Escenario político
EL COMPROMISO DE NO FALLAR Y EL PERSONAL ESTILO DE GOBERNAR Y SUS TERRIBLES CONSECUENCIAS
Por: Fernando Ramírez de Aguilar L.
Más que comentar sobre lo ocurrido en lo que va de esta administración, lamentablemente tanto en el gobierno federal como en el gobierno capitalino, la situación imperante es francamente de preocupación, pues no sólo se ha agravado el desempleo abierto y se ha frenado el crecimiento económico, sino porque también el propio Andrés Manuel López Obrador ha reconocido que, en términos absolutos, solamente se ha logrado contener el crecimiento delincuencial –según sus datos–, pero no así su combate frontal, mucho menos su disminución ni tampoco los altos niveles de violencia.
Y es que, en los hechos, independientemente de que varios millones de mexicanos le exigimos al gobierno de Andrés Manuel López Obrador mayor sensibilidad para atender con mayor eficacia y eficiencia –lo más pronto posible–, los graves problemas nacionales que afrontamos, sean económicos, de empleo o de seguridad, le pedimos también que deje de decir sandeces todas los días, que se aplique y, sobre todo, que ya deje de culpar al pasado y a sus antecesores en el cargo de todas sus incapacidades y de todas las medidas que ha tomado y que han sumido al país en una innecesaria incertidumbre.
En el poema atribuido equivocadamente al escritor alemán Bertolt Brecht, pero que en realidad fue escrito por el pastor protestante Martin Niemöller de que “cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio porque no era comunista; cuando encarcelaron a los socialdemócratas me quedé callado porque no era socialdemócrata y cuando los nazis vinieron a buscar sindicalistas y judíos, no pronuncié palabra porque no era sindicalista ni judío y cuando finalmente vinieron por mí, no había nadie que pudiera protestar”, es la enseñanza que tuvimos los mexicanos ante los nefastos gobiernos priístas y panistas y creo que ahora, no estamos dispuestos a quedarnos callados y a dejar que el país se nos vaya de las manos.
Por eso hay un gran malestar colectivo, inclusive por personas que votaron a favor de AMLO. Pero eso no es lo preocupante, sino que hay un malestar más que justificado entre los mandos militares, navales y policías federales, pues los funcionarios que llegaron con Alfonso Durazo Montaño, son incompetentes y estúpidos. Los soldados mexicanos están indignados por hechos que desde los primeros días de este gobierno los han hecho ver como incapaces para cumplir con su trabajo, que no están capacitados para llevar el servicio militar y los han dejado en ridículo.
Ejemplos, sobran. Les ordenaron no agredir ni defenderse. Cuando ocurrió aquella imprudente explosión que mató a centenares de huachicoleros en Hidalgo, los soldados fueron acusados de no haber hecho nada para evitarlo; después las televisoras difundieron con amplitud aquellas imágenes en la Huacana, Michoacán, con la detención de soldados que fueron vejados por parte de autodefensas; los asesinatos de soldados en emboscadas en Guerrero, entre otros casos.
Los hechos recientes en Culiacán generan malestar al interior de las Fuerzas Armadas. Primero, por atribuirles la culpa de haber puesto en riesgo a la población por un operativo que no estuvo bajo su control y responsabilidad; y dos, por haber recibido una amenaza en el alma, en el corazón: sus familias, sus hijos y la seguridad de sus instalaciones estratégicas y privativas. Cuando el crimen se introdujo a las unidades habitacionales militares para amenazar con detonar pipas llenas de gasolina, la indignación y el enojo subió a niveles que amenazan a lo más alto de la institución.
Todos hemos sido testigos como soldados y marinos, desde el inicio del sexenio, han respaldado a López Obrador. E insisto. Y también hemos visto como patrullas militares han sido humilladas y agredidas por turbas pueblerinas que respaldan a las bandas locales de huachicoleros o de presuntos normalistas o de grupos de autodefensa, hasta que se les puso un hasta aquí, mediante un oficio del secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, dirigido a todos los cuarteles del país, para que, aplicando el relativo uso de la fuerza, no se dejen amedrentar, ya se puso a prueba el pasado 15 de octubre, cuando una patrulla castrense abatió a 14 presuntos sicarios en Tepochica, en las inmediaciones de Iguala, Guerrero. Esto, como antecedente de que el 26 de septiembre, tres soldados y dos sicarios fallecieron en una emboscada en contra de los militares en las afueras del poblado El Balzamar, en el municipio de Chichihualco, también en Guerrero.
Me preocupa escuchar a muchas personas que me dicen que están muy indignadas por la carencia de medicamentos e insumos primarios, secundarios y especializados en clínicas y hospitales públicos, que se hayan eliminado todos los apoyos para la cultura, la ciencia, para los pueblos mágicos y la promoción turística, cuando son básicos para el crecimiento económico.
Y ni que decir de haber eliminado la reforma educativa dejando a nuestros niños en manos de maestros ineptos y sindicatos corruptos y su ceguera que no le permite ver que la educación de calidad es la única y verdadera esperanza de que algún día este país pueda ser menos desigual, el México del cual podamos estar orgullosos. A las escuelas privadas las están ahogando con tantas estupideces que se les ocurre en la SEP.
El tratar de establecer los paradigmas del cambio que se quiere imponer en un país que se encuentra en plena crisis económica, provocada, entre otros factores, por la falta de inversión en proyectos productivos regionales –un ejemplo de ello es el Bajío guanajuatense donde las agroindustrias prácticamente desaparecieron porque amplias zonas agrícolas están abandonadas–, cuando las principales fuentes de ingresos provenientes del extranjero provienen de las remesas que envían los connacionales y de una industria turística infectada por una delincuencia que ha venido afectar los flujos de visitantes, principalmente en la Riviera maya, resulta desalentador.
En su personal estilo de gobernar, Andrés Manuel López Obrador, en sus conferencias mañaneras ante un grupo de reporteros dóciles e incondicionales, ha dicho una serie de barbaridades que en los últimos días han sido severamente criticadas en las redes sociales, como consecuencia de lo ocurrido el jueves pasado en Culiacán, Sinaloa.
De sus discursos de no más masacres, de abrazos no balazos, de su fuchi y guácala, de su miedo a usar la fuerza legítima del Estado, de que su gobierno no es represor, de permitir que vándalos hagan pintas y destrozos sin ser detenidos ni reprimidos por la policía, de que los voy a acusar con sus madrecitas y abuelitas., etc., la mayoría ya está harto y exige respuestas, cambios en el gabinete y que cambie de actitud, pero sobre todo, que sea menos dócil con los estadounidenses y que les exija un freno en el tráfico de armas y que combatan a sus propios carteles de drogas dentro de sus ciudades, pues de no hacerlo las matanzas continuarán allá y aquí, inevitablemente.
Y tampoco no se puede dejar a la deriva, aplicando la ley del avestruz, a miles de personas centroamericanas, africanas, asiáticas y de medio oriente en calidad de indocumentadas. Hay que atender el tema y no solamente construir un muro que, finalmente, resultará inútil. El hambre y la necesidad es cabrona. El país requiere respuestas y soluciones y no las tiene.