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En su último mensaje a la nación en cadena nacional, Calderón Hinojosa reconoció que cometió errores en la lucha contra la delincuencia: “quizás lo más difícil ha sido el combate a la criminalidad, van a pasar muchos años antes de ver los frutos de este esfuerzo. He sido criticado, algunas veces de manera justa, otras no, pero decidimos enfrentar al crimen y México empezó un largo camino a una vida plena de libertad y seguridad.
Hemos restablecido el crecimiento de la fuerza del Estado y la debilidad de la delincuencia. Hemos cometido errores y omisiones, pero ya se avanzó en lo más importante, fortalecer a las instituciones federales y mayor seguridad”.
El presidente se dirigió a la nación desde el patrio central del Palacio Nacional, a donde acudieron integrantes del gabinete legal y ampliado, gobernadores, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, legisladores, representantes de órganos autónomos y de la sociedad civil, así como su esposa Margarita Zavala y sus hijos.
En este contexto, pidió al próximo gobierno: “el Estado debe seguir trabajando para que no haya policías sin evaluar y se debe hacer un esfuerzo de mayor depuración de las policías, debe haber voluntad política para retirar a los malos elementos”.
Destacó como principales retos de su sucesor, blindar las instituciones policías contra la delincuencia, garantizar la protección de los periodistas y otras personas en riesgo, ampliar las oportunidades que alejen a la población de las bandas delictivas, así como establecer los acuerdos internacionales para una lucha coordinada contra las bandas delictivas.
También urgió al Congreso a aprobar las reformas necesarias para el combate al crimen organizado, en especial para detener el lavado de dinero, así como la referente a la profesionalización de las policías federal, estatales y municipales.
Antes, Calderón descargó a su gobierno de toda culpa de la escalada de violencia, al sostener que esta derivó, en principio, de la lucha entre los cárteles de las drogas por las plazas, ya que México pasó de ser un país de paso a uno de consumo.
Una pieza clave en la escalada de violencia, enfatizó, ha sido la infiltración del hampa en las instituciones policíacas, esto derivado de márgenes de tolerancia que se establecieron en gobiernos anteriores y al final acabaron en corrupción.
Esa corrupción, abundó, dio pauta a la impunidad “donde el delincuente percibió que no sería castigado y la sociedad sabía que no iba a tener defensa”, en esta coyuntura las bandas de narcotraficantes se diversificaron a otros delitos, como robo, “venta de seguridad”, prostitución y secuestro.
El primer mandatario refirió también que otro detonante de la violencia fue la determinación de Estados Unidos, en 2004, de eliminar la ley que prohibía la venta de armas de asalto, de alto poder, por lo que ahora los delincuentes tienen acceso a las mismas para enfrentar a otras bandas delictivas o a las autoridades del Estado.
Fue en ese marco que se dio la evolución de la delincuencia y la involución de las instituciones infiltradas por la delincuencia, enfatizó Calderón, quien señaló que por ello se determinó la entrada de las Fuerzas Armadas, así como a la Procuraduría General y Policía Federal, a la lucha anticrimen.
Reconoció la labor de las instituciones de seguridad, porque dijo, han devuelto la tranquilidad a diversas comunidades, incluidas aquellas de mayor peligrosidad, y puso como ejemplo Villas de Salvárcar, ubicada en Ciudad Juárez, considerada antes las urbes más peligrosa del mundo.
En este contexto, sostuvo que el Ejército y la Marina tienen el respaldo y cariño de la población y por ello su reconocimiento como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas por la actuación de soldados y marinos, quienes han trabajado con valentía y respeto irrestricto a los derechos humanos.
Sin embargo, admitió que algunos de sus elementos han incurrido en excesos, pero eso no afecta la imagen y acción de las instituciones.
Al proseguir con el recuento de sus logros, se refirió a la construcción de la Plataforma México que permitió, a través de la inteligencia policíaca, la detención de 27 de los 32 más importantes capos.
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