Contexto
El tigre inexistente
Ante los banqueros, el candidato del PRI, José Meade, fue cuestionado hace unos días por los aumentos a los cuales se ha denominado popularmente “gasolinazos”.
La crítica fue omitida o colocada en segundo lugar por la mayoría de los medios convencionales.
Y lo fue por dos razones conectadas.
La primera, Andrés Manuel López Obrador, candidato a la Presidencia de la República por Morena, es el actor político más relevante en la medida en que es, ante sus adversarios y según todas las encuestas, el candidato a vencer y por ello es mayor su relevancia editorial.
La segunda: existe un apetito justificado de los adversarios de AMLO a favor de mostrar que el político tabasqueño continúa teniendo como principal enemigo a sus propias expresiones y actitudes y que, por ello, existe aún probabilidad de derrotarlo.
La afirmación ha estado circulando ampliamente durante cinco días.
El morenista señaló, básicamente, que quedaría suelto “el tigre”- en alusión a un hipotético descontento social postelectoral- y que no debería esperarse que él mismo, López Obrador, lo “amarrara”, si no se respetaba la elección del próximo 1 de julio.
Sintió necesidad de aclarar su afirmación y hoy lo hizo indicando que “no trataba de azuzar” a la ciudadanía sino de prevenir un fraude.
Acerca del dichoso “tigre”, quiero plantear que si Jesús Reyes Heroles hubiera dicho que de no respetarse el resultado electoral se dejaría suelto a una fiera como esa, sería citado como demostración clarísima de la veracidad de un comentario más o menos relevante y colorido en un contexto de polarización.
El ilustre priista fallecido en 1985 no compitió nunca por la Presidencia de la República aunque lo merecía más que la mayor parte de los priistas que la ejercieron durante el siglo pasado, si hubiese de considerarse talento, intuición y pasión por México como requisitos indispensables para llegar a la primera magistratura.
Reyes Heroles no dijo nada acerca de controlar a un “tigre” pero dijo algo muy semejante.
Comentó, en cambio y de manera ciertamente al menos análoga, que siempre existe un cierto riesgo de despertar a un “México bronco”, supuestamente dormido en un país, diré yo, crecientemente institucional, a pesar de las clarísimas prácticas que sostienen la impunidad y que revelan la incompetencia en diversos niveles de gobierno en este 2018.
Así que cuando Andrés Manuel López Obrador afirma, en respuesta a una pregunta de los banqueros, que la desatención del resultado electoral el próximo 1 de julio soltaría “al tigre” solamente actualiza una preocupación bien conocida en el anecdotario de la política mexicana.
Esa preocupación por otra parte, me parece que tiene muy escasa base objetiva: no existen actores políticos capaces o dispuestos a generalizar una situación de inestabilidad social en todo el país; Estados Unidos continúa como una vecina y poderosa nación hegemónica y, lo más importante en esta coyuntura, es lo siguiente.
A pesar de los aparentes o reales resbalones, el político tabasqueño mantiene su conexión eficiente con clases populares, medias y algunos segmentos así sea pequeños de empresarios de toda dimensión -nacionales y extranjeros-, su victoria, “sin tigre”, está a la vista ante la debilidad del PRI y del PAN.
Abonan a la improbabilidad “del tigre” postelectoral las que considero claras inclinaciones de un electorado mayoritario.
Además, no es menos que inverosímil, por ahora, el escenario de que el PRI desplace a Ricardo Anaya del segundo lugar o de que este se acerque más allá de lo que le permita la PGR.
Así que lo que se dice tigres pero tigres de a deveras, solamente los de Nuevo León, el de Santa Julia, los del zoológico y aquellos que tienen en sus casa algunos delincuentes.
confianzafundada.mx