La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Crisis a mitad del sexenio, entre la legitimidad y la sucesión
Felipe de J. Monroy*
El extraño episodio entre Ricardo Anaya y el gobierno de la República que se ha elevado a interés público revela que la sucesión del 2024 no sólo adelanta una alternancia de liderazgos políticos sino que implica la apuesta entera de un cambio de modelo, comienza a dibujar una crisis de legitimidad que puede ser capitalizada por los más inverosímiles personajes.
Vamos por partes. El triunfo de López Obrador en 2018 ha sido, para infortunio de sus correligionarios, el pináculo de todos los logros en la administración. Por ello, no es extraño que el discurso presidencial retorne incesantemente a ese significativo e inapelable momento en que democráticamente el pueblo puso toda su confianza en su persona; así como tampoco extraña que su narrativa política se sustente enteramente en la identidad de la ‘Cuarta Transformación’ y no en la eficacia de la administración pública.
Para López Obrador, la ‘Cuarta Transformación’ ha sido aquel instante en que una ciudadanía muy bien representada en votos favoreció un viraje del sentido político tras reconocer que el sistema precedente -el prianismo- ya no gozaba de suficiente legitimidad. La actual administración, por tanto, se ha visto obligada a balancear la eficacia de su operatividad (donde por desgracia no ha tenido resultados contundentes y sí varios descalabros) mientras intenta construir o mantener esa nueva estructura social que conserve la esperanza en el sentido de la ‘transformación’ aun cuando los indicadores de éxito sean más bien escasos si no es que ausentes.
Como lo apuntó Martin Lipset en ‘El hombre político’: «La legitimidad implica la capacidad del sistema para engendrar y mantener la creencia de que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas para la sociedad». El ‘prianismo’ o lo que López Obrador llama ‘la ideología neoliberal’ primero cayó en una crisis de legitimidad evidentemente por la corrupción y el compadrazgo de privilegios; y que dio paso a una crisis de cambio social expresada en las urnas hace tres años.
El problema es que este régimen, al generar sus nuevas instituciones, no ha logrado convencer -en términos de evaluación y percepción- que son las que la sociedad verdaderamente requiere. Las inmensas expectativas y esperanzas que la población decidió apoyar hace tres años ahora se inclinan hacia el terreno de lo irrealizable, de la utopía y de la insatisfacción. Por si fuera poco, continúa Martin, «el derrumbamiento de la eficacia, repetidamente o por un largo periodo, pone en peligro hasta la estabilidad de un sistema legítimo».
Y justo ese es el fértil terreno para que aparezcan oportunas y oportunistas narrativas de la oposición y que comienzan a tomar sentido entre la gente; incluso a pesar de la torpeza discursiva o la falta de credibilidad de algunos personajes que se autodenominan ‘perseguidos políticos’, ‘víctimas del régimen’ y hasta como ‘honestos ciudadanos preocupados por el futuro del país’.
Por ello, la aparición de una narrativa política que pretende hacer pasar a un oscuro personaje por un ‘inocente, heroico, brillante, popular y valiente opositor al régimen’ a la mitad del camino de un sexenio que ha representado un rotundo golpe de timón social, no es un hecho anecdótico. Es el inicio de un intenso proceso de sucesión que, de antemano intuyo, apelará a la crisis de cambio social.
Este episodio -y los que han de venir- revela la radical negativa tanto del gobierno como de la oposición a participar formal y respetuosamente en un estado moderado de conflicto; anticipa una cruda campaña sin tregua que preferirá rasgar el tejido social antes que perder fueros en la guerra por el control de la distribución de la renta nacional.
En conclusión, el juego de la sucesión ha comenzado y me temo que si las estructuras intermedias de la sociedad no ponemos de nuestra parte, este adquirirá matices dramáticos por la alta apuesta que han puesto los antagónicos en la mesa de nuestra vida democrática. Porque si la victoria política de unos será la derrota moral de los otros; cualquier estratagema -por alucinante y riesgosa que parezca- podemos esperar.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe