Corrupción: un país de cínicos
50 años después del 2 de octubre: que se conozca la verdad y se desmitifiquen los mitos
Ahora que se conocen varios documentos desclasificados de las distintas agencias intervencionistas del gobierno de los Estados Unidos, sobre lo ocurrido en México antes de la inauguración de los juegos olímpicos de 1968, irónicamente calificados como “los juegos de la paz”, así como los diversos libros y testimonios fílmicos y televisivos que varios de los protagonistas –muchos de ellos ya fallecidos — hicieron en su momento, así como las memorias de los generales Marcelino García Barragán y Luis Gutiérrez Oropeza, valdría la pena reconstruir todo lo ocurrido y que se desmitifiquen los mitos.
Con todos esos documentos desclasificados y que ahora son públicos, incluyendo uno en donde se revela que el entonces agregado militar de la embajada de Argentina en México, “asesoró” a los militares y policías políticos mexicanos para torturar a los detenidos, sería razonable constituir una Comisión de la Verdad, sobre los crímenes de Estado, constituido por historiadores y sociólogos de diversas universidades y que en un plazo razonable emitieran un veredicto, donde condenen públicamente el papel que tuvieron jueces, magistrados, ministros, funcionarios de diversos niveles de gobierno, así como diputados y senadores.
En pocas palabras. Que esa Comisión de la Verdad, condene al Estado Mexicano y obligue a las nuevas autoridades a que no vuelvan a repetirse actos como estos.
Como lo sostuve en la columna anterior, escribir sobre la herencia que nos dejó como sociedad el movimiento estudiantil de hace 50 años, llevaría mucho espacio que no es posible abordar en este texto. Sin embargo, hago memoria de algunas conversaciones con los difuntos Eduardo Valle Espinosa, Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Luis González de Alba, el ingeniero Heberto Castillo Martínez, Raúl Álvarez Garín, Fausto Trejo y otros que todavía viven como Marco Ávila Cadena, Gilberto Guevara Niebla y Sócrates Amado Campos Lemus.
Hay cosas que deben que esclarecerse. Hace una semana, Carlos Loret de Mola, en su noticiero matutino, invitó a Sócrates Amado Campos Lemus y a Salvador Martínez della Roca “El Pino” para hablar sobre lo ocurrido ese 2 de octubre. Ambos fueron dirigentes estudiantiles. El primero del IPN y el segundo de la UNAM. A Sócrates le dijo que lo acusaban de haber “vendido el movimiento” y Salvador le dijo al propio que Sócrates siempre se le acusó de estar ligado a la policía, aunque de inmediato, aclaró, “se dice, pero no me consta”.
(Campos Lemus pasó a la historia a partir del mitin del 27 de agosto de 1968, frente a Palacio Nacional, el entonces pasante de la Escuela Superior de Economía le propuso a cientos de miles de personas citar al entonces presidente Gustavo Días Ordaz en la Plaza de la Constitución para llevar a cabo un diálogo con él. “¿Compañeros están de acuerdo que el diálogo público sea en esta Plaza de la Constitución el día primero de septiembre a las 10 de la mañana?”, propuso Campos Lemus y los centenares de voluntarios permanecerían en el Zócalo hasta el día en que el presidente debía rendir su cuarto informe de gobierno. Pero la misma noche del 27 fueron desalojados por el Ejército).
Sócrates Amado Campos Lemus tenía apenas 22 años en 1968. Oriundo de Oaxaca, fue una de las caras visibles del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en el movimiento estudiantil en aquellos años. El 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas, Campos Lemus sería recordado porque, cuando una bengala roja fue lanzada desde un helicóptero, él tomó un micrófono y gritó: “¡No corran, compañeros! ¡Es una provocación!”, un acto por el que lo critican hasta el día de hoy. De inmediato comenzaron los balazos.
El general Luis Gutiérrez Oropeza dice en sus memorias que Sócrates llegó a la plaza de Tlatelolco a bordo de un automóvil junto con tres estudiantes más y que los cuatro portaban pistolas y metralletas cortas. Señala también que recibió financiamiento del director de la CIA en México. Pero los integrantes del Batallón Olimpia que detuvieron a Campos Lemus y a otros de los dirigentes estudiantiles en el Edificio Chihuahua de Tlatelolco, jamás mostraron dichas armas.
Sócrates, como los demás fue torturado en el campo militar. Según dicen, proporcionó nombres y datos acerca de los líderes del Consejo Nacional de Huelga (CNH). En una declaración, publicada el 6 de octubre de 1968 en la prensa, afirmó que el movimiento estudiantil disponía de “columnas armadas de seguridad”, lo que le valió ser llamado “mentiroso y delator”, cargos que ha rechazado siempre. Estuvo encarcelado en Lecumberri hasta 1971. Estuvo exiliado en Chile.
Tiempo después, colaboró en el gobierno de Luis Echeverría coordinando el Plan Huicot; además fungió como delegado del FONAFE en Zacatecas, tiempo después dirigió la Casa de Artesanías del estado de Hidalgo.
En 2003, fue llamado por el entonces procurador de la República, general y abogado, Rafael Macedo de la Concha, para trabajar del área de comunicación social de la PGR, puesto que dejó en 2004 tras darse a conocer una serie de fotografías en donde aparece comiendo con los narcotraficantes Juan García Abrego y Juan N. Guerra, del Cartel del Golfo. Esas fotografías, que publicó el diario Reforma, ya habían sido publicadas con anterioridad por la revista Proceso.
Cuando eso ocurrió, Raúl Álvarez Garín, exdirigente estudiantil del 68 y ex compañero de Campos Lemus, fue muy severo en su comentario sobre la trayectoria del exfuncionario de la PGR: “Quizá se movió en una dirección doblegado por el miedo y se agotó como personaje del movimiento del 2 de octubre de 1968 porque hay actitudes que te marcan de por vida y siempre fue fantasioso, mitómano e inconsistente”.
Sócrates Amado Campos Lemus y Gilberto Guevara Niebla viven. No se trata de juzgarlos. No. Cada uno tiene su propia historia y tiene el derecho de defenderla. El propio presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Luis Raúl González Pérez, sostiene que el Estado Mexicano debe comprometerse a no cometer actos, como lo ocurrido la tarde del 2 de octubre de 1968, pero que además es saludable para el país saber realmente por qué ocurrió.
González Pérez fue más allá al reconocer que la represión de estudiantes fue propiciada por el Estado, mismo que ha llegado a tolerar o ser partícipe de otros hechos lamentables como Aguas Blancas, Acteal, Apatzingán e Iguala, dentro del contexto de violencia y descomposición social, del ascenso del narcotráfico y su combate.
Y si el gobierno de López Obrador está dispuesto a crear una comisión de la verdad para conocer lo ocurrido con los 43 estudiantes de Ayotzinapa, debería convocar a una comisión de la verdad que revise toda la documentación y testimonios sobre lo ocurrido en 1968 y haga sus conclusiones y que no sólo se condene a los expresidentes Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, sino a todos los demás protagonistas.
Pero también es importante que no se estigmatice a sus familias y a sus descendientes. Y en eso hay que tener mucho cuidado en no lastimar a quien no tiene la culpa de nada. Y con eso acabamos con los falsos testimonios y los mitos y les dejamos a las nuevas generaciones, una historia, real y apegada a los hechos y lo más cercana a la verdad.