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MADRID, 7 de noviembre (Quadratín México).- Diversos escritores se manifestaron en contra de “matar” al boom, el ciclo literario más importante del siglo XX en español y que ha tenido figuras de la talla del mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez o el peruano Mario Vargas Llosa.
En un artículo publicado en el diario El País, el periodista cultural español Juan Cruz se refirió al hecho de que algunos nuevos escritores se decantan por dejar atrás, o “matar” a sus padres literarios.
Cruz hizo esta reflexión en el marco del congreso “El canon del boom”, que del 5 al 10 de noviembre se realiza en varias ciudades españolas, reuniendo a expertos e interesados en estudiar ese movimiento literario latinoamericano.
El escritor canario, quien este año obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Cultural, anotó que “la leyenda dice que el polaco Witold Gombrowicz juntó a su alrededor en Buenos Aires a poetas adictos a los que gritó, al despedirse, desde el barco: ¡Maten a Borges!
Apuntó que algún tiempo después de que autores latinoamericanos de hace cincuenta años (Vargas Llosa, Fuentes, García Márquez, Julio Cortázar, Cabrera Infante, Donoso o Bryce) “se hicieran boom y habitaran entre nosotros, hubo hijos literarios que quisieron matar esas influencias. En sentido figurado, como quería decir Gombrowicz”.
Subrayó que ahora, tras la inauguración del congreso “El Canon del boom”, “comenzamos a contarle esa anécdota a Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) y él la continuó: “Pues yo creo que no hay que matar a nadie. ¡Ni en sentido figurado!”.
Cruz cuestionó a algunos de esos escritores, como Fresán, por la manía de matar al padre, y en este caso al boom.
Al respecto, Fresán expresó que “de hecho yo leo para vivir más, no para matar a nadie”. La lectura, además, “es el modo más barato de sobrevivir. Yo no tengo nada contra el boom como tal, pero sí contra la idea de emularlo constantemente”.
Por su parte, Alonso Cueto (Lima, 1954) expresó que “aprender de los escritores del boom es una de las tareas más difíciles para un escritor que viene después de ellos”.
A su vez, su compatriota Fernando Iwasaki (Lima, 1961) y quien nació con “La ciudad y los perros”, de Vargas Llosa, expuso que “nunca he tenido otros sentimientos que no sean la admiración y el cariño. No sería quien soy sin Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez y Cabrera Infante”.
Cruz relató que la respuesta más contundente sobre la vieja pretensión de aniquilar esa influencia es de Arturo Fontaine (Chile, 1952), quien subrayó que “La envidia se enmascara”.
Agregó que “desde el Siglo de Oro que no ocurría en la lengua algo como el boom, entendido en un sentido amplio, es decir, incluyendo a Borges. En cuanto a mí, fueron las lecturas de mi adolescencia, leerlos fue sentir la libertad”.
Héctor Abad Faciolince (Colombia, 1958) dejó claro que “esa manía de matar al padre, incluso con mera simbología freudiana, es una idiotez, salvo que el padre sea un delincuente”.
Manifestó que “los grandes del boom nos quitaron complejos de idiotas o de subdesarrollados. Nos mostraron caminos literarios completamente nuevos, y no para seguirlos por el mismo sendero, sino para buscar salidas nuevas en cualquier encrucijada”, prosiguió.
Por otro lado, Juan Gabriel Vásquez, colombiano de 1973 consideró que “menosprecio o ninguneo o asesinato de esa generación me parece un síntoma inequívoco de mediocridad intelectual, y aún de una cierta incultura”.
Aseveró que “los que trabajamos con la lengua española, si nos dejamos llevar por motivaciones o por resentimientos ocultos, sabemos que una es la lengua antes y otra después de Borges, García Márquez o Cabrera Infante”.
Por su parte, Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) expresó su sensación de que el deseo (o la necesidad) de matar a los padres literarios del boom es más acusada entre los latinoamericanos que entre los españoles.
“A lo mejor me equivoco, pero creo que ellos los sienten más como antecedentes directos que nosotros. En cuanto a mí, no siento el menor deseo de matar nada del boom”, dijo.
Por último, Gonzalo Celorio (México, 1948) sostuvo que el “boom” supone “el regreso de una tradición, y a la vez es el antecedente de lo que Fuentes llamó el boomerang. Está vivo, no pueden matarlo”.
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