El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La crisis de los impresos, la austeridad y la de credibilidad
A sólo unas horas de que tome posesión el nefasto Donald Trump, el gobierno de Enrique Peña Nieto ya tomó una serie de acciones que van desde la designación del nuevo secretario de Relaciones Exteriores, del nuevo embajador de México ante Washington y diversas medidas de “austeridad” para poder hacer frente a las multitudinarias –espontáneas algunas y otras inducidas—protestas por el llamado “gasolinazo”, que cada vez crecen ante los incrementos en el transporte público, en los alimentos y otros productos de primera necesidad.
La crisis económica ha repercutido desde hace tiempo en los medios de comunicación impresos, algunos de los cuales van a desaparecer por diversos motivos. El primero, es que el mercado de la publicidad comercial no ha crecido en términos absolutos; es decir, es el mismo pastel, pero con rebanadas más delgadas, lo que significa una distribución de anuncios más pequeños y más baratos, frente a las tarifas y paquetes que se ofrecen en Internet. Los diarios han perdido prestigio y credibilidad porque en lugar de presentar trabajos periodísticos de investigación y de altísima credibilidad, publican mucha basura.
Además, la competencia con las empresas multimedios, que lo mismo tienen radio y televisión, páginas noticiosas en Internet y publicaciones y suplementos especializados, es muy desigual, pues estos grupos están ligados al poder político y a los grupos de grandes empresarios, por lo que obtienen importantes contratos publicitarios.
Algunos partidos políticos les dieron preferencia a algunos medios, pero ahora ya no los pueden sostener, por lo que han entrado a una crisis de la que se ve muy difícil que puedan salir en el corto y mediano plazo, precisamente por su falta de credibilidad al haber inclinado por hacer un periodismo faccioso. En las últimas semanas hemos visto el conflicto entre la empresa Demos SA de CV, editora de La Jornada, la cual les comunicó a sus trabajadores “la impostergable necesidad de ajustar el contrato colectivo de trabajo a fin de dar viabilidad a la organización y a su producto informativo en las circunstancias actuales, caracterizadas por una crisis generalizada del periodismo impreso, una difícil e incierta situación económica nacional y una distorsión en las finanzas de la propia Demos que ha llevado a destinar más de 90 por ciento de sus ingresos al pago de salarios y prestaciones”.
La distorsión fue un cuantioso fraude que realizaron empleados de confianza. Desde su fundación, La Jornada tomó la determinación de otorgar a sus trabajadores mejores condiciones salariales, así como un alto nivel de prestaciones, incluso a costa de no repartir utilidades a sus accionistas y de sacrificar oportunidades de crecimiento, pero ahora ya es insuficiente.
Ahora, la viabilidad misma de la empresa y del periódico es lo que está en juego. Otros impresos están igual o peores condiciones, como son los diarios La Prensa, Ovaciones, El Sol de México, por mencionar algunos. Pero hay otros, como son los casos de El Financiero, Milenio, El Universal y Reforma en donde ha habido despidos masivos y las nuevas contrataciones son a través de empresas fantasmas y lo mismo están haciendo las televisoras y varias cadenas de radiodifusión.
Esta crisis en los impresos no se podría entender de otra manera, porque está íntimamente ligada a otra crisis y esta es la credibilidad y hay nuevos medios emergentes, muchos de ellos en Internet, que está cubriendo el vacío informativo y de opinión, que corren el mismo riesgo de los tradicionales: Es decir, generar los suficientes recursos para poderse mantener en el mercado.
En cuanto a la crisis de credibilidad de las tres esferas de gobierno –federal, estatales y municipales–, la sociedad está creando sus propios medios de representación y los partidos políticos y sus respectivos legisladores, seguirán apareciendo como una carga económica para todo el país.