mi preparación para ingresar en la Escuela de Ingenieros – en aquellos tiempos una especie de dura oposición – número muy corto de admisiones, me resultó especialmente útil, descubrí placer por los planteamientos matemáticos, fue un hito en mi vida, que conservé siempre…, conceptos abstractos que me sonaban, cuando lograba descifrarlos, a una especie de armonía profunda, fascinante…, algo así como sinfonía divina, compuesta por un Dios que en aquella fase de marcha vital, tenía arrinconado, vagamente reconocible…
Bueno, aquí tropecé con el único maestro que se cruzó en mi vida, aun con las reservas que señalo al final de esta reconstrucción. Don Luís Méndez de Vigo era un personaje absolutamente singular, Ingeniero Naval, nos daba clase en la academia Gil Coca, la clásica en la preparación de Navales; no era un profesor brillante, era mucho mas que eso, un ser humano de categoría, para mi, impresionante; madridista acérrimo, los lunes, cuando perdía su equipo, llegaba al aula particularmente serio, casi temible, impartía la clase con un cabreo latente, indisimulable, fumaba – en aquella época se podía hacer en clase – con furia…, lo recuerdo perfectamente.
Cuando llegaban los exámenes de ingreso, la hora de la verdad, se volcaba en animarnos de una forma que jamás volví a encontrar en el mundo docente; había una calidad y calidez humana en Don Luís, incomparable, inolvidable…
Luego, ya ingresado en la Escuela, durante toda la carrera tuve un profesor extraordinario. Uno de esos seres humanos nacido para enseñar; José María Sáenz de Benito, Ingeniero de Caminos, casado con una hija del jefe de una saga de ingenieros navales, Don Carlos Godino, nos daba clase de Resistencia de Materiales.
Todo parecía fácil con Don José María; nunca dominé tanto una teoría como la que nos impartía este personaje. Nos ponía ejercicios para hacer en casa, en realidad, el resto de asignaturas de la carrera – he de confesarlo ahora, por si alguien tiene la ocurrencia de encargarme un Superpetrolero – las fui aprobando con conocimientos justos, necesarios…, sin excesos.
Recuerdo un problema que Don José María Sáenz de Benito nos mandó hacer en casa, una cuestión muy fácil, elemental, para el nivel de conocimientos que nuestro profesor nos había enseñado; al día siguiente empezó su clase “Bueno, ayer les pedí que hicieran un ejercicio, pues bien, la solución, que Vds. Seguramente han encontrado en menos de una hora, fue premiada en Paris por el gobierno francés, como un brillante descubrimiento de los científicos de aquellos tiempos, para que vean – concluyó D. José María – por que clase de tonterías premian a los estudiosos por esos mundos de Dios…”
Ya lanzado a la actividad laboral, encontré alternativas intelectuales interesantes, leyendo libros, a veces ojeándolos con cierta concentración, me empapé de planteamientos nuevos, adquiriendo y reforzando una intuición científica, sin profundizar en intrincadas formulaciones…, un periodo de clara inmersión, sin ningún maestro o profesor disponible…
También han sido importantes para mi evolución vital, intelectual, encuentros y debates con amigos, viejos y recientes; ocasión de aprendizajes múltiples, temas interesantes, ángulos inéditos…, me resultan particularmente valiosos; en estos escenarios he encontrado un nivel alto, inteligencia y valores, algo que apenas aparece en esta Sociedad Civil Española, cansada, aburrida, arruinada…, nubes de tópicos infumables, ambiente gris, corto, sin chispas, es decir irrespirable…
Ningún maestro por estas incursiones, o muchos…, quien sabe.
Maestros. Pensándolo bien, no existen maestros propiamente dichos, hay profesores, algunos, poco frecuentes, como Don José María Sáenz de Benito, muy válidos, pero Maestros, maestros, del estilo de Don Luís Méndez de Vigo, están, pienso, casi desaparecidos de los escenarios…
Lo que hay son situaciones que facilitan, propician, conocimientos, experiencias, es decir generan magisterios importantes, trascendentes para las trayectorias humanas; los llamados maestros son factores instrumentales en estos procesos, que surgen ocasional, habitual, intermitentemente…
Cada humano genera sus esencias vitales, después de montones de recorridos, millares de encuentros, multitud de circunstancias, ocasiones…, cada cosa deja huella y luego esos sucesos son asimilados e incorporados a nuestra peculiar maquinaria existencial, confeccionándose así la personalidad y estilo de cada cual…
Se supone, un tópico más, que la figura del maestro es una referencia importante en nuestras trayectorias humanas, en realidad lo que son clave en nuestras vidas son determinadas secuencias que aparecen en nuestras andaduras, en ciertos casos intervienen en estas marchas, personajes peculiares, los llamamos maestros, los cuales a su vez tendrán sus propios faros de referencia y ayuda para sus personales laberintos…, una cadena sin extremos claros.
No, no hay maestros, solo compañeros de ruta, diferentes niveles dentro de la gran escalera…; quizás allá, mas allá, en el trasfondo de la realidad, podamos intuir la figura del Maestro…, pero esa es otra historia.
QMX/cgr