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Libros de ayer y hoy
Detenciones y correcciones de la 4T
Es grave defraudar, falsificar, engañar y es normal, ojalá que cada vez más frecuentemente, que este gobierno detenga a presuntos responsables de delitos patrimoniales gigantescos como se presume desde la Fiscalía General de la República que es Alonso Ancira, el dueño de Altos Hornos de México.
Es de aplaudir que se gire orden de aprehensión contra uno de los ex directores de Pemex de Enrique Peña Nieto, Emilio Lozoya, de una importante familia priísta, ante la evidencia administrativa, periodística y ahora jurídica de su presunta responsabilidad en un contexto en que, un día y otro también, los adversarios del Presidente de la República quieren presentarse como probos demandantes de resultados, por ejemplo, contra la corrupción de la cual formaron parte.
Es de esperarse que se continúe con decisiones claras, con base en la norma y en el apetito generalizado por pleno Estado de derecho, para contrarrestar áreas de impunidad que dañaron centralmente a la hacienda nacional.
Eso es parte de lo que debería ser considerado como ‘normal’. Colocar bajo juicio lo ‘grave’ de una de las variables centrales por las cuales la enorme mayoría nacional votó por Morena, el tema del castigo a la naturalizada impunidad de delitos contra el Estado.
Sobre esa normalidad de lo grave, en la paráfrasis de la verbalización de AMLO ilustran otras estampas de las noticias recientes.
Al bajar del avión que lo trasladó a Tepic tras un aterrizaje complicado, que habría puesto los nervios de punta a muchos de nosotros, Andrés Manuel López Obrador sólo dijo que “no es nada grave, es normal”.
Pocos aceptan que el Presidente de la República, especialmente sus adversarios, que su persistencia está acompañada actualmente de un temperamento sensible que le permite serenidades que son inimaginables para muchos otros mandatarios o dirigentes sociales.
Cada quien tiene sus datos.
La normalidad para AMLO puede llevar a la angustia a muchos otros. Es el caso del aterrizaje. Es el caso de la presión política que el tabasqueño es capaz de administrar o la angustia de un viajante que debe asimilar esperar a un nuevo intento de aterrizaje tras uno fallido.
El piloto AMLO tiene cierta determinación y serenidad naturales llevadas al extremo, como ocurrió aquella mañana del escándalo en el 2004 con René Bejarano cuando dijo a todos quienes veían la emboscada mediática de Televisa contra el polémico aliado de AMLO de entonces: “no pasa nada”, dijo también.
La nave de la nación está en buenas manos siempre que se reúnan sapiencia y serenidad.
Es grave retrasar el despegue de un avión comercial y es normal exigir la renuncia tras ese incidente.
Siendo hace un par de días titular de Semarnat, Josefa González Blanco Ortiz Mena, nada más cuatro apellidos apreciados en la estelaridad priísta, pensó que era posible evitar que se le fuera el avión. Se le fue el del gabinete.
Hasta para la integrante de la aristocracia del PRI de antes y de la élite lopezobradorista, lo normal es que la 4T determine que su apetito por el ejercicio del poder superficial y de la prepotencia elemental, ahora que estamos en el tema de los aterrizajes con incidencias, concluya con la finalización de su corto ciclo en la pista federal.
Es grave, ¿o es normal?, acusar de daño a la imagen del partido al que se aspira dirigir y es normal inhabilitar por tres años a otro presunto responsable, Alejandro Rojas Díaz Durán con lo cual AMLO respalda a Yeidckol Polevnsky, quien tiene apoyos regionales muy significativos en la estructura de Morena a los que nos les agrada que se hagan olas.
Es grave creer que se puede combinar periodismo independiente con publicidad. Qué bueno que sea normal debatir al respecto y que haya posiciones que plantean el tema como un asunto ético y no solamente de libertades de empresa.
De lo grave a lo normal, hay lecciones en este régimen.
Y habrá continuidad de ellas hasta que ciertos comportamientos inicien su corrección plena.
@guerrerochipres