Teléfono rojo/José Ureña
Anaya encubridor de Mancera
Ricardo Anaya va a distinguirse como el primer candidato presidencial del PAN que vendió un puente de impunidad a un gobernante que salido de otro partido ni siquiera perteneció a él, en este caso, Miguel Ángel Mancera, a pesar del descontento en la capital del país y en contra de la opinión de los panistas desplazados de la misma posibilidad y de los procesos internos de los panistas.
Anaya está pagando un acuerdo.
Mancera, el gobernante más desacreditado de todos aquellos de quienes han sido electos desde 1997, debe tener un gran temor ante la carencia de fuero en la medida en que está dispuesto a romper con los criterios afinados por la reforma electoral de 1996 en lo que respecta a consolidar la noción según la cual ningún gobernante debería tener inmediatamente la posibilidad de ser legislador federal, así fuera plurinominal.
Ni siquiera los priístas más tramposos pensaron que sería posible utilizar una posición plurinominal en el Senado para escapar hacia la impunidad durante seis años inmediatamente después de sus propios gobiernos.
Mancera llegó al gobierno capitalino con un enorme respaldo de votos. Ello ocurrió gracias al apuntalamiento concertado –entre todas las fuerzas sociales activas del entonces formidable perredismo capitalino– por Marcelo Ebrard, premiado en 2010 como mejor alcalde del mundo, y avalado por Andrés Manuel López Obrador. De ambos se distanció hasta el grado de la traición según ha sido comentado abiertamente por el propio candidato presidencial de Morena.
El declinante gobernante capitalino nos dijo a todos que quería ser candidato presidencial; después, que estaría dispuesto a integrar un frente sí y sólo sí hubiese un proceso abierto para designar al representante a la presidencia; luego que debido a que atendería el programa de reconstrucción posterior a los sismos se abstendría de la candidatura; de nuevo insistió en que no sería coordinador de un hipotético gabinete frentista si no se acordaba antes un programa y, ahora, en medio del escándalo del manejo de los recursos de la reconstrucción se anuncia su inclusión en el número dos de la lista plurinominal de Acción Nacional.
Si hubiera que juzgar por sus propias palabras y ofertas al respecto de esos temas, lo menos que podría decirse es que es o incongruente o peligrosamente mentiroso.
Institucionalizaría la impunidad al convertirse en el primer gobernador que acceda en automático y sin votos al Senado como pago por entregar, por primera vez en la historia de lo que queda del PRD, la primera candidatura presidencial de una cierta izquierda a una democracia cristiana partidaria ahora intensamente dividida.
Por lo pronto, podemos encontrar que Anaya y Mancera se parecen: harán lo que sea necesario para generar entre sus propias bases la mayor polémica de que se tenga memoria en sus respectivos partidos y respecto de los vestigios de los respectivos programas y valores ideológicos y éticos que defendieron cada uno de ellos en sus orígenes, en 1939 uno y en 1989 el otro.
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