Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
Calavera veracruzana
Sin la confianza solamente son posibles las formas más simples de la cooperación humana. Así han señalado diversos filósofos y sociólogos durante centurias, especialmente a lo largo de décadas desde el inicio de la primera Guerra Mundial.
Al no ser posibles formas más sofisticadas de cooperación quedarán precisamente en sitio de aquella, contravalores como la desconfianza, el escepticismo y el temor. Es un fenómeno universal.
Eso ocurrirá en Veracruz y en nuestro país donde el PRI comenzó a enterrar, en este lenguaje de estos días de guardar, las probabilidades de ganar la elección presidencial de 2018.
Unos dicen 3 mil millones de pesos otros hablan de más de 16 mil millones de pesos cuya utilización legítima no puede demostrarse en el caso del gobierno priista de Veracruz.
Nadie sabe dónde está Javier Duarte, según puede deducirse del silencio del gobierno federal al respecto. Todos sabemos que aún en la cárcel ese dinero difícilmente reaparecerá y, por el contrario, deberá ser repuesto desde el presupuesto de algún programa social o de alguna política pública que iba ser apoyada con recursos federales crecientemente escasos.
Destaca que Javier Duarte y los otros dos gobernadores de Chihuahua y Quintana Roo, de entre aquellas entidades donde perdió la elección el partido predominante, corresponden a ese “nuevo PRI” del que habló el presidente Enrique Peña Nieto en su campaña en 2012.
Es de la mayor importancia la expectativa que se crea con la oportunidad de una nueva alternancia: si el partido gobernante pierde una elección es claro que las oportunidades de sanción social y penal aumentan geométricamente.
Debemos preguntarnos si la alternancia facilita la rendición de cuentas o la venganza contra quien pierde la elección. El latrocinio gigantesco no es nuevo, es novedad el consenso en su contra.
Al escepticismo y la desconfianza comenzaron a abonar, en 2014, las muy importantes discrepancias mezquinas y ocasionalmente inteligentes de las diversas oposiciones, incluso las internas.
También lo hicieron: la inhabilidad federal para deslindarse de la responsabilidad de Ayotzinapa, principalmente consecuencia de la actividad de criminales; en el tema de “la casa blanca”, las actitudes y comportamientos de una clase política poco sensible a un contexto más exigente en que es relevante la información y la rendición de cuentas oportunas y la visita de Donald Trump, en un contexto de confusión sobre la relevancia de ello para la enorme mayoría de la sociedad que aún mantiene un cierto reflejo nacionalista.
En estos días de muertos hay cosas que nos dan miedo y que se agregarán a esa lista.
Están los impactos de ajuste presupuestal en el desempleo en 2017 y en el desaceleramiento agudo del parco crecimiento que promediará 2 puntos porcentuales del PIB por año al concluir 2018.
Por si fuera poco, están en espera, tanto el estancamiento en el crecimiento económico y las probabilidades reales de que un grupo conservador y menos moderno de lo que nos hubiéramos podido imaginar se apropie del poder en los Estados Unidos, como la polarización de la disputa electoral mexicana que se concentraran en los enconos y no en los programas de gobierno.
En uno de los países más extraordinarios del mundo el comportamiento de la élite del poder es decepcionante. Es este un gran país con políticos cuya caracterización las encuestas revelan que son mucho menos que apreciados. Lamentable para todos.
En estos días la confianza en los liderazgos institucionales parece bastante escasa y nos queda el refugio en el rescate ciudadano de la misma mediante la acción cotidiana y organizada de la sociedad civil y el poder sexenal del voto.
confianzafundada.mx