Itinerario político/Ricardo Alemán
EL TERCER DEBATE Y EL MOMENTO DE LAS DEFINICIONES
En este proceso electoral, donde la mayoría de las campañas municipales y estatales fueron bastante opacas y mediocres, además de que han estado cubiertas de sangre y luto, los candidatos presidenciales llegan a su tercer debate y al momento de las definiciones. El debate, sin duda, será el más intenso que los dos anteriores y es de esperarse que tanto Ricardo Anaya Cortés como José Antonio Meade sacarán toda la basura posible para derramarla en Mérida, en contra de Andrés Manuel López Obrador, que les lleva el doble de delantera en todas las encuestas.
Sobre las propuestas, simplemente son supuestos que deberían difundir por otros medios –incluyendo impresos– y no caer en la hipocresía de difundirlas en unos cuantos minutos sin darle claridad a los “cómos” y con un público que está cada vez más cerca de decidir a quién le dará su voto o lo anulará. En fin.
Por ello, las únicas diferencias que habrá con relación a los dos anteriores debates, además del cambio de escenario y de región, han sido la evolución que ha tenido la economía con incrementos desmedidos en combustibles y alimentos, paridad frente a otras monedas a la baja, establecimiento de aranceles y negociaciones sobre el TLC estancadas y que ya va a comenzar el mundial de futbol con una selección mexicana que genera más dudas que certidumbre y con un mercado de comercialización desmedido, gracias a los monopolios televisivos. En realidad, son acciones que afectarán a poco más de 129 millones de mexicanos.
Lo que queremos ver en estos debates es un pleito donde saquen la ropa sucia de todos. Así tendremos una radiografía de los que aspiran a gobernarnos. Ellos son los únicos preocupados porque no haya sangre en el ruedo, pero los mexicanos veremos en esos espacios el verdadero rostro de esta nueva clase política cobijada por estructuras de partidos políticos obsoletos. Por cierto, López Obrador, mantendrá la estrategia de los chistes y evitar al máximo no “calentarse” para evitar sacar su verdadero rostro de intolerancia y que ahora le achacan sus adversarios.
Ricardo Anaya Cortes, como ya lo comentamos, se lanzará contra López Obrador y José Antonio Meade, y aprovechará para repartir golpes a diestra y siniestra. Todos, prometerán traer prosperidad, libertades, seguridad e incluso felicidad, cosa que incumplió en todos los sentidos Enrique Peña Nieto. Es más, la violencia exacerbada en todo el territorio nacional se la debemos más al mexiquense de copete, que al pelón michoacano.
Las políticas neoliberales, que han mostrado su absoluto fracaso, han sido las respuestas de los gobiernos panistas y priístas de los últimos 24 años y son parte de la explicación de la rabia social, pues millones de ciudadanos fueron testigos de cómo sus autoridades y representantes elegidos democráticamente, optaron por salvar a sus amigos, dando prioridad a los intereses financieros y no a las personas, sus hipotecas, sus empleos, etc.
Hoy, la indignación social se vuelve exponencial por las redes sociales. Así, líderes carismáticos de todo el mundo han encontrado terreno fértil para ganar votos y adeptos por el hartazgo social; el fenómeno AMLO no debiera sorprendernos, y es que en el mundo un coctel de populismo, antisistema y la crisis de los partidos políticos tradicionales se ha convertido en un fenómeno global que se alimenta de una sociedad desencantada con los resultados que ha traído la supuesta democracia. El discurso de polarización ha resultado exitoso en los movimientos sociales, entendidos éstos como acciones colectivas organizadas y que permanecen en el tiempo recurriendo a acciones a fin de impedir o de lograr ciertos cambios. Si bien los movimientos sociales surgen motivados por las desigualdades económicas y tienen su auge en la década de los sesentas, como lógicas de participación ciudadana, hoy dichos movimientos se amplían. Destacan, por su relevancia, el feminista, ambientalistas, obrero, magisterial, antimilitarista y antiglobalización, entre otros.
La labor de los movimientos sociales es presionar al poder político mediante reivindicaciones concretas o en crear alternativas, o en su caso llegar al poder, como es el caso del movimiento de AMLO. La socialización de sus causas hace visible sus demandas y es en donde ganan adeptos a sus causas. ¿Es el futuro de los partidos políticos convertirse en movimientos ciudadanos? ¿Qué futuro les espera a los partidos políticos?
Quizá la respuesta vaya en muchos sentidos. Los partidos políticos, como intermediarios con la sociedad, no sólo como maquinarias del poder, no han sido capaces de ser los interlocutores con la misma sociedad y la oferta que prestan a los ciudadanos resulta ser sumamente pobre, además de que las diferencias ideológicas no han resultado en una actuación frente a la ciudadanía. La mafia del poder es, al final de cuentas, es la responsable por sus actos de llevar a la formación de alternativas que se amalgaman por un liderazgo y que es capaz de ser la daga que apuñale a la propia ciudadanía, la cual, ya está harta. Los partidos políticos y sus obsoletas estructuras han hecho evidente su colusión con el poder más corruptor, con los poderes fácticos legales y no legales, alejado y enfrentado con la sociedad que convalece y que quizá ya ha llegado el momento que a los partidos les aplique la eutanasia.
El sistema de partidos, tal y como lo hemos conocido en México, ha pasado de ser de un partido hegemónico a un sistema competido, convalece y su eventual muerte traerá un cambio de régimen, pues a sólo tres semanas de la elección presidencial, el énfasis del proceso electoral ya no está en la contienda callejera, sino en qué tipo de arquitectura de gobierno tiene el puntero en preferencias y que tipo de modelo económico pretenderá imponer. Pero, sobre todo, como cumplirá con tantas promesas de esperanza y felicidad. Esperemos que ya se frene la violencia.
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