Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Reducir el gasto de los partidos
Los partidos políticos deberían ser eficientes y transparentes.
Se han concentrado en su misión legítima y legal de ser representantes de la sociedad para ganar el poder.
Lamentablemente, también priorizan otras actividades y prácticas no compartibles como la de ocultar información sobre el uso del dinero del erario dedicado a perpetuar los mismos grupos internos aunque sean ineficientes electoralmente, las mismas familias o la práctica de la apertura de empresas de servicios diversos relacionadas con su operación cotidiana, muchas de las cuales fueron inauguradas por familiares y cercanos.
Morena actualiza el debate a partir de este martes de su financiamiento.
Para el nuevo partido predominante, la oportunidad de asumir que el inicio de un nuevo régimen, con todo el poder posible en las condiciones actuales de mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, está ahí para ser tomada.
Desde hace varios años, la percepción respecto de los partidos políticos, uno de los instrumentos fundamentales para hacerse de poder y de presupuesto para un segmento de la elite nacional, es negativa.
La opinión acerca de los partidos políticos está usualmente en el sótano junto con instituciones con problemas de imagen muy severos como lo han llegado a ser las fuerzas policiales o los diputados y los gobernadores.
No extraña que se abuchee con liberalidad morbosa y eventualmente excesiva a políticos que ahora tratan de convivir con formas de rechazo simple o repudio profundo frente a otras épocas más afortunadas para el PRI y para el PAN.
Los partidos políticos deberían vivir una renovación como la que está invitado a experimentar el Instituto Nacional Electoral, al que se adelantó incluso el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, cuando recientemente, antes de que lo hiciera la autoridad electoral con una medida precautoria, decidió retirar de circulación propaganda turística con sello de Morena.
Los partidos son indispensables a la sociedad y al ejercicio de la incertidumbre democrática. Deberían ser eficientes y modernos mecanismos de contrapeso. Sería aconsejable su autocontrol y renovación para permitir un nexo sano con sus electores.
Mientras eso ocurre, la propuesta de Morena vuelve a punzar con la idea de que no hay justificación para el aumento constante del presupuesto; de que se debe depender menos del dinero y más de la militancia para fortalecer a la democracia como llegó –a debatir la afirmación– a ocurrir con el PAN en los años 70 o con el PCM y hasta el PRD en algunos años de batalla y causa antes de escisiones y multiplicada corrupción.
Morena propone reducir a la mitad el financiamiento para actividades ordinarias mediante la disminución del multiplicador base con el cual se calculan las prerrogativas de los partidos.
La Unidad de Medida y Actualización (UMA), históricamente vinculada al monto del salario mínimo, se reduciría a la mitad.
El Número de ciudadanos en el padrón por el 32.5 por ciento del UMA, en vez del 65 por ciento, produciría un ahorro estimado de dos mil 482 millones de pesos; es decir, la cuarta parte de lo que se gasta una campaña priista en el Estado de México y diez veces más de lo que ocupa una de Morena en Jalisco.
En 1996, argumenta Morena, se estableció el sistema de financiamiento para promover la “equidad en la contienda”. Entre 2009 y 20015 esa cantidad creció en 21 por ciento. Sobre la “equidad” hay también debate.
No creció el prestigio de los partidos. Salvo el de aquel que supo crecer, creativamente, como movimiento.
Todos los partidos están en un compromiso de revisión de sus prácticas en una tarea que debe beneficiar al proceso político electoral.
@guerrerochipres