Abanico
Clase política, el peligro nacional
Dicen querer la vida democrática a través de los partidos políticos pero los prostituyen al violar reglas internas y la ley cuando encubren a unos y a otros; quieren el debate pero les desagrada que discrepen de su punto de vista; están dispuestos a la generosidad con el otro pero nunca cuando verdaderamente haya que conceder algo relevante como… modificar un punto de vista; quieren la anticorrupción, pero de dientes para afuera porque albergan pandillas que viven del moche; dicen querer la transparencia pero solamente si se aplica contra un adversario.
Esos contrapuntos resumen la actitud de la mayor parte de la clase política cuyo deseo esencial es mantener los beneficios del poder y atribuir a todos los demás las obligaciones y riesgos. La clase política mexicana se ha vuelto tan cara e inútil que en una medida internacional podría ser campeona.
Se niega a vivir supeditada a la ley, a ser consistente desde un punto de vista lógico elemental y está predispuesta al más amplio cinismo. Este es un caso.
El PAN ha solicitado a la Organización de Estados Americanos la designación de observadores electorales para el 2018 ante las “graves irregularidades” cometidas especialmente en las elecciones en Coahuila.
Dada la clara probabilidad de la negativa proyección de las mismas y la pérdida de capacidad institucional inducida y la autoanulación de las autoridades electorales, la petición requiere ser atendida.
¿Es por ello el PAN “descabellado” o “un peligro para México” por su defensa de un argumento legítimo ante espacios internacionales ante la evidencia de la debilidad institucional en que las directivas del IEEM, del INE o del TEPJF e incluso la Fepade han colocado al sistema de organización y supervisión de la competencia electoral?
En los años 80, Acción Nacional solicitó la intervención de autoridades internacionales ante la existencia de abierto fraude electoral como el cometido, por ejemplo, en 1986 contra ese partido en Chihuahua y lo había hecho antes.
La mayor parte de la opinión publicada, la que hoy llamaríamos la prensa convencional, dominada claramente por el PRI, difundió básicamente dos argumentos contra los panistas: lloraban como malos perdedores lo que no pudieron defender en las urnas y promovían la intervención extranjera.
Hoy también pueden reastrearse argumentos semejantes para quienes protestan ante elecciones claramente inequitativas: en un contexto presuntamente democrático su negativa a la docilidad post electoral es síntoma ya sea de locura autoritaria, manipulación populista o de la ausencia de un partido “verdaderamente nacional”.
La novedad es la enorme dosis de cinismo agregado: “pues si no te gusta igualmente no puedes hacer nada”. Las ideas fuerzas son distribuidas extensivamente, con los matices según sean los emisores, mediadores y los adversarios.
La elección en el Estado de México y la realizada en Coahuila ha devuelto al escenario la discusión sobre la inequidad electoral.
Vuelven a ser objeto de discusión no solamente los equívocos en los conteos, los abusos eventuales en las casillas donde la oposición al PRI tuvo o tiene menor presencia y por ello no puede garantizar que el conteo se realice adecuadamente, sino la intervención de los gobiernos federales y estatales directamente planificada para influir en la elección a favor del todavía hoy partido predominante en el ejercicio del poder.
Por ello algunos directivos de la OEA, ante los panistas que buscan nuevamente la intervención del organismo continental, se dijeron sorprendidos por el regreso de prácticas que, creían superadas.
En el 2017 y el 2018 simplemente no existe más “peligro para México” y actitud más “descabellada” que el incumplimiento de la ley y la omisión de las autoridades respecto de ella.
La clase política debe ser renovada mediante el retiro o la auto transformación, improbable como pueda oírse. Aquella indispuesta a hacerlo debería ser desplazada del núcleo central del poder nacional.
confianzafundada.mx