Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Presupuesto sin transparencia
La transparencia, normativamente, supone la garantía de cualquiera al acceso de la información pública.
¿Cómo se relaciona con la definición última del presupuesto?
En un sentido más amplio, debería incluir acceso a las negociaciones en proceso –muchas de las cuales, hasta hora por ello mismo, por ser informaciones “en proceso” no pueden ser conocidas por públicos potencialmente interesados– y las cuales afectan directamente a una comunidad en cuyo nombre hablan los representantes populares, por ejemplo, en el caso del presupuesto 2017.
Durante décadas la negociación del presupuesto ha sido parcialmente mostrada por las disputas abiertas y observables entre grupos políticos registradas en comisiones, en el pleno de la Cámara de Diputados o en las filtraciones ocasionales a la prensa.
Al final, cuando concluye el año, los grandes públicos, con diversos grados de interés en la amplia transparencia de la cosa pública, desconocen qué mecanismos generaron determinada decisión sobre el presupuesto y consecuentemente, en general, ignoran por qué se decide tal o cual ejercicio presupuestal.
Se dice popularmente que no existe amistad o poder fuera del presupuesto.
Podríamos agregar que en la antesala de la elección del Estado de México, con el deterioro del PRD, la aspiración presidencial del grupo que encabeza Miguel Ángel Mancera, el empuje renovado del PAN y la encrucijada actual del PRI, sujeto a la presión de cuidar las finanzas públicas, se dice, a través del ajuste presupuestal, y enfrentar así una elección con bajas preferencias electorales, la lucha por el presupuesto es política y más política para evadir la fuerza del discurso macroeconómico sobre las finanzas sanas.
Llama la atención en ese contexto de apetito de una transparencia mayor, el posicionamiento iniciado por la diputada federal de Morena, Alicia Barrientos Pantoja, quien, como integrante de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación, ha comenzado a señalar la coincidencia entre la forma de negociación cuasi secreta en la Cámara y en oficinas del secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade y un estilo de gobierno que debe, sostiene ser, desplazado.
Mancera se reunió con Meade para disminuir la afectación propuesta al fondo metropolitano y el de capitalidad. Se había comprometido a defender el presupuesto con otros gobernantes que llegaron al poder por el PRD y quienes estuvieron ausentes en la reunión con Meade. Desconocemos si Mancera explicó esta negociación a los otros gobernantes o si los otros se reunirán por su cuenta para hacer lo propio y si esto debilita o no su enunciada táctica de negociación ¿colectiva?
Es un ejemplo. Qué pasa con los demás partidos y sus gobernadores. ¿Quiénes conocen lo que exactamente se cede y se concede antes de la votación en el pleno? ¿Cuál es el alcance de cada acuerdo? ¿A quiénes afecta y quiénes logran evitar la afectación?
Para la diputada Barrientos Pantoja el tema es que todo es un “show”, dice, para proteger la ausencia de transparencia de las negociaciones y mantener excluidas a grandes porciones de la sociedad y a fuerzas sociales que hablan en nombre de ellas y que serían son las principalmente afectadas por el recorte.
¿Quiénes son los “amigos” y quienes no? La negociación del presupuesto es una plataforma para identificarlo.
El presupuesto es espacio para la amistad, sí, pero sobre todo, para la real politik.