Abanico
Una marcha con la suspicacia
La manifestación dominical es la expresión heterogénea de algo común: necesitamos cambiar de manera más contundente y eficiente la vida pública y debemos hacerlo en la acción y en el discurso. Vibrar en unidad como sociedad es una metáfora insuficiente. Necesitamos un sacudimiento orgánico y la construcción de una nueva confianza ciudadana.
Las concentraciones-dispersiones del domingo fueron precedidas por una controversia dominada por la suspicacia. Mostraron a los segmentos menos radicales -aquellos que prefieren no plantearse la transformación sino la reforma o quizá únicamente la mejoría constante del sistema- desenfocados respecto del dilema: ¿cómo apoyar lo nacional sin aparecer como en respaldo del poder ejecutivo que lo representa frente a una percibida amenaza desde los Estados Unidos?
No lo resolvieron. Ni la marcha fue tan concentradora como se apostó ni homogenizó causas y mensajes. Al no pretender hacerlo su capacidad de emitir un mensaje claro se esfumó.
Construir una retórica que no una identidad nacional frente a Trump, excluyente de la ya penosa denostación de la figura del Presidente Enrique Peña Nieto -tan indeseable como inevitable dadas las percepciones y realidades políticas internacionales predominantes- fue imposible. No pudo evitarse lo que se pretendía obviar: el descontento contra Trump alcanzó al mandatario mexicano.
Individualidad, diversidad, dispersión, autenticidad incipiente y una asomada pluralidad sin izquierdas son las palabras y conceptos con las que puede describirse la manifestación derivada de esa movilización. Se demostró que la agitación en redes fue más intensa e interesante que la sinergia producida por ella.
La calidad de los dirigentes disminuyó. Sus altercados aumentaron y la capacidad de conexión con la sociedad también decreció, en manera inversamente proporcional a su interlocución con el poder ejecutivo. Las activistas antes ciudadanas hoy están, legítimamente para ellas, más cerca de Los Pinos que de la sociedad a la que convocaron.
El canto unitario canto del himno nacional, el par de veces que ocurrió a uno y otro lado del monumento, fue la mera “representación” vocal de las estrofas de una búsqueda. Sin embargo, el origen, tono y dirección del intento apareció desdibujado y contradictorio: unos prefirieron concentrarse en el señalamiento anti Trump, otros en el deslinde de EPN, algunos más directamente críticos de las insuficiencias del régimen y varios miles fueron a reconocerse con un entusiasmo y curiosidad sin consignas que apenas será plataforma para algo mayor…si hubiera una docena de condiciones.
La buena voluntad de la mayoría de organizadores y participantes que ven una amenaza en la disputa política que iniciará y polarizará las opiniones conforme nos acerquemos al 2018, un verdadero riesgo para el arreglo democrático sin izquierdas mayoritarias y para las cortesías y educación aprendidas en casa y a los referentes que fueron asegurados hasta 2012.
Considerados los éxitos de la democracia cristiana, específicamente el PAN y organizaciones sociales que se identifican con esa ideología de manera consciente o actuante, expresados en las manifestaciones de 2004 y 2008, la de este domingo fue mucho menos masiva, menos organizada, menos atendida y entendida. Además, con un aspecto más complejo en la invocación: algún tipo de nacionalismo contra la amenaza percibida en Trump, sin la precisión de aquellas ya lejanas marchas contra la inseguridad y sin el liderazgo concentrado y casi único de aquellas dos manifestaciones.
En los meses siguientes las diversas expresiones de la democracia cristiana y de aquellos que se adherirán a ella ante el avance de MORENA y de cara al relativo deterioro del PRI, tendrán la oportunidad de demostrar su capacidad estratégica y su atractivo en un escenario en que no parecen favorecidos, por ahora.
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