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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de diciembre de 2018.- Juan Diego perteneció a la más numerosa y la que era considerada la “clase más baja” del Imperio Azteca y ahora es honrado por los católicos luego de ser canonizado por San Juan Pablo II el 31 de julio de 2002, en la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México.
“¡Amado Juan Diego, ‘el águila que habla’! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que ella nos reciba en lo íntimo de su corazón”, dijo San Juan Pablo II en la canonización de San Juan Diego, el vidente de la Virgen de Guadalupe, y cuya fiesta se celebra cada 9 de diciembre.
Según la tradición, San Juan Diego nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas, y hoy territorio mexicano. Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba “Águila que habla” o “El que habla con un águila”.
De acuerdo a la Agencia Católica de Informaciones, siendo adulto y padre de familia, se sintió atraído por la doctrina de los sacerdotes franciscanos que llegaron a México en 1524 y recibió el bautismo con su esposa María Lucía. Los dos se casaron cristianamente, pero tiempo después falleció su esposa.
El 9 de diciembre de 1531 se le apareció, en el cerro del Tepeyac, la Virgen María, quien se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”. La Virgen le encomendó que en su nombre le pidiese al Obispo Capitalino, el franciscano Fray Juan de Zumárraga, la construcción de una Iglesia en el lugar de la aparición.
El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio.
El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y lo consoló, invitándolo a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera. A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego encontró flores muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen luego le mandó que se las presentara al Obispo.
Estando frente al Prelado, el Santo abrió su “tilma” y dejó caer las flores. En el tejido apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde ese momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México y en una de las mayores devociones marianas que permanece con fuerza hasta nuestros días.
San Juan Diego, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la “Señora del Cielo”. Limpiaba la capilla y acogía a los peregrinos que visitaban el lugar, donde hoy se eleva un gran templo.
El laico San Juan Diego partió a la Casa del Padre en 1548 y gozó de tanta estima que sus contemporáneos solían decir: “Que Dios te haga como Juan Diego”. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 1990 y canonizado por el Papa peregrino en el 2002.
¿Quién fue el indígena que llegó a Santo?
San Juan Diego nació en 1474 en el “calpulli” de Tlayacac en Cuauhtitlán, estaba localizado a 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán, México; establecido en 1168 por la tribu nahua y conquistado por el jefe Azteca Axayacatl en 1467. Cuando nació recibió el nombre de Cuauhtlatoatzin, que quiere decir «el que habla como águila» o «águila que habla».
Juan Diego perteneció a la más numerosa y baja clase del Imperio Azteca; según el Nican Mopohua, era un “macehualli”, o “pobre indio”, es decir uno que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales del Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, etc., ni tampoco formaba parte de la clase de los esclavos. Hablándole a Nuestra Señora él se describe como «un hombrecillo» o un don nadie, y atribuye a esto su falta de credibilidad ante el Obispo.
Se dedicó a trabajar la tierra y fabricar matas las que luego vendía. Poseía un terreno en el que construyó una pequeña vivienda. Más adelante, contrajo matrimonio con una nativa sin llegar a tener hijos.
Opción por Jesucristo Juan Diego antes de su conversión era un hombre muy devoto y religioso, -como lo testifica las Informaciones Guadalupanas de 1666-, esto lo ayudó a poder estar mejor preparado para que, entre los años de 1524 y 1525, realice una opción total por el Señor Jesús, bautizándose junto a su esposa; él recibió el nombre de Juan Diego y ella el de María Lucía. Fueron bautizados por el misionero franciscano Fray Toribio de Benavente, llamado por los indios “Motolinia” o “el pobre”, por su extrema gentileza y piedad y las ropas raídas que vestía. De acuerdo a la primera investigación formal realizada por la Iglesia sobre los sucesos -las Informaciones Guadalupanas de 1666-, Juan Diego parece haber sido un hombre muy devoto y religioso, aún antes de su conversión.
¿Por qué fue importante su canonización?
Este 9 de diciembre la Iglesia celebra la fiesta de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin –“el águila que habla”–, el indio vidente de la Virgen de Guadalupe, pero no todos conocen la importancia de la canonización del primer santo indígena de América Latina.
San Juan Pablo II canonizó a Juan Diego el 31 de julio de 2002, en la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México, y destacó en esa ocasión que “Juan Diego, al acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a ser hijos de Dios en Cristo”.
En entrevista con la Agencia Católica de Informaciones, el padre Eduardo Chávez, uno de los mayores expertos en la aparición de la Virgen de Guadalupe y postulador de la causa de canonización de San Juan Diego, destacó que con este acto quedó confirmado “el milagro guadalupano en su gran extensión y trascendencia. Es un hecho histórico que trasciende tiempo y espacio”.
El sacerdote mexicano, también director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos, destacó que si bien en México desde el siglo XVI era asumida como un hecho la santidad de Juan Diego, porque “fue el intercesor de la Virgen y era su mensajero”, el proceso de canonización “ayudó muchísimo para encontrar, cotejar y ver la convergencia de tantas fuentes y documentos históricos”.
“Algunos ya se conocían, otros fueron encontrados”, señaló
El padre Chávez recordó que en la primera parte de la causa de canonización “se tiene que analizar la fama de santidad inmemorial, cosa que Juan Diego tenía y obviamente se observa en estos documentos donde se le llama ‘varón santo’, ‘varón santísimo’, donde se le ha dibujado con aureola en el siglo XVI”.
En la segunda parte del proceso, señaló, se requiere “comprobar un milagro”.
Este milagro, dijo, fue el de “un joven que quiso suicidarse, y saltó desde una altura de 10 metros, rompiendo su cabeza en el suelo”.
“En cuatro días, sanó perfectamente este joven, porque la mamá le pidió a Juan Diego”, señaló.
Finalmente, dijo, el Papa “determina canonizarlo, después de toda esta investigación y análisis, y de toda la parte teológica, vida y virtudes de Juan Diego, y la comprobación de un milagro”.
Para el P. Chávez, es aquí donde está lo más importante de la canonización, pues cuando el Santo Padre “canoniza a alguien, en este caso a Juan Diego, ahí va implícito el dogma de la infalibilidad del Papa”.
Con la canonización “el Papa nos dice al mundo entero que esta persona está en el cielo, que es puente de unidad entre Dios y los seres humanos, es intercesor. Y es modelo de santidad”.
El vidente de Guadalupe “representa a cada uno de nosotros” y con su canonización “se confirma que el encuentro de Dios a través de la Virgen de Guadalupe ante el indio Juan Diego (…) es totalmente cierto”, afirmó.