El presupuesto es un laberinto
El nonagésimo aniversario del PRI y la crisis de los partidos políticos
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) llegó a su nonagésimo aniversario rodeado de incertidumbre y con un futuro incierto, pues a diferencia de otras crisis, las condiciones sociales del país han cambiado y el panorama se ve diametralmente diferente, pues los partidos políticos ya no representan una opción para muchos sectores de la población, como un mecanismo de representación social frente a las esferas del poder público y la sociedad ha buscado nuevos mecanismos para canalizar sus necesidades.
Al igual que el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que durante los últimos 30 años mantuvieron el monopolio de la gobernabilidad en la mayoría de los ayuntamientos, los estados, los congresos estatales y el Congreso de la Unión, el PRI está viviendo un proceso de crisis totalmente diferente a las dos anteriores, cuando perdió las elecciones presidenciales ante el PAN.
La primera derrota fue en el año 2000 con Francisco Labastida Ochoa. Ernesto Zedillo reconoció el triunfo de Vicente Fox Quesada. La segunda derrota ocurrió en 2006, Roberto Madrazo perdió ante Felipe Calderón Hinojosa.
En la primera derrota, el PRI gobernaba en 21 estados, contaba con 60 senadores y 211 diputados federales. En la segunda gran derrota gobernaba 17 estados, contaba con 33 senadores y 104 diputados. En 2012 recuperó la presidencia de la República con Enrique Peña Nieto, pero volvió a perder en 2018. Ahora, no sólo perdió la presidencia, la mayoría en el Congreso de la Unión –12 senadores y apenas 43 diputados– y, la mayoría en los congresos de los estados.
Desde que dejó la presidencia del partido, Manlio Fabio Beltrones Rivera, los dos sucesores el michoacano Enrique Ochoa Reza y Claudia Ruiz Massieu, no lograron detener el hundimiento del PRI y ahora hablan de refundar al partido y algunos buscan expulsar de sus filas al ex presidente Enrique Peña Nieto, uno de los responsables de la debacle del partido, por haber permitido tanto corrupción de gobernadores, funcionarios federales y de diversos dirigentes sindicales que van de escándalo en escándalo.
Ahora, buscan democratizar las dirigencias tanto nacional como estatales, con el fin de frenar los cacicazgos, lo que se ve muy difícil, pues las estructuras de poder al interior del partido no están muy bien estructuradas como consecuencia de la pérdida de la Presidencia de la República y, ahora, de la estrepitosa caída de las gubernaturas y las mayorías en los congresos estatales. Es decir, ya no hay tanto dinero público que puedan desviar para mantener las estructuras del partido.
Ahora, buscan la dirigencia del partido, la ex gobernadora de Yucatán Ivonne Ortega; el ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud en el sexenio pasado, José Narro Robles; el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Alito y el líder de los priístas en el Senado, ex secretario de Gobernación y ex gobernador de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio Chong.
El que gane la elección definirá el rumbo del partido o lo sepultará definitivamente, ante el fenómeno llamado Andrés Manuel López Obrador y su nuevo apéndice llamado Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
En cuanto al PRD, ya no queda mucho, solamente el cascarón y por lo que se ve ese partido en un lapso no mayor de seis años podría desaparecer, pues el gran arrastre que logró alcanzar en la zona metropolitana del Valle de México, ya no lo tiene pues se lo arrebató Morena y el PAN si no resuelve su división interna, podría irse debilitando poco a poco.
Lo que es un hecho, es que los partidos políticos, tal y como fueron concebidos en su momento, ya no funcionan. En México, como en la mayor parte del mundo, la credibilidad en los partidos políticos es cada vez más importante e influyente en importantes sectores de la población. Las múltiples quejas acerca del comportamiento de sus integrantes dejan mucho que desear, de ahí que los voluminosos apoyos económicos que se les brindan sean cada vez más criticados, pues no se percibe el beneficio de su permanencia, al menos no en las condiciones actuales.
No obstante, sociólogos, politólogos y académicos coinciden en que el mejor sistema de convivencia democrática para un país es el que se desarrolla con base en los partidos políticos. En las últimas décadas nuestra nación ha experimentado el surgimiento de múltiples partidos, la mayoría ávidos de la riqueza económica que proporciona el Estado mexicano, para luego pretender el poder, propósito esencial de los partidos. Sin embargo, hay amplios sectores que consideran que los partidos deben de generar sus propios recursos para subsistir y que ya no sean financiados por el Estado.
Hay otros que consideran que como sociedad debemos buscar nuevas formas de buscar una representación popular a través de candidaturas independientes, aunque el problema está en la forma en que estas logran su financiamiento.
Otro tema que debe ser analizado con mayor amplitud, es si el árbitro electoral no es muy caro y si es tan confiable como se espera que lo sea. En fin hay mucha tela de donde cortar.