Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Joder la confianza
Vertiginosamente, la confianza de los priístas en el Presidente de la República está siendo sujeta al embate de la crítica interna en el partido todavía gobernante.
Y no es que el presidente Enrique Peña Nieto o el dirigente nacional, Enrique Ochoa, se levanten todos los días “pensando cómo joder a México” o al PRI, sino que la percepción personal del propio primer mandatario, a juzgar por la elección de palabras que utiliza, los pone a temblar.
La confianza es vital. La que se refleja en lo que se dice y cómo se dice. La que es evidente en una manera clara y efectiva de entregar resultados y de alejarse con ellos de las llamas de la crítica interna y externa y distanciarse también de la incertidumbre electoral ante dos bloques políticos que ya registran, por ahora, un posicionamiento efectivo y medible superior al del partido tricolor.
Maquiavelo sostiene en El Príncipe que el liderazgo es una consecuencia de la capacidad de reproducir al grupo en el poder. Si es cierto y si Peña Nieto no garantiza esa reproducción, la primera consecuencia será que crezca la corriente de opinión priista para condicionar, al menos, la facultad, entre los usos y costumbres del PRI, de convertir al primer mandatario en “el gran elector” del candidato presidencial.
¿Hay dos PRIs: uno que quiere y puede y otro que solamente quiere?
Según Manlio Fabio Beltrones, en la entrevista con La Jornada, la gobernabilidad será la base de la legitimidad del sistema político actualmente agotado. Con Beltrones otros han comenzado a plantear el redimensionamiento del peso presidencial en la sucesión. La incertidumbre democrática natural de un sistema competitivo de partidos no se aviene, para los priistas, con la falta de proyección de confianza percibida, entre ellos, respecto de la figura presidencial.
Manlio replantea la necesidad de un tipo de liderazgo semejante al del político sonorense y lejano al de Enrique Ochoa Reza, aunque claro que se abrazan y desean parabienes en público desde julio.
Ese liderazgo necesario debería ser, entre líneas, cautelosamente alejado al de quien solía ser aceptado, en las épocas del PRI hegemónico, como el líder de todos los priistas: el mismísimo Presidente.
¿Cómo condicionar la primacía del Presidente en la decisión de la candidatura presidencial sin joder la confianza que pueda quedar en la figura del líder real del partido?
Qué dilema.
confianzafundada.mx