El presupuesto es un laberinto
La esencia del frente revuelto y fracturado: juanzepedismo
La esencia del Frente del PRD y el PAN y de otras alianzas electorales, es la preocupación pragmática –no programática como llegó a exigir Cuauhtémoc Cárdenas alguna vez– por la sobrevivencia en un entorno en que la polarización los obliga a lo anteriormente impensable para sus bases y dirigencias: aliarse con el adversario ideológico histórico.
Más precisamente, la alianza PAN, PRD y su recientemente conflictivo acompañante, MC, obedece a la inaceptada y públicamente inaceptable, situación en que esos agrupamientos fueron desplazados por errores tácticos y estratégicos de la capacidad real de encabezar un proyecto nacional en el corto plazo.
Las consecuencias de las equivocaciones, especialmente la adopción de una especie de comportamiento que yo denomino juanzepedismo y que explicaré adelante, parecen irreversibles en la víspera del 2018.
Entre 1989 y 2012 hubo momentos en que el blanquiazul representó a la democracia cristiana y el PRD a la socialdemocracia.
Entre 2013 y 2017, hasta hace un par de meses, panistas y perredistas dirigentes se resistían ante la opinión pública y sus bases a reconocer su vulnerabilidad ante un horizonte en que Morena y el PRI son percibidos como los principales contendientes por el poder nacional con proyectos de nación distanciados y claramente diferenciados.
Se alejaron de aquello que representaban.
Hasta hace tres meses era imposible aceptar la esencia del problema: o se aliaban o eran barridos de la contienda.
Había que arriesgarse a ello, especialmente el PRD. De no hacerlo el porcentaje de votos para lo que fue el principal partido de izquierda hasta 2012 quedaría –¿quedará?– reducido a una votación nacional cercana al 6 por ciento del total. En el caso del PAN su presencia solitaria rondaría electoralmente PAN a un 15 por ciento.
Calcularon que juntos, aunque revueltos, tendrían mejores resultados.
El tiempo del antagonismo ideológico convencional PRD-PAN se agotó.
El surgimiento de Morena, nombre que tiene, de manera abstracta, el agrupamiento de las principales y diversas expresiones de izquierda acuerpadas con Andrés Manuel López Obrador a nivel nacional se conjuntó con aquellas que se han aliado en apoyo de Claudia Sheinbaum en la capital del país.
El juanzepedismo –una sugerencia de nombre como podría ser el juanperizmo–, sugiero, es una forma inferior e inevitable de la política.
Es el instante de la aceptación de “nos uniremos con quien sea porque sabemos que no podemos ganar solos ni a nivel nacional y lo programático ideológico dejó de tener relevancia ante la amenaza de que un agrupamiento político popularmente más aceptado nos rebase”.
Las características del juanzepedismo podrían permitir a la actividad pública mexicana la aportación al mundo de un objeto relativamente nuevo para el análisis de la ciencia política y de la búsqueda del poder y el dinero sin evidencia alguna de aportación clara y medible para la sociedad civil.
Estas son sus peculiaridades:
Tiene antecedentes en las rémoras y vestigios de partidos históricos; es resultado del intento de terminar con procesos de segmentación infinitesimal; implica alianzas pragmáticas sin discusión con sus bases; se presenta como más joven y cercano a ‘los millenials’ o sus equivalentes representativas de ‘los jóvenes’ en cada coyuntura y anticipa un deterioro histórico de la presencia pública de los partidos o actores integrantes aun cuando algunos de ellos, a cambio de su proceder, puedan ser senadores o incluso gobernadores.
El juanzepedismo tiene antecedentes en organizaciones como el PARM, el PPS, el PFCRN –el llamado ferrocarril– el PST y otros agrupamientos que supieron cuándo intercambiar sus ‘principios programáticos’ o ‘esencia ideológica’ por la sobrevivencia económico-política de las familias que controlaban esos partidos o grupos predominantes en ellos.
Ocurre cuando la segmentación interna de la política dentro de un partido, de aquellos que fueron de izquierda –el PRD– o de derecha –el PAN– se generaliza.
Implica desplazar internamente a los mejores candidatos, según la medida de su reconocimiento exterior y desconocer o aceptar como imposible la conquista de un objetivo estratégico para el mayor conjunto de la sociedad, con tal de imponer en su lugar a aquellos quienes sin contar con esa aceptación social, controlan los instrumentos de decisión interna principalmente mediante el dinero.
Existen rasgos de juanzepedismo prácticamente en todas las organizaciones. Implica básicamente el desplazamiento del mérito de los otros para vigilar los intereses y la permanencia de un grupúsculo cuasi familiar.
Primer ejemplo. En el PRD en el Estado de México, una tribu –ADN, según fuentes publicadas por Proceso– compra los votos para imponerse a otra tribu –en ese caso NI– a modo de vender la franquicia a un postor mayor, –en este caso el PRI– para impedir que una oposición más poderosa, –en este caso Morena–, se haga de la posición de poder en disputa en cualquier elección, en ese caso la gubernatura.
El juanzepedismo crece en el contexto de un juego o un objetivo superior que se niega públicamente a reconocer pero cuya intuición le permite encarecer su peso real. En el caso del Edomex, una gubernatura estratégica en la disputa por la Presidencia de la
República a cambio de posiciones personales y una alianza posterior aún más lucrativa.
En ese primer momento, de oferta y disputa por las posiciones, se deploran las alianzas. Cuando el juanzepedismo se acrecienta se amplía la aceptabilidad de los acercamientos y los acuerdos con el enemigo más opuesto “programática e ideológicamente”. Entonces sí se aceptan alianzas y declinaciones.
Se sonríe ante las alianzas apresuradas aunque el nerviosismo por la decisión vaya generando calosfríos en el propio cuerpo y en el de las audiencias.
Ocurre también cuando en el PAN, otro ejemplo, un grupo controlado por el presidente del partido, excluye a candidatos más competitivos en la opinión pública, como Margarita Zavala, orillándolos a su automarginación.
El juanzepedismo trata de reconstruir, sobre lo que queda de ellos, una apresurada coalición de fuerzas internas y externas a sabiendas de que se está colaborando con el predominio de aquella fuerza mayor a la que se dice oponer, ahora el PRI.
El juanzepedismo, sin embargo, es una forma cronológicamente superior pero lógica y éticamente inferior del oportunismo pragmático a la de los partidos antiguos y desaparecidos aquí citados, en la medida en que, no está consultada su estrategia con las bases de sus respectivos integrantes cuando pudiera hacerlo beneficiado por la madurez de la sociedad y la disponibilidad de las nuevas tecnologías y omite mirar, además, el desfondo que anuncia su propia existencia a cambio de que quienes la encabezan sobrevivan la tormenta que venga.
Ocurre en la víspera de la autocalculada menor votación histórica para las fuerzas que lo integran. Se presenta como más juvenil y cool que el resto de las opciones políticas.
Sus dirigentes y representantes pueden tener edades cronológicas menores, pero sus hábitos y comportamientos son tan antiguos como los de las rémoras de los partidos históricos posteriores a la Revolución Mexicana, donde el dinero y el poder sin utilidad pública establecieron un maridaje de corrupción.
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