El presupuesto es un laberinto
¿Conciliación nacional?
José Meade, el precandidato priista a la Presidencia de la República, presentó como prólogo de su campaña, a iniciar el próximo febrero, una maniobra básica que pareciera iniciar la corrección del rumbo de su trayecto al tiradero del tercero lugar.
Con la cobertura de un tono conciliador aprovecha para arrojar en cara a sus principales contrincantes la indicación de que las cosas son mejor de lo que se dice en el curso de la precampaña y de que lo importante es la preocupación social por la unidad.
Meade acepta la simulación de un alejamiento del tono confrontacional para refugiarse en la ficción de una serenidad que solamente los punteros tienden a tener sin que siempre lo logren. Meade pareciera reorganizarse. La tarea de golpeo se hará desde otras fuentes de interlocución retórica, en apariencia, juzgando la reordenación de Meade.
Aquí sus estrategas, debemos reconocer, plantean un tema central aunque desde una posición equivocada, debemos agregar. La senadora calderonista Gabriela Cuevas, cuya autoridad y coherencia ideológica son semejantes a los de algunos adversarios criticados por AMLO lo plantea bien.
El tabasqueño es parte de un ‘movimiento plural’ dice ella en su video de incorporación a Morena. En respuesta habría que pensar que, de poder hacerlo, el PRI es un partido de ‘unidad nacional’.
La posición equivocada consiste en localizar en el tricolor la fuente de una hipotética unidad que habría sido desmantelada por la incompetencia y la corrupción fácilmente atribuible al núcleo gobernante, es decir, apuntar al adversario con una verdad aparente de inclusión sin consideración de la base de verosimilitud desde donde se constituye.
Parte de la equivocación, sostengo, es que el electorado espera una confrontación de programas o al menos de emociones significativas y el PRI con su tono recién adquirido le ofrece la ausencia de ellas…estando en tercer lugar.
Como en este caso, las respuestas del PRI y el PAN así como de sus partidos aliados ante el avance de Andrés Manuel López Obrador, revelan el anacronismo y la inconsistencia lógica e histórica desde donde se producen.
Otro ejemplo que sigue siendo debatido. De un lado, la asociación ingenua con el tema de la presencia rusa ubica a los autores en una edad mental e histórica en que solamente ellos viven al tratar de colocar al tabasqueño y a algunos de sus más populares promotores en un contexto en que lo negativo no es la asociación con esquemas previos a la caída del Muro de Berlín y al desmantelamiento de la Unión Soviética sino con la simple y vulgar idiotez de los ‘creadores’ de la sugerencia.
De otro lado, la colocación de AMLO como el líder de un proyecto autoritario que se habría generado como parte de una respuesta izquierdista convencional igualmente desaparecida al menos en los años noventa y, en el peor de los casos, minoritaria en los últimos 18 años, revela la escasa densidad intelectual y analítica de adversarios inhabilitados para comprender el tamaño de la indignación nacional, o para representarla.
La recurrencia del PRI y del PAN a la estructuración primaria de su discurso es reveladora de su incompetencia política y simbólica y de la presencia de estrategas y asesores convencionales así como de sudamericanos y españoles de derecha o rechazados por la estructura de Morena que harán marketing a partir de su declaración de origen y de su auto representación como adalides democratacristianos, en algunos casos.
El PAN parecía en situación de competir más ventajosamente, hasta que se deshizo de su principal integrante, eliminó la competencia interna de quienes permanecieron y comenzó a refritearse la retórica ‘populista’ que decía haber despreciado.
El PRI abanderaba la apariencia de una competencia territorial que le fue funcional en el Estado de México, adicionada del apoyo presupuestal federal, las amenazas y secuestros intimidantes que se registraron, y el despliegue clientelar arropado por los órganos electorales estatal y federal.
Por lo pronto, queda evidencia de que la frase de The Economist, aplicada por esa publicación al presidente Enrique Peña Nieto, en el sentido de que “no entiende que no entiende”, se aplica al PRI y al PAN y a sus respectivos asesores de marketing e imagen de campaña.
Queda espacio, sorprendentemente, para la reconstrucción del escenario y de las antinomias de la disputa electoral.
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