Escenario político
Constituirnos
¿Qué nos constituye?
¿Es la nación, la familia, nuestra profesión?; ¿es lo que queremos o lo que detestamos?
A los catalanes los constituye, al parecer, mayoritaria y provisionalmente aquello respecto de lo cual quieren separarse: esa mitología llamada España. Sin perder de vista que cuando generalizamos con la expresión “los catalanes” nos referimos a una volátil mayoría aumentada por las disparidades y torpezas políticas, las represivas incluidas, del gobierno español y por los apetitos imprecisos, no necesariamente inteligentes, de ser diferentes a algo que no se identifica del todo.
A los estadounidenses los constituye, puede suponerse, un contradictorio discurso a favor de la seguridad en disputa con uno en el cual la libertad incluye la compra y uso de armas en defensa propia o, en los trágicos y aparentemente inevitables episodios que acabamos de recordar tras la masacre en Las Vegas, para el asesinato en masa como ha ocurrido en 27 ocasiones en 10 años.
A los mexicanos nos ha venido construyendo, podemos decir, recientemente, una compleja red de suspicacias derivada de la incompetencia, la corrupción, la impunidad que advertimos en la clase política y en un segmento muy importante de la iniciativa privada, especialmente en esta etapa de la búsqueda de responsabilidades por daños previsibles se dice, registrados durante el temblor del pasado 19 de septiembre.
En 24 horas el gobierno español mostró una vena donde chocan la defensa de normas y la estupidez represiva; en menos de diez minutos, un individuo en Las Vegas asesinó al equivalente de la cuarta parte de quienes fallecieron por el temblor en la capital del país; en menos de dos minutos, el sismo del 19 de septiembre desencadenó un proceso que, como en 1985, puso en otro lugar nuestras falsas certezas y restableció valores que hacíamos perdidos y ha reanudado nuestra discrepancia interior con la mediocridad y la corrupción de la clase política.
En un segundo, algo (no sé qué o quién) golpeó mi moto el 27 de septiembre y hoy, después de la inconsciencia sobre Insurgentes, cuatro placas de titanio para curar fracturas en la cara y pierna, y varios días de hospitalización, estoy agradecido de tener la capacidad de continuar diciendo y haciendo.
La confianza en el prójimo y en la actuación de todos aquellos que creemos en una comunidad superior, más honrada, transparente, eficiente y feliz puede durar el resto de la vida…de las familias, de las naciones…o no. Cada sujeto y comunidad elige.
Las oportunidades son cotidianas, como el hallazgo de los afectos, las buenas voluntades, los desconocidos que se detienen a ayudar y la familia de sangre y de vida que acompaña en la tragedia o el accidente.
A los ciudadanos nos deben eficiencia, orden, seguridad y el contexto de legalidad para hacer prosperar nuestra nueva apuesta presente y en el futuro inmediato.
¿Qué nos constituye entonces? La confianza en que nada está determinado en última instancia sino por el cambio y, en ocasiones felices, por los afectos cercanos.
confianzafundada.mx