La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Te perdono
Recordemos este día, para comenzar el nuevo año 2017, una frase de una bella oración a nuestro Padre:
“…perdona nuestras ofensas. Como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.
Diario, acaso, lo solicitamos reverentes. Pero cuántos cumplimos lo ofrecido. Por eso, estas reflexiones.
Decir »te perdono», no es simplemente un acto de amabilidad que estás obligado a hacer. Es un no sincero a la venganza, como una promesa para el futuro, y un sí para la paz.
Cuando alguien nos hiere o se porta mal con nosotros, es fácil guardar en nuestro corazón amargura, odio y pensamientos de negatividad. En esos momentos es fácil pensar que la venganza es la mejor opción.
Pero el perdón, en cambio, nos ayuda a sanar nuestra alma, nos ayuda a ver la vida desde una nueva perspectiva y estar preparados y receptivos para lo mejor. Permítasenos explicarlo con estas palabras:
Perdonar es la mejor manera de lidiar con el profundo dolor que te produce una persona. Bien, cuál es la alternativa para perdonar: Congelarte por siempre en un injusto momento del pasado. O encontrar una mejor alternativa. En otras ocasiones caemos en el hábito de buscar venganza. Erróneamente creemos que es lo justo. La venganza es la pasión de conseguir algo con malas intenciones. Es el ardiente deseo de ocasionarle a alguien el mismo dolor que sientes ojo por ojo. Por mucho que quieras, la venganza nunca te llevara a donde quieres ir. Nunca igualará el marcador. No te dará paz. Gandhi así dijo: “Ojo por ojo, y al final todo el mundo ciego”.
En su lugar, se pone en marcha una reacción en cadena que una, tanto a los heridos como a los que hieren, en una escalera de dolor que parece no acabar. La escalera nunca se detiene y nunca deja a nadie ajeno.
No importa cuáles sean nuestras armas: palabras, la falta de amabilidad, bombas, misiles nucleares, etcétera.
La venganza nos encierra en una escala de violencia. Mantiene a las personas en el dolor y la culpabilidad del pasado. La única manera de seguir adelante es el perdón. Tiene el poder de alejarnos de un momento de dolor pasado y seguir adelante. Se crean nuevas situaciones para las dos personas. La oportunidad de un nuevo comienzo.
El perdón aligera la carga de los errores del pasado. Nos libera para un futuro más justo, y nos ayuda a ver el potencial desconocido de nuestro mañana. La única manera de sanar el dolor es perdonar a la persona que te hirió. Sanará tu memoria y cambiará tu visión del mundo.
A pesar de que la lujuria interior de venganza te llame, no hay que ceder a ella. Nos puede empujar profundamente en la repetición sin fin de una vieja injusticia: Perdonar no borra el amargo pasado.
Una memoria curada no es un recuerdo borrado. En cambio, perdonar lo que no podemos olvidar, crea una nueva forma de recordar.
Cambiamos la memoria de nuestro pasado en una esperanza para nuestro futuro, diría finalmente Lewis B Smedes, en quien nos inspiramos.