Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Las equivocaciones de López obrador, los anarquistas y marchas
El presidente Andrés Manuel López Obrador, a mi juicio, se vuelve a equivocar, pues los grupos radicales que, embozados, vandalizan en las manifestaciones, destruyendo y pintarrajeando todo lo que encuentran a su paso, incluyendo monumentos nacionales y edificios y comercios, deben de ser detenidos y llevados ante un juez para que paguen los daños que ocasionan. Y si se les tiene que someter de manera violenta, no modo, ellos lo buscaron.
Estos grupos llevan muchos años manifestándose de manera muy violenta en las manifestaciones y en las marchas, aprovechando la oportunidad de una autoridad omisa y sumisa, que les permite una absoluta impunidad. Estos sujetos, hombres y mujeres, que se dicen estudiantes, se la pasan agrediendo de manera impune a los cuerpos policiacos, sin que éstos puedan hacer algo para poderse defender de las agresiones, pues sus mandos les ordenan que resistan. Les avientan gasolina, solventes, cohetones, piedras, todo lo que encuentran; rompen ventanales y vidrios de comercios y edificios públicos y privados, agreden a transeúntes, destruyen mobiliario urbano, con pintura en spray pintarrajean todo lo que se les ocurre.
La semana pasada, el jueves para ser exactos, un pequeño de grupo anarquistas embozados causó destrozos a locales comerciales de la zona centro en la Ciudad de México durante la marcha de aniversario por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. No eran más de veinte los supuestos anarquistas que se incorporaron a la movilización, pero al llegar al Zócalo se les sumaron otros 50 jóvenes, hombres y mujeres, encapuchados o cubierto el rostro con paliacates.
El 16 de agosto pasado, miles de mujeres que pidieron justicia en una concentración en Ciudad de México por los recientes casos de violaciones por parte de policías capitalinos, un nuevo grupo de mujeres anarquistas causaron múltiples destrozos en una estación de transporte público y en mobiliario urbano de la capital.
La concentración, que tuvo lugar en la Glorieta de Insurgentes, cuando diferentes contingentes feministas leyeron manifiestos, mostraron grandes pancartas y danzaron en un círculo en contra de la violencia machista.
Algunas prendieron pequeñas hogueras con sujetadores y otras hicieron pintas en estatuas y suelos con lemas como «No olvidamos ni perdonamos».
«Todas las ciudadanas vivimos en constante peligro, las autoridades nos causan el mismo temor que la delincuencia organizada y estamos aterradas de vivir en este país», incluyeron en un manifiesto una de las agrupaciones asistentes. Los momentos de máxima tensión llegaron después de que las manifestantes decidieron salir de la plaza peatonal y marchar alrededor gritando consignas como «abajo el patriarcado que va a caer, arriba el feminismo que va a vencer».
Las mujeres arremetieron contra los cristales de la estación de transporte público, rompiendo también las máquinas expendedoras de billetes de metro y los carteles publicitarios, al tiempo que varios de los contingentes presentes también prendieron algunas hogueras donde echaron los restos de los destrozos. En esos momentos se dieron algunos enfrentamientos con periodistas que se encontraban grabando la escena y cuya presencia no agradó a las manifestantes que intentaron echarlos del lugar.
El periodista Juan Manuel Jiménez cayó en el suelo mientras retransmitía en vivo para un canal de televisión tras ser golpeado en la cara por parte de un hombre que posteriormente fue expulsado por las manifestantes.
Posteriormente, una parte de la concentración se dirigió a una estación de policía, donde lanzaron objetos incandescentes, generando enfrentamientos verbales con los agentes, y prohibieron el paso de los bomberos que llegaron para sofocar las llamas.
La marcha terminó en la sede de la fiscalía capitalina, donde las manifestantes rompieron un vidrio, realizaron pintadas y arrojaron purpurina rosa sobre el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Jesús Orta, cuando este salió a dialogar con las manifestantes.
Más tarde, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, aseguró que esa protesta «no fue una manifestación, sino una provocación», lo que provocó agitación en redes sociales que caldeó el ambiente. La gobernante capitalina volvió a calificar la protesta de «provocación» e informó que se inició una investigación sobre «las agresiones directas a periodistas, personas y las graves afectaciones a edificios públicos».
«El Gobierno de la Ciudad de México no caerá en la provocación de utilizar la fuerza pública en medio de la manifestación, pues es lo que están buscando», expreso Sheinbaum a través de un comunicado. Además, advirtió a las manifestantes que «la violencia no se combate con violencia» y emitió «un llamado a quienes luchan legítimamente por la defensa de los derechos humanos a que ayuden a generar un clima de paz».
Después de estos actos de violencia en las manifestaciones, el gobierno de la ciudad anunció un “nuevo protocolo” para el desarrollo de las marchas, incluida la del 2 de octubre. Para la marcha del 2 de octubre, dijo la gobernante Claudia Sheinbaum, “estamos en un protocolo para ampliar la presencia policial para la protección de los propios manifestantes y de la ciudadanía frente a este tipo de acciones que son totalmente reprobables y que no tienen nada que ver con las manifestaciones pacíficas, como la manifestación del día de ayer”, explicó la mandataria capitalina.
Sheinbaum insistió que quienes encabezaron estos hechos violentos no son anarquistas, sino son conservadores, en la misma sintonía que el propio López Obrador, sin aportar alguna prueba de sus dichos
“Los actos los reprobamos, son de un enorme conservadurismo, no tiene nada que ver con lo que en su momento defendían, inclusive los propios grupos anarquistas desde nuestro punto de vista y estamos en este diálogo con lo que va a ser la marcha del 2 de octubre”, sostuvo.
Reiteró que se comunicó con los empresarios afectados por lo ocurrido, para ofrecerles su apoyo ya tender las afectaciones; en algunos casos, los establecimientos estaban asegurados, pero no explicó cómo se resolvió.
Por su parte, el secretario de seguridad ciudadana, Jesús Orta, señaló que ya planean la atención para la marcha del 2 de octubre, que incluyen un plan preventivo con vallas y mayor presencia policial.
Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo un llamado a los asistentes a la marcha del 2 de octubre a aislar a los “provocadores” y mantenerlos separados de los contingentes. “Nosotros, que venimos de la oposición, sabemos cómo se puede evitar que actúen provocadores con organización, bastante organización de los manifestantes”.
Además, el mandatario pidió a los manifestantes actuar de manera “pacífica y responsable”. O sea, que antes no lo hacían. Ajá.
Aunque confirmó que sí se realizarán operativos para garantizar la protección de personas, monumentos históricos y comercios, insistió en que su gobierno no reprimirá la protesta social, sino que garantizará las libertades y el derecho de manifestación pues su gobierno no es autoritario.
“Todos tenemos que decir no a la violencia y llamar a todos los que deseen manifestarse a que lo hagan de manera pacífica, están garantizadas las libertades, el derecho de manifestación, no somos un gobierno represor, nosotros surgimos para que nunca más se reprima al pueblo, que nunca más sucedan hechos tan lamentables como la represión del 2 de octubre del 68 a los estudiantes. Nosotros llegamos aquí para que no se repitan esos hechos. Este no es un gobierno autoritario”, dijo López Obrador y confió en en el plan que implementará el gobierno de Claudia Sheinbaum, que estará a cargo de la vigilancia.
En los meses recientes, diferentes monumentos históricos como el Ángel de la Independencia, Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, así como comercios, han sido dañados por contingentes de grupos autodenominados anarquistas, además de que reporteros y reporteros gráficos, así como ciudadanos, han sido agredidos por participantes en las marchas.
El tema da para más.