Escenario político
La Jornada y su huelga y la violación de derechos constitucionales a los trabajadores de los medios
El conflicto laboral que surgió en el diario La Jornada, viene precedido de una serie de eventos al interior de la empresa editora, entre ellos un gran desfalco económico que varios empleados cometieron y que prácticamente fueron perdonados, pues que se sepa no están los responsables encarcelados ni tampoco devolvieron lo que se llevaron.
Ahora, con el estallido de la huelga, la empresa encabezada por Carmen Lira, esgrime a sus poco más de 300 trabajadores que no puede revisar el contrato colectivo de trabajo por la situación económica por la que atraviesa dicha empresa, no obstante, los contratos de publicidad que le otorgó el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Pero el problema laboral de La Jornada, también tiene que ver con la política editorial. Hace apenas unos cuantos días en el periódico español El País, donde Francesc de Carreras escribió sobre el periodismo de trinchera y explicó que es “aquel tipo de periodismo que contempla la realidad como un campo de batalla en el que se enfrentan buenos y malos y en el cual el periodista, apostado siempre en la trinchera de los buenos, tiene por misión disparar únicamente contra los malos. El periodismo, visto de esta manera, es una forma de hacer la guerra: primero hay que tomar partido, escoger bando y, una vez situado en el mismo, el bando bueno, disparar tus balas –noticias y opiniones– para aniquilar a los malos: nada debes decir a su favor, todo lo que vaya en su contra vale, el contrario es tu enemigo y al enemigo, ya se sabe, ni agua. Con los buenos, los tuyos, la actitud debe ser absolutamente a la inversa.
Dijo que “la objetividad en la trasmisión de los hechos o el conocimiento para argumentar de forma coherente las opiniones, quedan arrinconadas, no forman parte de este tipo de periodismo. Su finalidad es hacer política de parte, en ningún caso suministrar noticias y dar razones para que los lectores, libremente, escojan cuáles son sus opiniones propias. Un periodismo que a veces se autodenomina progresista pero que solo conduce al bloqueo de las mentes. Este tipo de periodismo tiene poco de democrático, mejor dicho, ni siquiera ha asimilado algunos de los grandes valores ilustrados, por ejemplo, la libertad y la racionalidad de pensamiento.
Denunció que este tipo de periodismo “se mueve en el mundo de la fe y las creencias, y el público que lo consume lo que quiere es afirmarse en sus ideas sin que nadie le introduzca duda alguna sobre las mismas. Es un periodismo que a veces se autodenomina progresista pero que no conduce a progreso alguno sino solo al bloqueo de las mentes, al dogmatismo y al fundamentalismo, ya que no parte ni de la libertad de criterio ni de la razón como método para averiguar la verdad.
En ese sentido, apenas ayer, la Junta Local de Conciliación y Arbitraje (JLCA) capitalina, notificó a la guardia del Sindicato Independiente de Trabajadores de La Jornada (Sitrajor), a la representación legal del sindicato y al de la empresa Demos Desarrollo de Medios SA de CV, que declaró inexistente la huelga que estalló el viernes 30 y que tienen 24 horas para que regresen a trabajar o la empresa terminará la relación laboral con los huelguistas.
Entre los argumentos de la junta para declarar la inexistencia están que no suspendieron labores ni abandonaron instalaciones, la falta de legitimación sindical, que no existía legitimación de la causa, la inexistencia de objeto de la huelga, y que no se puede revisar el contrato colectivo de trabajo por la situación económica por la que atraviesa la empresa, entre otros.
Algunos opinan que lo de la huelga en La Jornada no es otra cosa más que el principio del fin de varios, por no decir que, de todos los medios de difusión, que critican al Sistema Político y en particular, al gobierno del presidente Peña Nieto.
Otros más consideran que la empresa editorial falló en su política comercial y que ya no hubo ya ingresos suficientes para seguir cumpliendo con el pago de salarios a sus empleados, tanto de los talleres como de la redacción, por lo que el Consejo de Administración determinó que se redujeran los sueldos –se habló del 50 por ciento-con la advertencia de que quienes no estuvieran conformes podrían renunciar, siendo indemnizados conforme a la Ley.
Sin embargo, los líderes del movimiento de huelga, se negaron a eso y en su pliego petitorio acusaron que en vez de bajarles a ellos su salario deberían bajárselos a los funcionarios de la Empresa Editora y, como no hubo respuesta satisfactoria para tal reclamo, decidieron estallar la huelga.
El gran reportero Carlos Ferreyra consideró que “los que nacen bajo el manto de la sagrada madre izquierda, son intocables. Sus bonos se elevan a niveles de altar y pobre de aquel que se atreva a cuestionarlos o a intentar exhibirlos. Ellos son, en mucho, responsables de los atropellos contra los reporteros, la clase más baja –a la que pertenezco– y desamparada del periodismo nacional. Historias interminables…
“La desmemoria conveniente. No se trata precisamente de desmemoria, tampoco de memoria selectiva, sino de memoria conveniente. Eso es lo que están usando críticos y defensores de “La Jornada” que evaden por todos los medios recordar la génesis de ese diario, producto de otro despojo a periodistas. Nada nuevo, pues.
Expuso que tras la aparición de “Unomásuno” y la creación de formas novedosas de presentar la información, de reportear e incluso de elaborar un medio de fácil manejo, varios años trabajamos con la convicción plena de que conformábamos una empresa cooperativa de la que los trabajadores éramos dueños y en la que no había candados ni límites como existían en el diario de Julio Scherer.
Todo bien, hasta que nos enteramos que paralelamente se había creado, por Manuel Becerra Acosta, claro, una empresa paralela, sociedad anónima que se apropió del cabezal y de las instalaciones. Para los trabajadores quedaba el romanticismo de laborar “cooperativamente”, pero sin nada tangible. Las asambleas de la cooperativa eran dirigidas por Manuel, impositivo, en muchas ocasiones majadero con los reporteros, acompañado de Héctor Aguilar Camín quien era su seguidor más fiel, su can cerbero. Nos enteramos que Carmen Lira, que convocó a una asamblea para decidir si seguía siendo cooperativa o se optaba por un sindicato, estaba en la nómina empresarial y era miembro del Consejo de Administración de la misma. Carlos Payán, segundo de a bordo de “Unomásuno”, nadaba de a muertito, pero como el titiritero atrás de la Lira.
En fin. Todo sea por el periodismo sectario y de trinchera.