Teléfono rojo
En Chicago la calidad de la educación a nivel primaria o “elementary school”, está en entredicho. Ya sea por crisis académicas, administrativas, financieras o políticas.
Una semana previa a la Semana Santa, el Sistema de Escuelas Pública de Chicago (CPS) dio a conocer la lista de 54 escuelas primarias o más, que serán cerradas para el próximo año escolar para integrarlas a otras. Predominantemente en áreas de comunidades afroamericanas y latinas.
Provocando reclamos e incertidumbre en el sindicato de maestros, padres de familia y políticos, algunas escuelas con más de 100 años de existencia, cuando casi todos sus estudiantes eran blancos, dejarán de recibir a estudiantes prietitos.
Todo, según el alcalde de Chicago Rahm Emanuel (judío, ex “chief of staff” de la Casa Blanca con Obama) y la directora ejecutiva de CPS Barbara Byrd-Bennett (afroamericana): para solventar un déficit de mil millones de dólares en el sistema escolar. Inversión que no se ve reflejado en el aprendizaje escolar.
La ciudad de Chicago con un poco más de dos millones 700 mil habitantes, centro principal del área metropolitana donde se concentran cerca de 10 millones de residentes. Cuenta con una de las juntas escolares más grande de los Estados Unidos.
Las escuelas públicas de educación primara en Chicago registran 403 mil estudiantes, pero tiene una capacidad para atender a 511 mil. Y cuenta con un presupuesto desfalcado para cubrir sueldos, lonches, transporte, mantenimiento y programas especiales para discapacitados entre otros gastos suplementarios.
La polémica se viene arrastrando desde hace años. El último enfrentamiento entre la ciudad (gobierno municipal) y el sindicato de maestros fue al inicio del curso escolar el pasado septiembre de 2012 con una huelga de maestros que duró una semana. Preludio de la crisis que se vive hoy.
El argumento de Emanuel y Byrd-Bennett se basa en que hay escuelas que no son ocupadas a su capacidad, que cuentan con salones vacíos y que son una carga para el sistema. Además de que cuentan con aulas semi destruidas e inapropiadas para el aprendizaje, y que invertir más en ellas sería agravar el déficit.
Inversión que se utilizaría mejor para modernizar programas educativos con tecnología avanzada en las escuelas que se vayan a restaurar. El ahorro que en su conjunto, dicen, llegaría en una década a 600 millones aproximadamente, adicionales a los 40 millones por año que se gastan en operaciones diversas.
La ciudad y la CPS sostienen que las escuelas por cerrar además de ser subutilizadas son de bajo rendimiento escolar. Esto no se puede generalizar, pero tampoco se puede negar, ya que muchas de ellas solo sirven como guarderías para padres desobligados. Incluso, muchos de ellos que ahora se quejan nunca asistieron a las juntas escolares para conocer el aprendizaje de sus hijos, menos de la escuela.
Para el sindicato representan despidos de maestros y que los estudiantes inclinados a abandonar la escuela se sumen a las pandillas. Temor que comparte la comunidad ya que sus hijos deberán de asistir a otras escuelas fuera de las áreas en que viven, pues deberán de entrar en barrios donde hay pandillas rivales a los suyos. Tomando en cuenta que Chicago es una ciudad con un alto índice pandilleril, en su mayoría desertores de las mismas escuelas. Indicio de que hay que renovarlas.
De aplicar los cierres y recortes se verán afectados arriba de 30 mil estudiantes, por lo que la presidenta del sindicato, Karen Lewis, llamó al alcalde “asesino”, ya que eso contribuirá a la violencia. Y también lo calificó “clasista y racista”.
Pero las escuelas públicas no son las únicas, están las privadas y las Charter. Estas últimas aunque también reciben fondos públicos, son independientes a la junta escolar y al sindicato. Y son bien vistas por gran parte de la comunidad ya que supuestamente ofrecen mejor calidad educativa y disciplinaria. Apoyadas desde “arriba”; desde que Richard M. Daley era alcalde, y cuando el director ejecutivo de CPS era Arne Duncan, actual secretario de Educación de los EU.
No se puede negar que las escuelas públicas de Chicago deben y merecen un mejor nivel académico y de seguridad, por lo que se deberán preparar para los cambios, les guste o no; ya era hora de modernizar su sistema de administración, sus finanzas y su política interna. Es un aprendizaje elemental. Invertir en el mismo patrón de conducta significaría un retraso generacional.
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