Teléfono rojo/José Ureña
No hay día que nuestro país no se estremezca por un hecho de inseguridad y violencia extrema que enluta a la sociedad y llena de miedo y frustración a cientos de familias.
Sin embargo, el grupo en el poder es inmune al dolor del pueblo y se niega a rectificar el camino e implementar acciones efectivas que frenen la impunidad y prepotencia con que los criminales agreden día y noche a la sociedad civil.
Las y los gobernantes deben atender y responder al interés público, gestionando con eficacia y oportunidad las acciones que solucionen los problemas generales. Y para ello, deben demostrar en todo momento colaboración, innovación, capacidad de cambio y adaptación, corresponsabilidad y apertura.
No obstante, a todas y todos los mexicanos nos ha quedado claro que el gobierno de Morena no tiene una estrategia clara, definida ni responsable en materia de seguridad y en su lugar, utiliza como carne de cañón a las y los mexicanos que integran la Guardia Nacional, quienes sin armamento, equipamiento, alimentos, alojamiento ni descanso deben cumplir con extenuantes jornadas de trabajo, a la intemperie y en constante acecho de los criminales.
Ningún servidor público mexicano merece el grado de maltrato, negligencia y omisión del que son objeto nuestros guardias nacionales por parte del gobierno de Morena. Y justamente, porque no quieren aceptar que no les interesa entender el problema ni solucionarlo, pretenden que la Guardia Nacional sea absorbida en su totalidad por el Ejército, para desentenderse completamente del tema y seguir haciendo lo que sí les interesa: vivir del presupuesto y armar su clientela electoral.
Es inconcebible que con la epidemia de inseguridad, violencia y muerte que padecemos en el país, el gobierno se atreva a decir que vamos muy bien y que no se requiere hacer nada más en favor de la seguridad y paz en México.
Con esa máscara pretenden resguardarse de una verdad evidente: no saben qué hacer. Esa es la razón que está matando a diario a civiles inocentes, policías y militares. Ése es el grado de irresponsabilidad que ya vimos en la pandemia de SARS-CoV-2, cuando todo apuntaba a que nos iba a caer una ola gigantesca de enfermedad y muerte y el gobierno de Morena optó por cerrar los ojos y decir que no era cierto. Ahí los efectos devastadores que seguimos padeciendo.
Y así está pasando exactamente con la inseguridad. Mientras en Palacio Nacional cierran los ojos y se van a jugar Béisbol, el crimen organizado campea a sus anchas, expande sus actividades y se apodera de mayor territorio.
México no aguanta más la indolencia gubernamental frente al crimen. Es mentira que se estén atacando las causas y que estemos arrebatando a la juventud del crimen, todo lo contrario, con la cancelación de servicios públicos de calidad, educación mal gestionada, cierre de fuentes de empleo y falta de oportunidades, el gobierno de Morena está creando un campo fértil para que el crimen siga haciéndose de gente joven para sus actividades ilícitas.
La expresión con que el Papa Francisco lamentó el asesinato de dos misioneros jesuitas en nuestro país, Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, así como de Pedro Palma Gutiérrez, retrata la crisis a la que el gobierno nos ha conducido y quiere seguirnos sumiendo: “¡Cuántas muertes en México!”.
Por ello, desde el Congreso y los gobiernos estatales y municipales, el PRI no se detendrá en su exigencia de solucionar el tema de la inseguridad, respaldando plenamente a nuestros guardias nacionales, restableciendo los fondos que el gobierno federal quitó a Estados y Municipios para temas de seguridad y con acciones que recuperen la sociedad de oportunidades que teníamos y que Morena nos está quitando.
Por el presente y futuro de México, no dejemos que Morena siga destruyendo a nuestro país.
*Presidente Nacional del PRI.