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Escenario político
La sociedad cubana será claramente democrática e individualmente diferenciada a partir de opciones políticas modernas o permanecerá localizada fuera del debate mundial que incluye la pluralidad de identidades políticas que son visibles y medibles en las sociedades contemporáneas de occidente.
Que haya elecciones competidas en Cuba. Que haya desarrollo social para todos en México.
Sabemos que Cuba es una dictadura apenas matizada con la suavidad de la música y la calidez de la gente que es también informante de las “desviaciones” dentro del sistema.
También sabemos que en México no hay un sistema tan autoritario, sin embargo, tampoco existe respeto y eficiencia de la autoridad respecto de su propia agenda, por ejemplo.
Cuba es la isla desde donde se reaviva la polémica acerca de gobiernos autoritarios y relativamente eficaces en lo social y otros que no lo son, aunque en contraparte garantizan, relativamente, elecciones que de democráticas tienen al menos la incertidumbre.
¿Cómo se vería que México, como Cuba en el 2000, organizará manifestaciones de ciento de miles de personas para prestar juramento da un concepto de revolución como el encabezado todavía por Fidel Castro en aquel año? ¿Cómo sería considerado si se hiciera en Alemania o Estados Unidos?
El juramento de las sociedades contemporáneas debe estar dirigido al fortalecimiento del Estado de Derecho y al desmantelamiento de estructuras permanentemente impulsoras de la pobreza.
No es el juramento sino su orientación lo que podría ser más polémico en el contexto de una sociedad democrática cuya eficiencia para desahogar las necesidades de salud, educación, seguridad y empleo.
En Cuba se revivió el “un concepto de revolución” mediante un juramento masivo en el año 2000 alrededor del cual una familia ha permanecido en el poder desde 1959. Nelson Mandela, para mí el mayor héroe político del siglo XX, estuvo solamente cuatro años en el poder después de 27 años de cárcel y rechazó toda reelección.
En los países que son democráticos, pero claramente corruptos como México, debería obligarse al cumplimiento de la ley y a la apertura cara y meritocrática de oportunidades para todos de acuerdo a sus capacidades y necesidades, un principio, por cierto, del lenguaje y del decálogo comunista y socialdemócrata de los siglos XIX y XX.
La confianza política en las autoridades se fundamenta en su capacidad para resolver problemas y generar el orgullo nacional en que todos los avances se sustentan.
Gran desafío para Cuba. Muy grande también para México.