Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 20 de abril de 2019.- Rememorar la vida del máximo comediante mexicano, Mario Moreno Cantinflas -a 26 años de su deceso- implica ver la huella que dejó en el municipio de Valles, en la huasteca potosina, a donde llegó en los años cuarenta como parte de una empresa de espectáculos que lo dejó ahí sin dinero, luego de declararse en bancarrota.
Tuvo que echar mano de sus habilidades para sobrevivir, porque se le recuerda como un asiduo jugador de pool en el billar, apostador audaz y bailarín de estilo irreverente, con gusto por visitar bares de mala muerte en el llamado Arroyo de los Puercos para reunir dinero.
Una vez superada la precariedad, logró salir del municipio huasteco y saltar a la fama nacional en la farándula, pero no olvidaba el cariño de los vallenses y el encanto natural de la región; por eso, cerca de 1943 regresó al pueblo que lo arropó en sus tiempos difíciles, donde adquirió una propiedad gracias a la intervención de Enrique Marroquín Pámanes (El Güero), entrañable amigo del comediante desde la época de oro en el teatro Follies Bergere.
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