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BOGOTÁ, Col., 17 de diciembre de 2020. — La Quinta de San Pedro Alejandrino, ubicada en la Bahía de Santa Marta, fue el lugar donde el Libertador Simón Bolívar, murió de tuberculosis a los 47 años y hoy 190 años después, su última morada es uno de los museos históricos más importantes de Colombia y América Latina, de acuerdo a Edelmiro Franco de Notistarz.
Esta casa colonial construida el 2 de febrero de 1608 fue el refugio donde experimentó el desengaño, la traición y las disputas políticas de sus copartidarios. Fue el lugar donde lloró en silencio y luchó contra la tuberculosis que lo llevó a la muerte, el 17 de diciembre de 1830, a la una de la tarde.
La Quinta de San Pedro Alejandrino -declarada Monumento Histórico Nacional- conserva aún su belleza arquitectónica y guarda las glorias y amarguras Bolívar, su elocuencia, ideología, su capacidad militar y talento como estratega.
El 25 de septiembre de 1828 Bolívar sale ileso de un atentado en su residencia en Bogotá, conocido como la “Conspiración Septembrina” y fue su compañera sentimental, la quiteña Manuela Sáenz, quien lo ayuda a escapar por la ventana lateral de la casa donde residían. Ese día, el Libertador tomó la decisión de refugiarse en la bahía de Santa Marta.
Bolívar perdonó a los autores del atentado, pertenecientes al movimiento “Santanderista”. Uno de los directos responsables fue Francisco de Paula Santander, a quien la historia señaló que tenía conocimiento de la conspiración y no la detuvo. Años después, Santander se retiró al exilio.
Después de los hechos, Bolívar siguió gobernando en un ambiente dilatado, las revueltas continuaron y su salud era bastante delicada porque se detectó que sufría de tuberculosis y Venezuela se proclama independiente el 13 de enero de 1830, José Antonio Páez ocupó la presidencia de ese país, desterrando a Bolívar.
Bolívar renuncia a la presidencia de la Gran Colombia, siendo aceptada por el Congreso Admirable el 4 de mayo de 1830, que le conceden una pensión de 3 mil pesos anuales.
El 1 de diciembre de 1830 llega a la ciudad de Santa Marta, y se ubica en una hacienda con grandes sembrados de caña de azúcar en donde funcionaba un ingenio de procesamiento de ron, panela y miel de propiedad del español Joaquín de Mier y Benítez.
Todo en esta casa es un recuerdo de Bolívar, admirado por sus compañeros en los campos de batalla. Están los discursos y las victorias alcanzadas en su lucha por la libertad bajo los principios de justicia e igualdad de los pueblos.
Bolívar luchó con el firme y noble anhelo desinteresado por la búsqueda de la independencia y autonomía de la Gran Colombia. Es una huella que encuentra el visitante en esta mansión.
En la Quinta de San Pedro Alejandrino se encuentran elementos auténticos de interés histórico y ambiental, así como el mobiliario de la época y algunos objetos que pertenecieron a la familia Mier como la vajilla, biblioteca, galería de cuadros, coche de la época tirado por caballos y adornos de porcelana.
La historia registra que los cuatro primeros días, Bolívar se dedicó a recorrer la hermosa hacienda, que aún hoy conserva una gran variedad de árboles y fauna.
Este espacio también es un Jardín Botánico, con plantas pertenecientes al bosque seco tropical de la región, entre las que se destacan las cactáceas, palmetum, ornamental, xerofítica y maderables, entre otras. En la parte central del jardín hay una gran escultura del Libertador en mármol de Carrara hecha en Italia.
En esta apacible hacienda, el Libertador, no se levantó más de la cama, hasta su muerte. La habitación donde Bolívar vivió los últimos días de su vida es el sitio más importante para los visitantes.
La cama está cubierta por la bandera de Colombia, un armario, un aguamanil, una escupidera, un sillón de terciopelo rojo y al lado un baño con una tina de mármol italiano.
Desde esta habitación colonial, el moribundo Libertador envió a las recién creadas naciones de América, un mensaje de libertad, unión y fraternidad. Recordó sus esfuerzos de libertad donde reinaba la tiranía, a costa de su tranquilidad. Bolívar hizo énfasis en el dolor que sentía porque pisotearon su reputación y amor a la libertad.