Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de febrero de 2019.- En el campo de batalla, el chimalli (escudo circular) fue una poderosa arma defensiva de los guerreros mexicas y sus versiones de lujo fue insignia de valor en ceremonias y rituales, usado por gobernantes, sacerdotes, para ataviar deidades y para distinguir a los mejores combatientes y jefes de grupos guerreros.
Pero la naturaleza orgánica de sus materiales constitutivos y el paso del tiempo, lo convirtieron en uno de los objetos históricos más frágiles, añadió el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
De los destinados a la guerra ninguno se conservó; de los insignia, profusamente decorados con finas láminas de oro, plumas de aves multicolores, piedras semipreciosas, perlas y cascabeles, existen cuatro en el mundo y sólo uno está en México.
Esta pieza excepcional ha permanecido guardada por varios años en condiciones controladas en las colecciones del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, y ahora es mostrada al público en una exposición temporal que relata su biografía: Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec.
Al inaugurar la muestra, Diego Prieto Hernández, director general del INAH, destacó que la exhibición se ubica dentro dos efemérides: la celebración por los 80 años de creación del INAH y los 500 años de la llegada de los españoles a territorio mexicano, “hecho histórico que debemos recuperar para repensar nuestra condición de país pluricultural, sustentada en los pueblos originarios, pero a la que se incorporaron componentes africanos, europeos y asiáticos”.
Salvador Rueda, director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, dijo que una semana como esta se abrió el umbral de la historia cuando la llegada de Hernán Cortés, español encargado de organizar una expedición exploratoria y de rescate en lo que hoy entendemos como una inmersión, en parte depredadora y en parte descubridora, sembraría la semilla de la multiculturalidad y la multiplicidad biológica de los mexicanos de hoy.
La muestra, que permanecerá hasta finales de mayo próximo, es resultado de cuatro años de investigación multidisciplinaria, encabezada por Laura Filloy Nadal y María Olvido Moreno Guzmán, curadoras de la exposición. En este proyecto, los enfoques y metodologías de disciplinas como historia, restauración, arqueología, etnobotánica, etnozooología, arqueometría y arqueología experimental compartieron un propósito común: saber lo más posible de una pieza única a través de su análisis integral.
Una pieza histórica cobra vida
La visita a la exhibición parte en el muelle de embarque de los objetos de plumas mesoamericanos rumbo a Europa, donde este tipo de trabajo no era conocido y por tanto fue motivo de regalos e intercambios entre las cortes, enriqueció armerías, cámaras de maravillas (espacios europeos del siglo 16 a 17 donde se coleccionaban objetos de la naturaleza y las culturas de todo el orbe) y monasterios.
Las curadoras destacan que los chimallis o rodelas fueron de los objetos enviados en mayor cantidad: casi 200 piezas durante los primeros encuentros y en años posteriores a la Conquista. Se piensa que el chimalli de Chapultepec debió salir de la Nueva España rumbo a Europa antes de 1524.
La Casa de Austria, a la que pertenecía Maximiliano de Habsburgo, poseyó importantes colecciones procedentes del Nuevo Mundo. En 1865, siendo emperador de México, Maximiliano hizo las gestiones necesarias para el retorno del chimalli con la intención de integrarlo a las colecciones del Museo Nacional Mexicano. El escudo retornó a nuestro país en 1866.
En contraste, la primera sala aborda, entre otros temas, los escudos europeos, principalmente las ligeras adargas elaboradas en cuero con formas ovalada de corazón o riñón, que los españoles retomaron de la caballería musulmana entre los siglos 15 y 16.
Los chimallis se pueden clasificar por los motivos de sus campos, los diseños son muy variados, siendo dos los más socorridos: los grecas y los medias lunas. El nombre de las primeras en náhuatl es xicalcoliuhqui chimalli; a los escudos con medias lunas en su campo se les llamó cuexyo chimalli (escudo huaxteco) y a este grupo pertenece el chimalli de Chapultepec.
El cuexyo chimalli fue retomado en la plástica mexicana del siglo 19 para representar al mundo indígena, la colaboración con el Instituto Nacional de Bellas Artes hace posible una revisión por el chimalli en el arte del mismo siglo, tema que se incluye en esta primera sala y que es el preámbulo para mostrar la pieza.
El cuexyo chimalli
Flanqueado por los retratos de Moctezuma II y Maximiliano, el cuexyo chimalli luce en todo su esplendor al inicio de la segunda sala que lleva a un recorrido por el mundo del emperador mexica: los talleres especializados de los amantecas de Tenochtitlan, materiales, procesos, implementos para elaborar cada componente del chimalli y un video explicativo de las técnicas descritas en las crónicas de Sahagún.
El cuexyo chimalli se exhibe por primera vez en un concierto museográfico que, de entrada, permite observarlo por el frente y su cara posterior. El campo, ornamentado con plumas –en mosaico y atadas– y la piel moteada de un felino; así como las medias lunas decoradas con restos de pelo de conejo. Se ve con detalle dado el emplazamiento del objeto en un nuevo soporte museográfico.
Biólogos del INAH y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) identificaron, mediante análisis de la médula del pelo de las pieles, tres tipos de animales: ocelote para la decoración del campo, posiblemente venado para el borde, y conejo como base de las medias lunas; este último fue teñido con grana cochinilla y luce rojo. Sobre la piel de conejo se hubieron de emplazar láminas de oro, posiblemente repujado, de las que no se sabe en qué momento histórico se retiraron, pero cuya presencia junto con la piel de felino hace suponer que se trata de una pieza única que pudo haber estado en los almacenes de la Casa Imperial de Moctezuma, explican Laura Filloy y María Olvido Moreno.
A pesar de que el cuexyo chimalli ya no tiene sus ornamentos metálicos, tomando en cuenta que las fuentes mencionan que los escudos insignia estaban decorados con el metal precioso, y luego de advertir pequeñas perforaciones y diminutas lazadas en las medias lunas, se aplicó un estudio de Fluorescencia de rayos X, con la colaboración del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (LANCIC), del Instituto de Física de la UNAM, corroborando la presencia de trazas de oro.
Al dar la vuelta al muro, el recorrido acerca a la cara posterior del chimalli: el montaje permite apreciar los elementos estructurales y funcionales que lo hacían ligero a la vez que resistente: dos capas de estera con más de 350 varillas cada una, cuatro varas, enarmas y tensores. La identificación del otate o bambú mexicano en las varillas y travesaños fue realizada por expertos de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.
En esta sección se explican los resultados de la investigación sobre la obtención de las materias primas, las tecnologías para su extracción y transformación, así como los pasos de construcción de tan complejo objeto mediante un sistema de producción bien organizado en el que colaboraban distintos especialistas: amantecas, orfebres y tlacuilos o pintores.
Los estudiosos de la UNAM y de la UAM-I comprobaron que los amantecas hicieron un uso diferenciado y selectivo de los materiales de origen vegetal: finas varillas extraídas de cañas de bambú sirven para dar estructura y resistencia al escudo, ya que están tejidas en dos capas de estera; con fibras de agave, que son largas y consistentes, se elaboraron hilos y cordeles para atar las varillas, se cosió la piel como ribete para compactar la estructura y se ataron las plumas que adornan el borde y los colgantes del cuexyo chimalli.
Con hilos de algodón, que son suaves, se tejió el textil sobre el que se atan plumas negras y rojizas, se cosieron las laminillas de oro y se hicieron las borlas del remate de los colgantes emplumados. El chimalli presenta sobre el campo una serie de trazos preparatorios, hechos de líneas rojas que eran la guía para ir dando forma al mosaico de plumas. Con apoyo del Laboratorio de Ciencias Aplicadas para la Conservación, de la UNAM, a través de espectroscopía de reflectancia/absorbancia con fibras ópticas, se identificó que dichos trazos, al igual que la piel de conejo, fueron pintados con grana cochinilla.
Las plumas se estudiaron en colaboración con el Instituto de Biología de la UNAM. Se hizo una aproximación a las especies de aves proveedoras en el escudo de Chapultepec usando ejemplares de la colección de referencia de dicha institución. Las aves propuestas son: para las azules del azulejo o charador turquesa (Cotinga amabilis); para las verdes, varios loros y quetzal; las beige corresponden a pato. También hay plumas negras y grises que no fue posible identificar. Las atadas en el borde y los colgantes son de tonos amarillo-verdosos, que posiblemente correspondan a una especie del género Vermívora.
De acuerdo con el estudio de Laura Filloy Nadal y María Olvido Moreno, se necesitaron más de 26 mil plumas para elaborar el chimalli de Chapultepec; tan solo para el borde se requirieron 17 mil plumas de una Vermívora, de la cual se debieron ocupar unos 330 ejemplares. En este contexto, el recorrido por la segunda sala despliega el patrimonio biológico contenido en un objeto.
A lo largo de la exposición cédulas, mapas, líneas de tiempo, infografías y cinco videos más, presentan información complementaria haciendo de esta exposición un espacio que tiene como objetivo despertar el interés y la curiosidad de los visitantes quienes podrán apreciar algunos objetos que se exhiben por primera vez.
En la última sala, por medio de esculturas en piedra y cerámica, fragmentos de pintura mural, mosaicos de turquesa y chimallis votivos, se expone el uso de los escudos en diferentes regiones de Mesoamérica: occidente, área maya, costa del Golfo, Altiplano Central y Oaxaca. Se abordan las diferencias entre dos tradiciones tecnológicas: el armamento indígena y el español.
Y se muestran imágenes de Moctezuma II en distintos periodos de la historia: desde los relieves en las peñas del cerro de Chapultepec, donde el tlatoani aparece con su escudo, hasta un grabado que constituye el primer retrato del emperador mexica conocido en Europa, donde aparece con un cuexyo chimalli idéntico al de Chapultepec.