Imperativo, estudio y reflexión sobre IA en la justicia: Guerra Álvarez
La mañana del 22 de diciembre del oscuro año que finiquito hace tan sólo unos días, realizaba mis tareas cotidianas, usos y costumbres de todo reportero: ver noticieros televisivos, revisar los servicios de síntesis y monitoreo informativo de los que dispongo, para tratar de entender la realidad que nos agobia.
Entonces veo un aviso, en un WhatsApp de amigos periodistas y publirrelacionistas del Senado de la República, donde advierten del hackeo, robo, hurto, apropiación indebida y hasta usurpación de identidad, de la cuenta de dicha aplicación de una muy querida amiga.
Advierto que hay que informarle pues es la víctima y harán mal uso de su cuenta, y, sobre todo, de su nombre. En mi ignorancia sobre las formas de operar de la delincuencia en redes sociales y aplicaciones, intento comunicarme con ella vía la señalada aplicación, sin saber que quien contestaba ya no era mi amiga sino el pirata cibernético. Abrí, entonces, el espacio y el tiempo suficiente para ser saqueado de mi cuenta y aislado de mis contactos.
El o los piratas de cuentas habían logrado un objetivo más en su saqueo de cuentas, y de inmediato se dispusieron a pedir dinero con un mensaje inicial de auxilio, para posteriormente solicitar un préstamo.
Guardo aún la cuenta bancaria y el nombre a donde depositar. Responde al nombre de Berlkis Mata con número de cuenta 10474565365, del Banco Copel, que me entregó un conocido que cayó en la trampa.
Por supuesto que uno no se da cuenta de que ha sido robado y es hasta que algún amigo o conocido de los que intentaron sorprender con tu nombre, te llama por teléfono para verificar si eres tú quien está llorando por un grave problema y pidiendo dinero, “de mil en adelante para pagar luego…”
Así, simple y de forma sencilla te han robado tu cuenta, y han esquilmado a conocidos tuyos en pocos minutos. Si tomamos en cuenta que mi aplicación del whatts me fue hurtada desde el 23 de diciembre y recuperada el pasado 9 de enero, significa que los delincuentes tuvieron 20 días para fastidiar a mis amigos y meterse en sus cuentas.
Obvio, denuncie antes las autoridades capitalinas por robo de identidad e informe a la Guardia Nacional (GN) que tiene toda una dirección para atender este tipo de ilícitos. Me hicieron varias recomendaciones que procedí a realizar para tratar de neutralizar a los malandros y así el daño fue menor. Por cierto, el trato del personal de la Dirección Científica para delitos cibernéticos me atendió bien y me oriento mejor, con la recomendación de que todo lo hiciera a través del soporte técnico del Whatts App y no aceptara ningún servicio de los que aparecen en el FB. Donde, coincidentemente en cuanto puse la palabra hacker, aparecieron decenas de sugerencias para recuperar mi cuenta. Ahí no sé si son piratas también o gente de buena fe.
Leo en un diario capitalino de circulación nacional una nota al respecto. Y confirma mi hipótesis de que esto va al alza. La nota en cuestión afirma que los delitos cibernéticos se han incrementado en un 186 por ciento en los últimos cinco años. Sobre todo robos de contra señas en redes sociales, fraude al comercio electrónico, amenazas, acoso, difamación y suplantación de identidad. Sabemos que a diario la Dirección General Científica de la GN recibe 112 llamadas que comprenden más de 30 incidentes de cibernéticos.
Especifica que entre 2019 y septiembre del 2023, las quejas cibernéticas documentadas por la GN se incrementaron en 186 por ciento. Así, en el 2019 fueron 12 mil 238, para el 2020 ya sumaban 21 mil 288, en el 2021 hubo un ligero descenso y fueron 18 mil 763. Para el 2022 hay un repunte y se reciben 24 mil 339 casos. Sin embargo, en el 2023 la cifra alcanza su tope y nadie indica que descenderá al registrase 35 mil 282 incidentes. Cabe apuntar que eso es lo reportado ante la GN. Imagino que lo no notificado ha de ser mayor.
Un dato más, dos de mis contactos marcaron por la línea telefónica que brinda el WhatsApp, cuando mi cuenta estaba robada, siempre contestó un hombre con un fuerte acento sudamericano.
Tengan ustedes un gran año y no se dejen sorprender por este tipo de delincuentes, que de seguro operan desde las cárceles con celulares desechables y sus anzuelos están arrojados por doquier en busca de pesca menor y mayor.