Abanico
En unos días la Constitución mexicana cumplirá 96 años de edad. Digamos que en términos de temporalidad no es muy antigua aunque sí ya anda bastante maltrecha por la vida que le hemos dado los mexicanos al grito de guerra. Una vida azarosa y plagada de dimes y diretes, de altibajos, de ajustes y de menosprecio, indiferencia y hasta de falta de respeto: es así…
Nos constituye esta Carta Magna pero no hemos sabido entender lo que se construía con ella y, por lo mismo, a lo largo de este tiempo, todos los políticos que se creían de fuste le metieron mano. Cambiaron su espíritu social a lo puramente político y circunstancial. La Constitución que hoy conocemos es muy diferente a la que redactaron los Constituyentes de 1917.
Es cierto: el tiempo pasa, las cosas cambian, las circunstancias son otras y las exigencias tanto políticas como sociales y estructurales o de Estado, todo, han cambiado, como también han cambiado las cosas en el mundo y aun así, es el caso de que las Constituciones de países como Estados Unidos de América o la República Francesa y muchas más que no han sido tocadas. Acaso mínimamente en y en lo que urge y merece cambios por razones de Estado: casi nada.
No ha sido así en México en donde nuestra Constitución se ha reformado con frecuencia, en muchos casos tan sólo para responder a intereses políticos, de régimen, de permanencia o ganancia partidaria o de políticos con ganas de ser ellos quienes truenen sus chicharrones…
En todo caso tenemos Constitución: el mandamiento que nos da esencia y calidad de mexicanos y que nos diferencia de otros; es la Ley fundamental de nuestro Estado que define el régimen de nuestros derechos y libertades ciudadanas así como nuestras responsabilidades, todo mediante la creación de poderes, instituciones y de organización política. Y todo eso.
Pero si esto es a la letra, en esencia era un documento que nació en tono social para dar respuesta a lo que generó una Revolución… Luego esta Revolución se institucionalizó y transformó al documento que ella misma genero… ya sí la feria de la vida…
En todo caso, en la Constitución radican las claves de nuestra convivencia y nuestra gobernabilidad, la del país y la de cada uno de los Estados de la República. Y precisamente esa gobernabilidad se ha puesto en riesgo generando su contrario, que es la ingobernabilidad.
La ingobernabilidad es una forma de contrarrestar la fuerza del mandamiento constitucional que marca pautas para el mejor gobierno, las responsabilidades de quienes se encargan de conducir política, económica, social y cultural a un país o a un estado, en nuestro caso, en la forma republicana que nos dimos.
Ingobernabilidad es la incapacidad de los gobernantes para cumplir las demandas que les imponen los gobernados; no es un asunto puramente administrativo es, si, un problema político que daña a la autonomía, la complejidad, la cohesión y la legitimidad de las instituciones.
La ingobernabilidad es una crisis de gobierno. Es una crisis de la gestión gubernamental. Y es una crisis de entendimiento entre gobierno y gobernados. Los ciudadanos deciden no solidarizarse con su gobierno, fuentes contrarias acumulan fuerza y generan conflictos sin que el gobierno asuma la responsabilidad política de trasladar la beligerancia en diálogo y gobierno, en beneficio de todos para la paz social, el desarrollo económico y la armonía. Perdido el control de gobierno pueden producirse conflictos sociales aun más graves, como la violencia y el desconocimiento del gobierno como guía y responsable político…
En fin, que con ingobernabilidad se colapsan los aparatos administrativos y se pierde la legitimidad de las estructuras políticas.
¿Cuál es la solución? Ciertamente la constitucionalidad que establece el gobierno democrático y la responsabilidad tanto social como la del gobierno…
Oaxaca tiene problemas serios. Y tal parece que el gobierno estatal no acierta a encontrar el punto de acuerdo con los oaxaqueños. Es como si cada uno estuviera en carriles diferentes sin encontrarse en algún momento. La timidez gubernamental permea el orden social y grupos de interés intentan ocupar los vacíos de poder.
Naturalmente en todo cuerpo social existe la disidencia, la inconformidad, el enojo y hasta el intento de confrontación. Pero es propio de un gobierno fuerte y con instituciones consolidadas llevar a buen puerto esas diferencias mediante el arte de la política y en beneficio de todos. Esto no sólo es necesario; también es obligación. Es por el bien de todos.
Ojalá el gobierno de Oaxaca recupere el tiempo perdido. Ojalá que la expectativa que se generó con la llegada del gobernador Gabino Cué no se convierta en el pacto de los montes y se convierta en el mejor gobierno que Oaxaca pudo haber tenido: eso sería muy bueno, por el bien de todos, en beneficio de todos y en particular para rescatar a la entidad de la pobreza, abandono, desolación, falta de buenos niveles educativos, alto a la migración, recuperación del campo, trabajo para todos, buenos salarios para todos y en donde todos, juntos ahí, comeremos chicharrón. [email protected] Twitter: @joelhsantiago
QMX/jhs