El agua, un derecho del pueblo
Diferentes visiones sobre el holocausto, los sacrificios humanos, suicidios y costumbres ancestrales.
A lo largo de la historia nos hemos encontrado con distintas visiones de cómo nuestros ancestros han visto el desarrollo y exterminio de civilizaciones. Las culturas azteca, maya e inca, tres de las más fascinantes de la historia antigua de América –nombre que a este continente, por cierto, le impusieron los propios europeos– y cuyas monumentales pirámides han logrado permanecer en el transcurso del tiempo, consideraban que los sacrificios humanos eran necesarios para alimentar a sus dioses y asegurar la supervivencia de su pueblo, eran una parte fundamental de su religión y simbolismo.
La realización de sacrificios humanos se llevaba a cabo a través de rituales muy elaborados, que se realizaban en determinadas fechas del calendario, y que involucraban diferentes ceremonias y penitencias. El autosacrificio, asociados a las guerras y a los rituales agrarios, eran algunos de los rituales que implicaban sacrificios.
Por ejemplo, los sacrificios humanos aztecas han sido objeto de controversia y debate a lo largo de los años. Algunos los consideran actos de barbarie y crueldad, mientras que otros los ven como una parte esencial de su cultura y religión. Las víctimas de dichos sacrificios eran hombres, mujeres y niños, guerreros y prisioneros de guerra, penitentes y voluntarios, y formaban parte de lo sagrado. Los sacrificios humanos eran una parte importante de la vida social y religiosa de los aztecas, y los sacerdotes eran los encargados de llevarlos a cabo.
Los conquistadores españoles, como lo podemos constatar en diversos libros como Las Cartas de Relación, de Hernán Cortés; Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo; Historia general de las Indias. Francisco López de Gómara; La visión de los vencidos. Miguel León Portilla: Historia general de las cosas de la Nueva España. Bernardino de Sahagún; La conquista de México, de Hugh Thomas y La conquista de México, de Iván Vélez, entre otros, se sorprendieron porque desde su hipócrita perspectiva esa era una absoluta barbarie, pero no era barbarie, el exterminio, las matanzas, las violaciones y las enfermedades que trajeron los integrantes de las comunidades nativas y que, en menos de una década, aniquilaron a más de un millón de sus integrantes. Ambiciosos y sanguinarios estos mercenarios europeos, en su mayoría españoles y portugueses –-los ingleses, franceses e italianos son otra historia– venían por el oro y la plata y no les importó someter a la fuerza a los pueblos originarios e imponerles una nueva religión a punta de hierro y sangre.
En este texto, breve, solamente estamos explorando superficialmente los diferentes aspectos de los sacrificios humanos de los aztecas, desde su religión y simbolismo. Y también, como desde la perspectiva occidental, no se comprendió en su momento este aspecto cultural-religioso. Ahora, 500 años después de la caída y destrucción de México-Tenochtitlan y la construcción de la Ciudad de México sobre sus ruinas; surgió la polémica generada por López Obrador por su demanda a la corona española de una petición de perdón a los pueblos originarios –por la destrucción de su universo y la imposición violenta de otro, opuesto y ajeno–, como condición para iniciar un proceso de reconciliación entre México y España, lo cual, a mi juicio, es un absurdo. En primera, porque cuando ocurrieron dichos acontecimientos, no existía en reino de España, sino los reinos de Castilla y Aragón. Y en segunda, igual de importante, era otro mundo, del cual no se puede juzgar ni opinar después de tanto tiempo transcurrido.
¿Se acuerdan de los kamikazes, los soldados suicidas de japón?
En la Segunda Guerra Mundial, en el Pacífico, surgieron los kamikazes, que eran pilotos japoneses, la mayoría de ellos estudiantes universitarios. Kamikaze es un término japonés que significa “viento divino”. Ellos fueron voluntarios, muchos de ellos impulsados por la lealtad a su patria y su veneración por el emperador. Eran entrenados apresuradamente para una tarea que precisaba más determinación que pericia. Todos profesaban una religión ancestral.
Los kamikazes habían hundido 34 buques de guerra aliados y dañado otros 368, provocando 9,700 bajas. Al final de la contienda, en el bando japonés murieron hasta 4,000 pilotos suicidas, cuyo sacrificio fue infructuoso. Cuando el emperador Hirohito se rindió, luego de que Estados Unidos ya había arrojado la primera bomba atómica, en agosto de 1945, el almirante Onishi siguió el mismo camino que sus malogrados kamikazes y se suicidó.
«Me han regalado la fantástica oportunidad de morir. Este es mi último día. Caeré como la flor de un radiante cerezo». Así de rotundo se mostraba Isao Matsuo, piloto kamikaze japonés que se suicidó a bordo de su avión intentando provocar el mayor daño posible al enemigo en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y cuyo testimonio permanece en el principal museo de Japón.
En la perspectiva de acaso comprender lo que está ocurriendo en el territorio israelí, tendríamos que analizar, aunque sea brevemente que la historia de los judíos comprende un conjunto de hechos históricos relevantes para el pueblo o nación que desciende de los patriarcas hebreos, especialmente de Jacob, quien en la Biblia es renombrado “Israel”. La historia judía es la historia del pueblo judío, y no exclusivamente la historia del judaísmo como religión.
¿Por qué odiaba Hitler a los judíos?… El origen del odio contra los judíos de Hitler es desconocido. Él describe su pensamiento como antisemita en su libro “Mi lucha” como el resultado de una larga lucha personal. En el período en el cual él vive y trabaja como pintor en Viena, su aversión a todo judío se hizo realidad. Sobre el porqué del antisemitismo de Hitler existen también numerosas versiones. Una de ellas, en parte de su propia ascendencia judía. Otra declaración por el antisemitismo está asociadas a un trauma causado por un ataque con gas venenoso en la Primera Guerra Mundial. También hay teorías que sugieren que Hitler tenía una enfermedad venérea, contagiada por una prostituta judía. Para todas estas explicaciones no hay ninguna prueba certera de las mismas.
Lo que sí sabemos es que dos políticos austríacos tuvieron un efecto significativo sobre el pensamiento de Hitler. El primero, Georg Ritter Von Schönerer (1842-1921), era un nacionalista alemán. Opinaba que las regiones de habla alemana austro-húngara debían unirse al imperio alemán. Según él, los judíos no podían ser ciudadanos alemanes plenos. Del segundo, el alcalde de Viena Karl Lueger (1844 1910), Hitler aprendió como el antisemitismo y las reformas sociales podrían ser exitosas. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los nazis pasaron al asesinato en masa. Casi seis millones de judíos fueron asesinados durante el Holocausto.
Pocos se acuerdan que, durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich, Alemania, once miembros del equipo olímpico israelí fueron tomados como rehenes y asesinados por un comando del grupo terrorista Septiembre Negro, una facción de la Organización para la Liberación de Palestina, liderada entonces por Yasir Arafat. Poco después del comienzo de la crisis, los miembros del comando demandaron la liberación de 234 prisioneros alojados en cárceles israelíes, así como de los fundadores de la Fracción del Ejército Rojo.
Los atacantes, que contaron con asistencia logística de grupos alemanes neonazis, asesinaron a once atletas y entrenadores israelíes y a un oficial de la policía de Alemania Occidental. Cinco de los ocho miembros de Septiembre Negro resultaron muertos por la policía durante el fallido intento de rescate de los rehenes. Los tres secuestradores que sobrevivieron fueron detenidos, pero liberados tan solo 53 días después tras el secuestro de un avión de Lufthansa. Israel respondió a los asesinatos organizando las operaciones bélicas Primavera de Juventud y Cólera de Dios, con el objetivo de castigar colectivamente a todos los responsables de la masacre.
Ahora, nuevamente estamos entre la espada y la pared. Unos están a favor del pueblo palestino y avalan los ataques injustificados de Hamás en contra de la población civil Israelí. Otros están a favor de la nación israelí y también apoyan las masacres que están llevando a cabo en venganza por los ataques de Hamás. ¿Y usted qué piensa?
Andrés Manuel López Obrador, al fijar la postura del gobierno de México, dijo hace una semana: “Nosotros respetamos al gobierno de Israel y muchísimo más al pueblo de Israel, pero nosotros no queremos la guerra. Nosotros no queremos la violencia, nosotros somos pacifistas y no queremos que pierda la vida ningún ser humano de ninguna nacionalidad, sean de Israel o sean palestinos, queremos que se garantice el principal de los derechos humanos que es el derecho a la vida. Nuestro respeto y nuestras condolencias al pueblo de Israel; nuestro respeto y nuestras condolencias al pueblo palestino y a todos los pueblos que sufren por la violencia y lo que tenemos que procurar es construir la paz para que nuestros pueblos no sufran”, indicó. El subrayado es mío.
Pero no ha sido autocrítico, con respecto a las más de 300 mil muertes ocurridas en nuestro país en lo que va de su sexenio, producto de la violencia interna. Una guerra silenciosa, no declarada y provocada por el florecimiento de grupos criminales y la falta de acción gubernamental en contra de ellos. Y nuevamente, estamos ante la perspectiva de un vaso medio lleno o medio vacío. ¿Se justifican las matanzas? ¿Se necesita ser tan hipócrita para ser candil de la calle y oscuridad en tu propia casa? ¿Se puede acusar penalmente a un presidente y sus colaboradores por el fallecimiento de 700 mil personas ocurridas durante la pandemia de Covid por el manejo irresponsable de este asunto? Porque esto no es un tema de los “conservadores”, es un asunto de ética política y honradez moral que, por lo visto, no tienen.