Abanico
Todos hemos oído eso de “primero las mujeres, los niños y los ancianos” en caso de un desastre. Quizá el mejor ejemplo de eso sea el hundimiento del buque trasatlántico Titanic que en 1912, durante los días 14 y 15 de abril, naufragó en las aguas gélidas del Océano Atlántico. De los 2,435 pasajeros, 1,502 no pudieron ser rescatados, es decir, el 62 por ciento que por la desesperación no respetó la regla y acabó en un “sálvese quien pueda” debido a que no había suficientes botes salvavidas.
La reforma de inmigración ha creado expectativas de salvación y esperanza para quienes queremos quedarnos en el país de las oportunidades en busca de una mejor vida. Como lo intentaron hace 99 años los europeos a bordo del Titanic, justo durante los mismos días que se espera se lance el salvavidas de la reforma inmigratoria.
Ahora en el congreso estadounidense aseguran (sic), tratarán de rescatar a 11 millones de indocumentados que se encuentran haciendo agua en el océano de la deportación. Los legisladores con su propuesta harán los botes salvavidas, desafortunadamente como en el desastre del Titanic, parece no tendrán la capacidad de salvar a un buen número de náufragos inmigrantes indocumentados. Donde muchos van a quedar a su suerte ante la mirada de los que van a ser rescatados.
Con la amnistía de 1986 sucedió algo parecido. Primero causó entusiasmo, le siguieron las dudas y luego los temores, para acabar en el pánico de “sálvese quien pueda”.
A nuestros “representantes políticos” y líderes comunitarios, quienes entonces eran los asistentes del rescate, les ganó la inocencia, la confusión y el ansia por dar resultados para no hacer el chasco. Y aceptaron la amnistía tal y como venía, que fue procesar los casos individualmente, con lo que se comprometió la unidad familiar; pues arreglarle los papeles a un miembro de la familia no le quitaba lo deportable al resto.
Cuando llegó la separación familiar se conoció la cruda realidad. Ahora lo que se pide es la unidad familiar, pero en las calles, porque no se especifica con claridad cómo va a ser en este punto debido a la ambigüedad de los legisladores, que hablan de sindicatos, salarios, trabajadores huéspedes, multas, etcétera.
Cuando debería ser una reforma migratoria partiendo del “paquete” familiar. Claro, si se cumple con los requisitos básicos: trabajo, estudios, no delitos, pago de impuestos… El ser soltero y sin hijos no debe ser ningún obstáculo si está dentro de ese criterio. Además, también están las personas discapacitadas o ancianos que no pueden demostrar tiempo en el trabajo y que por su condición han recurrido a la ayuda pública.
El presidente Barack Obama y la pandilla de los ocho (senadores), como tripulación y rescatistas, dicen que tratan de salvar a 11 millones de indocumentados que se encuentran flotando en la ilegalidad, pero los botes salvavidas que les están echando saben ellos mismos no serán suficientes. Es más, ya un millón 200 mil se han “ahogado”; por lo tanto, dicen, ya no tienen la posibilidad de ser “revividos”, aunque estén vivitos y coleando en otras aguas.
Los días del hundimiento y rescate del Titanic coinciden con la reforma inmigratoria, como el propósito de tener una vida mejor. Ahora, solo resta esperar a que el porcentaje de los no rescatables no sea el mismo: el 62 por ciento, que sería poco más de 6 millones ochocientas mil personas, con lo que se llegaría a romper la regla de primero las mujeres, los niños y los ancianos, para acabar en un sálvese quien pueda como en el Titanic por estos días.
QMX/rf