Mexicana de Aviación, elefante blanco que morirá: PAN
CIUDAD DE MÉXICO, 18 febrero (Quadratín México).- Feliz, quien originalmente dijo llamarse Jorge Rodríguez, convivía con amigos y hasta, según confesó, se echó cuatro tequilas. ¡Sólo eso! asegura.
Acudió a una comida cuya sobremesa, se prolongó por horas.
Ya tarde, casi a la medianoche deol domingo, abordó su vehículo, un Mercedes Benz de color negro y se dirigía a su casa, por los rumbos de Polanco cuando
¡oh, sorpresa! se topó con un punto de revisión del alcoholímetro.
El personal del programa Conduce sin Alcohol interceptó al tal Jorge Rodríguez en el cruce de las avenidas Reforma y Campos Eliseos, justo por donde se ubica el Hard Rock.
Sabedor de que se había echado sus tequilitas, en tal Jorge Rodríguez rehusó soplar para medir los grados de alcohol en su sangre.
Demandó, en cambio, que lo llevaran “rapidito” a El Torito, el lugar donde son trasladados todos aquellos que combinan alcohol y volante.
En ese centro de reclusión sorprendió.
No se trataba de un Jorge cualquiera.
Sí, de Jorge Emilio González Martínez, el coordinador de los senadores del Partido Verde Ecologista de México, también conocido como el Niño Verde, de quien alguna vez fuera presidente de ese instituto político y del primogénito de quien fuera el fundador de esa corriente política en el país.
Estoico soportó, tras las rejas de El Torito, la resaca de esos cuatro “caballitos”.
Siete horas estuvo el senador verde como distinguido huésped de El Torito.
Ya con luz del día, un comedido amigo decidió tramitar un amparo que permitiera a Jorge Emilio González Martínez su inmediata libertad.
Dejó, para un mejor día, el cumplir las otras 13 horas.
Al momento del “incidente” el coordinador de los senadores del partido verde asegura que iba sólo acompañado p’or algunos amigos y sin ningún tipo de escoltas.
¡Vaya, ni siquiera chofer!
Del personal que lo retuvo por los rumbos de Las Lamas y de los custodios de El Torito, Jorge Emilio González Martínez no tiene sino buenas palabras y un muy buen concepto.
“Son muy amables, dan muy buen servicio y son muy profesionales”.
Eso sí, dejó muy en claro que, de su parte, durante todo el proceso guardó un comportamiento propio de caballero.
“Nada más hubiera faltado grosero.
Como los otros 70 “compañeros” que esa noche pasaron de la fiesta, a la cruda de pasar una noche en El Torito, el joven senador fue momentáneamente despojado de llaves, cinturón, alhajas y agujetas.
Según comentó después, lejos de tomar su estancia en ese centro de reclusión con amargura, aprovechó para hacerse amigo de algunos custodios.
Platicó con ellos, se interesó por sus condiciones laborales y por los problemas que les acarrea trabajar turnos de 24 horas y apenas percibir un sueldo mensual de 6 mil pesos.
Tan sensibilizado salió de El Torito, que el senador afirmó que pediría a sus compañeros de bancada en la Asamblea capitalina gestionar condiciones laborales más dignas.
Hasta como que un Jorge Emilio González Martínez fue el que entró al Torito y otro fue el que salió.
Confiesa que está muy arrepentido de haberse atrevido a manejar con copas y jura que no lo volverá a hacer.
De la experiencia, parece congratularse de haber podido conocer, por dentro, el programa Conduce sin Alcohol que instrumentó el gobierno de la ciudad de México.
Reveló que durante su cortísima estancia en El Torito tuvo, como nunca, frío, hambre y sed.
Y adelantó renunciará al amparo y acudirá a cumplir el resto de sus 13 horas en el centro de reclusión.
Ah, eso sí, ahora acudirá con una abrigadora chamarra y con una buena vianda.
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