Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Quizás con un formato nuevo que tenderá a ser mejor, el primer debate presidencial permitió reconocer la importancia del buen desempeño de los moderadores que con sus preguntas se notaron realmente duros y, contra lo que se suponía, exhibieron a todos los aspirantes en lo que más les duele: sus propios hechos. En principio se cumplió la expectativa de que todos le iban a echar montón a Andrés Manuel López Obrador quien –sin ensayar como los otros—se mostró más sereno que nunca en circunstancias parecidas. Todos bien presentados en el vestir, populistas en su hablar sin excepción y coincidentes en sus ataques de que ninguno escapa a los errores cometidos durante su pasado político. Con seguridad, el encuentro va a confirmar que AMLO crece, Ricardo Anaya se esforzó y que acabó con hundir a José Antonio Meade Kuribreña, al PRI y a sus partidos satélites, que se notó como siempre: inteligente y opaco.
La primer pregunta que debieron enfrentar los candidatos fue, como se dice en el argot periodístico, dura y a la cabeza. Qué proponen para resolver lo que no han logrado los gobiernos más recientes del Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional (PAN), lo que de entrada dio ventaja al fundador de MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) porque nunca ha gobernado.
En lo que toca a los “independientes” –Margarita Zavala y Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco— el debate permitió observar sus incongruencias para defender dos administraciones que metieron al Estado en una guerra contra la delincuencia, con saldo de por lo menos un millón de víctimas mexicanas que, de 2008 a la fecha, han sido asesinadas, secuestradas y desaparecidas. Gobiernos en los que ha participado Meade y que en sus propuestas de fondo prometió más de lo mismo.
Con el segundo tema, se manifestó por todos los competidores el lodazal de la corrupción en que se encuentra México, de la que todos los candidatos prometen rescatar al país hasta con absurdos como el del Bronco de “mocharle” las manos a los corruptos; la amnistía a los criminales propuesta por El PEJE, o que le valió varias acusaciones y rechazos a su idea por sus contrincantes que tampoco dejaron de atacarlo por integrar a su equipo personajes de dudosa reputación al igual que sucedió con Ricardo Anaya, del PAN, señalado de lavado de dinero y al propio Pepe Toño con lo de la Estafa Maestra, por más que presuma de ser un proyecto ciudadano priista autocalificado de honradez.
“Traen mi nombre en la boca”, reprochó en algún momento López Obrador al referirse a los ataques de sus opositores en la contienda presidencial, golpes que esquivó cual si fuera el “Jefe de la Mafia” por aquello de que “ni los veo ni los escuchó”, pues mientras los otros estaban atentos a lo que expresaba el orador en turno, el orador en turno se daba el lujo de distraerse ignorándolos.
Como de las crónicas del primer debate dará cuenta QUADRATÍN y los demás medios informativos, hay que resaltar que cada uno de los protagonistas va a resaltar que ganaron el combate verbal, que sus propuestas fueron las mejores y que, incluso, ganarán también la elección del primero de julio próximo. Aunque en los comentarios de los especialistas se reafirma la convicción de que el triunfador fue “ya sabes quién”; que la llamada cuarta transformación de México está por darse; y que esto acrecienta la desesperación de los que se han beneficiado en casi medio siglo de neoliberalismo económico y político contra el sufrimiento de las mayorías.
También por eso aumenta la incertidumbre sobre el futuro inmediato de un país reconocido por su grandeza, pero con una inseguridad creciente, corrupción coronada con impunidad y, siempre, una frágil democracia.
El tiempo, ya casi inmediato, dará respuesta.