Torreón y la paz
López Obrador ante la tentación del Reyno y el poder
En estos días pasó desapercibido el fallecimiento de una eminencia de la medicina, de uno de los grandes traumatólogos cirujanos del IMSS y un reconocido catedrático. Me refiero al doctor Fernando Calderón Ramírez de Aguilar. Fue el primer director del hospital de Traumatología del Centro Médico Nacional que llegó al cargo por examen de oposición. Independientemente de que para mí y para mis hermanos fue un privilegio ser su primo hermano, fue uno de los grandes médicos mexicanos que se abrió paso en su camino a base de esfuerzo, estudio y trabajo. Fue un hombre culto, ilustre, muy honesto, que no dejó de leer jamás. Devoraba libros como pocos. Ya estaba retirado y vivía en la ciudad de Oaxaca, la tierra de sus ancestros maternos. Y no podía dejar de mencionar al doctor Calderón pues uno de sus grandes amores fue, sin lugar a duda, el Instituto Mexicano del Seguro Social y lamentaba, las pésimas condiciones en que los gobiernos priístas, panistas y ahora López Obrador tienen una institución tan generosa y necesaria para este país.
La falta de medicamentos e instrumentos de curación, la adquisición de nuevos equipos de tecnología de nueva generación son más que indispensables para que esa plantilla de brillantes médicos y enfermeras puedan cumplir con su cometido, pero sobre todas las cosas, se necesitan programas de largo alcance que permitan que tanto el IMSS como el ISSSTE sean nuevamente instituciones útiles, funcionales operativamente hablando, eficaces y que puedan atender más eficientemente y de manera digna s sus derechohabientes.
Según López Obrador esa encrucijada la va a cumplir en menos de un año. Mientras tanto, las quejas de los ciudadanos que demandan mejores servicios de salud no se hacen esperar y enfermedades que ya se habían erradicado han vuelto a proliferar, principalmente en estos brotes de pobreza extrema y promiscuidad que se da en las caravanas de migrantes centroamericanos. Aunado a ello, el cambio climático, provocará un crecimiento en las enfermedades pulmonares y se ha visto que los virus cada vez son más resistentes a los medicamentos y la Organización Mundial de la Salud está advirtiendo que vienen tiempos difíciles por la proliferación de nuevas enfermedades. Y mientras tanto vemos un Conacyt y otras instituciones prácticamente paralizadas ante este fenómeno mundial.
Por otro lado, Andrés Manuel López Obrador reanudó el año con las conferencias de prensa mañaneras marcando una agenda que solamente le sirve a él y a los medios de comunicación afines, pero no al país. Sus ocurrencias, como eso de rifar el avión presidencial sólo sirven de distractor hacia los grandes y graves problemas nacionales como son la falta de crecimiento sostenido de la economía, el crecimiento de la violencia, el desempleo abierto, pues tan sólo el año pasado se perdieron 36 mil empleos formales de acuerdo con cifras del IMSS, a que no están llegando los flujos de turistas que se esperaban, etc., además de que las olas humanas de migrantes centroamericanos y asiáticos que ingresan por la frontera sur estás imparables.
La violencia está a su máxima expresión y los delitos como extorsión y secuestro han vuelto a repuntar. No está por demás recordar que con ocurrencias y marcando una agenda distractora las cosas van a mejorar. López Obrador está, repito, ante una encrucijada: afrontar los graves problemas que tiene el país con ideas y programas claros y contundentes o seguir soñando con el Reyno y el poder y seguir con sus sueños guajiros o con sus ocurrencias inverosímiles que solamente irritan a las personas pensantes y que afortunadamente son muchas.