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CIUDAD DE MÉXICO, 11 de junio de 2025.- En un país donde los edificios representan casi el 30 por ciento del consumo energético nacional y las ciudades continúan expandiéndose sobre ecosistemas frágiles, el especialista en arquitectura y sostenibilidad Ernesto Mizrahi destacó la tendencia que se aprovecha en otras partes del mundo para incorporar materiales vegetales al proceso de construcción: la arquitectura vegetariana.
En una curiosa analogía en la que se ha planteado que el planeta y específicamente el sector de la construcción tiene un problema de sobrepeso, por el tipo de materiales empleados, agregó, la arquitectura vegetariana luce como una alternativa no solo amigable sino sostenible.
El especialista mexicano explicó que esta visión arquitectónica se basa en la utilización de materiales vivos, renovables y de bajo impacto ambiental, como el bambú, el corcho, el cáñamo o la caña mediterránea. La propuesta es reemplazar “la dieta pesada de acero, hormigón y vidrio” por una construcción más ligera, flexible y conectada con los ciclos de la naturaleza.
La arquitectura vegetariana es, literalmente, una dieta verde para las ciudades; es decir, si cambiamos los materiales de los muros, transformamos la salud del planeta”, apuntó.
El experto mexicano indicó que así como se ha encontrado utilidad en materiales de origen vegetal para sectores como el textil, alimenticio o farmacéutico, su incorporación al sector de la construcción atraería también diversos beneficios tanto en técnica como en durabilidad.
El corcho, por ejemplo, indicó que podría convertirse en una piel inteligente para diversos tipos de edificaciones, por tener propiedades para regular la temperatura y crear microhábitats de musgos que ayudarían a regular la temperatura en las ciudades.
Por otro lado, el bambú, con un ciclo de crecimiento de apenas cuatro años, es súper resistente a la compresión del hormigón y la relación peso-fuerza del acero.
El cáñamo, por su parte, captura más CO₂ que la mayoría de los bosques tropicales y, mezclado con cal y agua, se convierte en un bloque que respira y regula la humedad interna sin perder resistencia al fuego. No se trata solo de reducir emisiones, se trata de edificar construcciones con capacidad para devorar carbono desde el día cero”, apuntó Ernesto Mizrahi.
El especialista en arquitectura y sostenibilidad destacó que México tiene acceso a estos materiales vegetales con los que, además de generar una renovación para el sector de la construcción, se estaría generando un modelo de economía circular benéfica para diversas regiones.
Mencionó el potencial de la caña mediterránea (arundo donax), que crece de forma silvestre en muchas regiones de México como Veracruz, Chiapas o el Bajío, que podría ser empleada para erigir domos ligeros sin recurrir al acero.
Su flexibilidad natural, permite crear cúpulas autoportantes con la mitad de la huella hídrica de un techo de concreto. Del mismo modo, el corcho, cuya importación desde la Península Ibérica podría sustituirse por proyectos agroforestales nacionales, puede activar cadenas productivas rurales”, indicó.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), agregó, el sector de los edificios y la construcción fue responsable del 38 por ciento de las emisiones globales de CO₂ relacionadas con la energía en 2019, considerando tanto las emisiones operativas de los edificios como las derivadas de la industria de la construcción.
Frente a ese panorama, Ernesto Mizrahi propone “pasar de la neutralidad a la huella negativa”, es decir, que los inmuebles capturen más CO₂ del que emiten durante todo su ciclo de vida.
La responsabilidad de nuestra generación es que las calles dejen de ser factorías de smog y se conviertan en pulmones urbanos capaces de devolver vida a los ríos y suelos que hemos degradado”, enfatizó.