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CIUDAD DEL VATICANO, 12 de mayo (Quadratín México).- El papa Francisco eligió a dos monjas sudamericanas la colombiana Laura Montoya y Upegui (1874-1949) y la mexicana Guadalupe García Zavala, conocida como madre Lupita (1878-1963), y a 800 mártires italianos asesinados en 1480 a manos de los otomanos, como los primeros santos de su pontificado.
En su alocución dirigida a la monja mexicana, el Papa Francisco invocó hoy solidaridad y convivencia pacífica para México al encomendar a esa “noble nación” a la nueva santa María Guadalupe García Zavala, la “madre Lupita”, religiosa tapatía que este domingo fue elevada a los altares.
Durante el rezo del “Regina Coeli” (Reina del cielo), la oración mariana que presidió ante más de 60 mil personas en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el líder católico se refirió a los santos que canonizó este día, incluidos 800 mártires italianos y una monja colombiana.
“En las manos de santa Guadalupe García Zavala ponemos a todos los pobres, los enfermos y a cuantos los asisten, y encomendamos a su intercesión a la noble Nación mexicana, para que desterrada toda violencia e inseguridad, avance cada vez más por el camino de la solidaridad y la convivencia fraterna”, dijo en español.
Por otro lado, invocó la intercesión de la madre Laura Montoya y Upegui para que Dios conceda “un nuevo impulso misionero y evangelizador” a la Iglesia colombiana.
“Inspirados en el ejemplo de concordia y reconciliación de esta nueva santa, los amados hijos de Colombia continúen trabajando por la paz y el justo desarrollo de su patria”, agregó.
Finalmente, sobre ”los mártires de Otranto” pidió que ”ayuden al pueblo, ayuden al querido pueblo italiano a mirar con esperanza el futuro, confiando en la cercanía de Dios que no abandona jamás, incluso en los momentos difíciles”, ponderó.
Al finalizar la bendición, Bergoglio saludó a las delegaciones oficiales presentes, entre ellas la mexicana, compuesta por unas 14 personas y encabezada por Roberto Herrera Mena, director general adjunto para los Asuntos Religiosos de la Presidencia de la República.
Representando a Colombia estuvo el presidente Juan Manuel Santos Calderón con 20 personas y a Italia la ministra de Justicia, Ana María Cancellieri
Más de 400 fieles católicos mexicanos celebraron junto a unos 70 mil fieles la elevación a los altares como santa de su compatriota, la religiosa María Guadalupe García Zavala.
Decenas de religiosas de la Congregación de las Siervas de Santa María Margarita y de los Pobres, enfundados en blanquísimos hábitos llegaron desde muy temprano a la Plaza de San Pedro y ocuparon los primeros lugares, portando numerosas banderas de México.
Junto a ellos estuvieron presentes decenas de fieles venidos no sólo del Estado de Jalisco, del cual es oriunda la madre Lupita, sino también de Sonora, Zacatecas, Baja California Norte e incluso otros países, como Perú e Italia.
El cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara, aseguró que el reconocimiento de García Zavala (1878-1963) como santa no es una reivindicación feminista sino el reconocimiento a una mexicana especial.
“Las mujeres suelen ser más religiosas, más santas y más honestas que los hombres, pero en México se dio una persecución y entonces se dieron muchos santos mártires, a las mujeres no las martirizaron”, dijo.
“Se trata de una mujer que fue muy santa, la conocí personalmente, ella me dio de comer cuando estaba en el seminario, llena de caridad, fuerte en las persecuciones tanto de afuera como de adentro, pero muy valiente, incluso durante la persecución religiosa”, agregó.
Por su parte la superiora de la congregación fundada por la madre Lupita, la religiosa Blasa Aguilera, destacó que la santa vivo una espiritualidad marcada por el sacrificio y la entrega.
Sostuvo que ella inculcó en todas sus hijas espirituales la constancia hasta la muerte, la vivencia del amor a la cruz y a la eucaristía, pero con una entrega alegre.
Además destacó su vivencia de las virtudes en forma sencilla, ya que ella no fue una persona con dones extraordinarios, no se flagelaba o cosas por el estilo, sino que la suya fue una vivencia cristiana simple pero con una fe grande.
“Le tocó una época muy difícil, el tiempo de la revolución y tuvo que buscar estrategias para salir adelante, con la gracia de Dios lo logró. Su enseñanza es la de vivir nuestra fe en una forma sencilla y alegre, para seguir el camino que Jesús nos marca como ella lo hizo”, precisó.
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