
El predial talón de Aquiles municipal
Los cargadores de Anaya
La que vivimos es la campaña electoral por la Presidencia de la República más llena de creatividad, maledicencia, presencia programática y desaciertos obviamente involuntarios de la historia nacional gracias a las redes sociales, las limitaciones de las autoridades electorales y las aportaciones de miles de militantes «en territorio» y en línea que nos tienen informados todo el día.
Una de las imágenes más llamativas de esta campaña es aportación, más reveladora que original, por cierto, de Ricardo Anaya. Involuntaria y exacta en lo que muestra.
Sí, se trata de la miserable visión íntima de cómo se representa el mundo Anaya…mientras lo carga un integrante de su staff.
La idea no surgió de los hombres que agachados toleran el peso de Anaya y de Miguel Ángel Yunes Márquez, hijo del gobernador que le quiere heredar el poder como se lega el latifundio y los derechos de indignidad sobre los pobres de hacienda. La ocurrencia tampoco se originó en la gritería de los asistentes a un espectáculo en el cual admirados asistentes homenajean al protagonista victorioso. La idea fue de los candidatos cuyo discurso es más contundente en la narrativa de su comportamiento de lo que es la hipocresía de su retórica.
En Veracruz, Anaya y Yunes se representaron inintencionadamente muy bien a sí mismos.
Cargados por empleados entre la multitud. Eso es lo que piensan de subordinados, subalternos, de los menos preparados: pueden ser cargadores de sus propias personas, mulas, burros, tamemes de cuerpo entero para el señor nuestro candidato.
Bajo sus piernas están, en la foto mencionada, los desheredados de hijos empleados pobres y de campesinos de la etapa colonial y aún del siglo pasado en Chiapas cuando podía verse, todavía en los años 70, a indígenas cargando a sus dueños y patrones en las espaldas con una silla amarrada y sostenida desde la frente.
Anaya dijo este lunes en Jalisco que no respalda un acuerdo cupular ni un pacto de impunidad, pero sí el voto útil contra Andrés Manuel López Obrador. El candidato de la coalición declinante, Enrique Alfaro le advirtió que si se unen al PRI él se deslindaría de Anaya y de las imposiciones muy cupulares del candidato queretano.
Las convicciones expresadas por Anaya colapsan con las acciones evidentes. Solamente respecto de su negativa verbal a los acuerdos cupulares abundan la evidencia en su contra.
Con la inexistente autoridad de Anaya no hay mucho que creerle al encabezar, al menos: un pacto de impunidad para apropiarse de la candidatura presidencial sin asambleas y consultas previas a la base del PAN o del PRD; otro pacto cupular para entregar a Miguel Ángel Mancera una senaduría plurinominal sin considerar la opinión de la Ciudad de México; uno más de carácter intrapartidario para deshacerse de Margarita Zavala; finalmente, entre los más recientes, un pacto del pequeño comité de campaña de su coalición electoral para buscar el “voto útil” sin que se precise programáticamente para qué es útil y con independencia de la opinión de panistas y perredistas cuya existencia es para Anaya tan irrelevante como la de quienes lo cargan en la imagen inolvidable de la actualización de la indigna esclavitud que compone esencialmente el mundo de Anaya.
Anaya quiere a José Meade de su tameme, de la misma manera que ya lo hizo del PRD. Alfaro no se dejó, todavía.
Yo soy de los ciudadanos que no cargará con él. Y puedo apostar, cuádruple contra sencillo, que millones comparten esa opinión. Sí, la mayoría de los millones que saldrá avante.
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