¡A los connacionales se les defiende con acciones!
En México es oficial: las autoridades echan culpas a los demás cada vez que sucede algo relacionado al crimen o un accidente (?) como en el edifico de Pemex, o la liberación o escape de un delincuente (Cassez, Chapo), para justificar la incompetencia en la prevención y persecución de delitos, incluidos los accidentes fatales.
En México los problemas se pretenden resolver como quien calma el dolor de una herida con una sopladita, solo que esa sopladita proviene de un cuerpo infectado –autoridades en general– lleno de bacterias que lejos de curar lo que se logra es infectar aún más la herida, dando una muestra al mundo de cómo “resolvemos” las cosas.
El incidente más reciente en Acapulco, lugar simbólico y representativo de México y por lo tanto de impacto mundial con la violación colectiva a turistas españolas, se expone esa herida al que todos le soplan pero que nadie logra curar o al menos dar un diagnóstico positivo. Y cómo hacerlo si los médicos encargados solo dan remedios en teoría sin dar resultados esperanzadores en la práctica.
Nuestros representantes en el legislativo lo que hacen es crear leyes-curita para cubrir la incapacidad, como la recién aprobada Ley de Víctimas que, si bien da un alivio al paciente si sale con vida, está diseñada para después del dolor cuando ya hay secuelas, convirtiendo así a México en el país más protegido contra todos los males, donde se dan todos los males.
Esa situación revela la descomposición social que se esconde dentro de un cuerpo infectado por las mismas autoridades, ya sea por omisión, negligencia, incapacidad o corrupción. Y para justificarse se culpa a los demás, “acá no había pasado algo así” dijo el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero. Anteriormente el alcalde de Acapulco, Luis Walton Aburto, había declarado “esto sucede (violaciones) en cualquier parte del mundo”. Pues ahora que demuestren cómo se resuelven.
Pero como este tema no se trata de un asunto de primeros auxilios, sino de un cáncer maligno y avanzado en la sociedad como es la maldad extrema, que ya es casi parte del folclor mexicano donde el crimen organizado y la corrupción gubernamental o juntas y revueltas, tiene un propósito y un fin: el ánimo de joder sin escrúpulos en provecho propio, por lo que no hay compromiso o capacidad real de resolver los delitos porque se lastiman intereses de la delincuencia y compadrazgos políticos. De otra manera cómo se explica que sucedan y no se resuelvan.
Habrá muchos ciudadanos que, conscientes del problema, hagan las denuncias correspondientes, aunque en todo caso quien lo haga corre un alto riesgo por la corrupción dentro de las supuestas autoridades del orden donde podría estar escondido el mismo cáncer.
En México cuando sucede una desgracia en lugar de decir ‘mea culpa’ dicen “culpo a los delincuentes; los accidentes son responsabilidad de otros”. Está el ejemplo de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, donde murieron niños calcinados, con lo que se demuestra que la gran mayoría de los delitos o accidentes por negligencia que para el caso es lo mismo, acaban sin culpables.
En el caso de la secuestradora francesa Florence Cassez, al ser liberada los mexicanos nos indignamos al haber todas las pruebas en su contra. Dejando a un lado que todo delincuente encerrado tratará de salir y recurrirá a todas las vías legales o tramposas y eso se entiende. Pero cómo explicarle a los demás que a los mexicanos nos duela más que una delincuente se salga con la suya, que preocuparnos por las autoridades y el sistema que la liberó. “¡Ah!, es que desde acá yo culpo porque soy la autoridá”, así se podría interpretar la decisión de nuestra máxima instancia de justica legal.
QMX/rf