
Ecos de Teuchitlán: actitudes contra la ignominia
Desde 2005, cuando la expansión de la violencia tuvo una expresión regional en la frontera chica de Tamaulipas y la tierra caliente de Michoacán, México no se había confrontado aún con lo peor de la triada: política, narcotráfico y violencia.
Los campos de exterminio localizados en Teuchitlán, Jalisco (por desgracia) nos recuerdan la normalización de la violencia lo mismo individual que colectiva en torno a los homicidios en espacios públicos y nos habla de la sociedad que, entre todos construimos.
Esas estructuras que se tradujeron en centros de adiestramiento para las expresiones más extremas de la violencia, se convirtieron en campos de exterminio con el propósito de deshumanizar.
La estadística también nos auxilia a poner en la mesa la sociedad en que nos hemos convertido:
En los seis sexenios previos a 2018, se localizaron alrededor de 4,600 personas enterradas en espacios clandestinos que, previamente fueron ejecutadas. A la administración de AMLO y la gestión de Claudia Sheinbaum, pueden atribuirse por lo menos la mitad de esa cifra.
Cualitativamente, el significado es que la omisión de la gestión López Obrador se convirtió en política gubernamental, dado que no hacer también es hacer.
Es verdad que el horror por los campos de exterminio en Teuchtlán es responsabilidad común lo mismo de autoridades locales y federales y al final, como establece Linz: “el presidencialismo genera un ganador único” que no puede ser otra autoridad que la jefe del Estado.
Ayotzinapa y los múltiples Teuchitlán nos perseguirán por generaciones como miembros de la sociedad mexicana.
Del Tintero.
A dos meses de cumplir dos años de su gestión, la barbarie de Ayotzinapa marcó la compañía (permanente) de la inestabilidad política a la gestión de Enrique Peña Nieto como jefe del Estado y ahora, a cinco meses de iniciada su administración, ese horror toca a la gestión de Claudia Sheinbaum. Hemos transitado del turno del procurador general de la República, Jesús Murillo Karam y su retórica para poner punto final a la tragedia de Ayotzinapa “dado que ya me cansé” al aforismo más reciente de la jefe del Estado mexicano para intentar poner a salvo declarativamente a su predecesor: “Ya déjenlo en paz”.
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Daniel Adame Osorio.