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CIUDAD DE MÉXICO, 12 de febrero de 2023.- El laboratorio actual de la descomposición política en el continente americano se ubica en Estados Unidos, tanto en la realidad como en la ficción, presume el escritor, periodista y analista político, Jorge Zepeda Patterson.
Aunque distantes en el tiempo; el asalto al capitolio protagonizado por los seguidores de Donald Trump el 6 de enero de 2021, se podría considerar como un antecedente de la reciente irrupción a las sedes del Congreso, Supremo Tribunal y del poder Ejecutivo, de Brasil el pasado 8 de enero, protagonizada por simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro. Ambos tienen en común que se alimentaron de escenarios polarizantes cargados de descalificaciones donde “si el rival gana las elecciones no tienes por qué reconocerlo, porque se atribuye que triunfó, gracias a la perversidad”, recalca el ganador del premio Planeta 2014.
Pero en el escenario de la ficción, Estados Unidos es telón de fondo para el reciente thriller del Zepeda Patterson, El dilema de Penélope, donde la trama se sustenta en los intentos de un cuarto de guerra en torno a un candidato en campaña -identificable con Donald Trump-, que intenta regresar a la Casa Blanca y para ello su equipo de campaña busca ideas que puedan generar los impulsos y sentimientos negativos en el electorado, y para esto los migrantes son el pretexto para infundir miedo entre los votantes.
“Penélope, quien es un personaje espectacular y una mujer estupenda, sin desearlo está en el lugar incorrecto en el momento incorrecto y puede enterarse de estos planes y tiene que hacer algo para impedirlos”, señala en entrevista con Quadratín México el autor de 5 novelas que han sido traducidas a una veintena de idiomas entre las que destaca la trilogía de Los Azules, donde desmenuza el entramado de corrupción y de impunidad de quienes ejercen y padecen la política en México.
– ¿Es un hecho deliberado o casual que El dilema de Penélope se desarrolle en Estados Unidos?
-No es casual, me parece que lo que está sucediendo con Trump, antes y ahora, en realidad va en anticipado en nuestros países. Es decir, ha sucedió allá antes, él ganó en el 2016, ya su campaña la hizo en redes sociales, construyendo este personaje polémico, arrasador, destructor y que parecía la antítesis de cualquier candidato en campaña, hasta ese momento en el mundo, los candidatos intentaban aparentar ser alguien razonable, tolerable, respetuoso de las instituciones.
Justamente Trump haciendo lo contrario, es que, llegó a ganar y con un uso de las redes muy directo y emocional con su base social logra pasar por encima de los republicanos.
Me parece que esto es precursor de lo que luego vimos, por eso es que quise abordarlo ahí, en Estados Unidos, porque es donde llevan uno o dos pasos que en el resto del mundo. Tan es así, que la escena que vimos en Brasil hace unos días es una copia de lo que hace dos años observamos en el capitolio. Pareciera que en eso de la descomposición política Estados Unidos es el laboratorio. Por eso es que situó la novela ahí.
Por ejemplo, en la novela tengo en un tiempo real un impacto de los tuits sobre la escena cotidiana y sobre la formación de la opinión pública. En la novela pongo cada ocho o diez páginas un tuit de Donald Trump, y esto hace que los personajes tengan que modificar sus planes porque ya el tuit cambió las cosas.
La política se ha convertido en un escenario de epítetos, descalificaciones, infamias porque ha cambiado en mucho los usos y costumbres de nuestra cultura política -quizá en buena parte influido por las redes sociales donde tienden a prevalecer y hacerse viral los ataques, la mofa, la burla y desestimar cualquier pensamiento sólido, razonado trascendente en aras de la frivolidad y el morbo.
Entonces los candidatos han encontrado que es mucho más exitoso, una especie de atajo, dedicarse a enlodar y sacar los trapos sucios del contrario que intentar construir aspectos positivos de sus propias banderas o plataformas.
– ¿Estas prácticas son nuevas?
-Siempre ha estado ahí este aspecto de la política de la zancadilla, del trapo sucio, lo que llamaban lo guerra sucia en las campañas, pero lo que había era una actitud vergonzante, es decir se hacía, pero se trataba que el autor no apareciera, se hacía por abajo.
Lo que vemos ahora es una degradación completa porque lo que se hacía en lo oscurito ahora, ya es un modo de operar, y esto tiene que ver ya no solo con las campañas, sino con la política de tiempo completo.
Es decir, los adversarios se dedican a la descalificación mutua al desgaste de la legitimidad del otro. Ya no me preocupa lo que digas, me ocupo en degradarte para que no importe que sea lo que digas.
No me defiendo de la acusación que me hiciste, más bien enlodo al acusador. Es un cambio significativo porque desaparecen los argumentos y reinan los epítetos. Parece solo un cambio de costumbres, pero no, esto lleva a un cambio en la legitimidad de los actores políticos.
¿A qué me refiero? Es que si tu rival gana las elecciones no tienes por qué reconocerlo, porque tú atribuyes que ganó, gracias a la perversidad.
Lo que sucedió en Brasil donde el margen de ganancia no fue tan grande de parte de Lula llevó a los bolsonaristas a decir que él ganó por sus malas artes y no se lo merece. Esto deriva del hecho de que nadie reconoce la capacidad que tiene el otro de tener una opinión distinta. Y si la tienen es por motivos inconfesables, porque se es corrupto o está defendiendo sus intereses, y también porque está engañado y manipulado o simplemente porque piensa distinto.
Por ejemplo, yo temo que en este momento si en México hubiera una elección como la del 2006, donde un candidato es vencedor por una pestaña, en aquella ocasión fue por medio punto porcentual. Yo no sé qué pasaría con los contendientes, ya no estoy hablando solo de la izquierda sino también de la derecha.
Es decir, en la medida en que la gente no reconoce que López Obrador tiene un 60 por ciento de aprobación a lo largo de cuatro años, y sigue pensando que eso no es democrático, cuando la democracia es el Gobierno de las mayorías, y si hay una mayoría que está aprobando por lo menos deberías considera que algo tiene ese señor.
Lejos de eso, se atribuye a que ese 60 por ciento están engañados, manipulados, como si no tuvieran capacidad de ver su propia realidad, y surge de aquí de esta descomposición de la política y también viceversa, porque desde el discurso oficial se piensa que ese tercio de la población que piensa distinto solo se debe a que son corruptos, como si no hubiera derecho a que la gente abrigue temores sobre el tipo de cambio de país que se está haciendo o la forma de cambiarlo. Hay un atrincheramiento en la descalificación del otro.
– ¿El Presidente abona con su discurso a esa polarización?
-El Presidente sin duda es parte de esto, sin duda, pero yo haría tres matices sobre el punto.
Uno como dicen los gringos es que para bailar tango se necesitan dos, y esta polarización requiere que los dos bandos se respondan uno al otro y se carguen de municiones.
Segundo, el Presidente tiene un mucho mayor alcance que cualquier otro individuo, es absolutamente cierto, pero el Presidente no lo ve en esa lógica, lo que él ve es que ese individuo contra el quien él está haciendo una réplica y acaba descalificando, a ese individuo lo ve como parte de una enorme cofradía que pertenece a los intereses fácticos de este país y que el principal obstáculo para conducir el proceso de cambio de México es la oposición.
La lucha por la opinión pública de parte de estos intereses fácticos entonces, él un día puede hablar de un empresario, otro de una empresa, de un medio de comunicación, un columnista, pero él no los ve en términos de la enorme diferencia gravitacional que tiene un Presidente versus un periódico sino que lo ve como parte de un enorme ejército adversario de fuerzas que se oponen al cambio. No digo que tenga razón, estoy hablando de la lógica como él lo percibe.
Tercero, es un tema de estrategia política, yo lo he venido diciendo desde hace varias columnas, que el Presidente, que incluso acabó reconociendo, parte de esta polarización tiene que ver con la estrategia de hacerle ver al pueblo que él está de su parte.
El siente que si los poderes fácticos están en su contra la única fuerza de su gobierno y de su política es el apoyo popular. Este apoyo popular es difícil sostenerlo cuando ha sido imposible responder a las expectativas y reivindicaciones de estos sectores populares.
López Obrador llegó al poder diciendo: sí voy a cambiar y mejorar tus condiciones. Sin embargo, la pandemia y los efectos en un contexto internacional tan desfavorable y luego ahora con la guerra en buena parte se han comido lo que pudo haber tenido la 4T en favor de las mayorías.
Sin embargo, el Presidente gracias a su belicosidad verbal mantiene el apoyo de estos sectores porque ellos sienten que hay alguien que habla de su dolor y de su inconformidad.
Eso no lo ve como un acto irresponsable de echar leña y dividir a los mexicanos, sino que lo ve como el bastión de la defensa de su proyecto de cambio porque si no, este perece.
– ¿Percibes un riesgo al estar animando deliberadamente su proyecto político y el hecho de que podría dejar en la orfandad a este grupo cuando culmine su mandato?
-Con está polarización hay muchos problemas, porque en efecto con su enorme carisma y su astucia política logra solventar muchas de las desventajas de la polarización.
¿Cuál es la desventaja de la polarización? Es que en este esquema el país se empantana y se paraliza al no haber la cohesión, no generar un ambiente de confianza para los negocios, un escenario positivo y si en cambio mucha inconformidad de este tercio próspero de la población que siente que es agredido.
Y luego hay riesgos, por un lado el Presidente al hacer esto juega con la estabilidad política porque lo más inestable que puede haber en un país es la inconformidad de las mayorías.
En la medida que ellos sienta que el Presidente sigue estado con ellos, de alguna manera genera una estabilidad pero este principio va hasta cierto punto porque la inconformidad de este otro grupo, a quienes llama sus adversarios, quienes lo integran son poderosos, va generando una inestabilidad; pero fortuna para ellos lo ven, con cierta expectativa, es que el sexenio se va acabando.
Yo me siento optimista, aunque creo que el que llegue encontrará un México fatigado, los empresarios, las fuerzas vivas están cansados de esta polarización y el país sí requiere de puestas en común mínimas para sacar adelante los grandes desafíos.
¿Ves algún escenario como el que describes en tu libro en la próxima sucesión presidencial estos grupos poderosos que no quieren el proyecto que él Presidente representa apostando a cualquier escenario para desensibilizar?
López Obrador ha actuado con una enorme astucia porque ha ido desmembrando frente tras frente, los que pudieron haber sido focos de resistencia política.
Es decir, los gobernadores de oposición que al principio eran un montón había un Consejo de Gobernadores, prácticamente eso quedó diluido, les fueron ganando una a una la gubernaturas, los líderes sindicales se fueron supeditado, la oposición quedó desdibujada. Además, se atrajo al Ejército, por lo que cualquier tentación golpista de la derecha, cualquier empresario ultraconservador está acotada.
Como lo vimos con Bolsonaro que por ahí intentaron seducir a los militares, pudo haber sucedido o no.
En México, cualquier lectura que se haga se puede decir que no habido un Presidente que haya hecho tantos esfuerzos no solo para asegurar la institucionalidad del Ejército sino también cierta identificación con las banderas que sustenta el Presidente, nadie en su sano juicio pensaría que el Ejército se prestará algo así porque cualquier intención golpista está muerta de antemano.
Ahora por supuesto que puede haber actos desesperados en algún sentido. Sin embargo, yo creo que mientras siga habiendo este apoyo de 60 por ciento popular, francamente cualquiera que le apostara a la desestabilización no conduciría más que a su fortalecimiento.
Es decir se apuesta a la inestabilidad cuando un Presidente está tan débil que trae el 30 el 40 por ciento de aprobación o menos no lo apoyan las fuerzas federales, en ese escenario zarandear un poco el piso provoca su caída, entonces acá por el contrario.
Sin embargo, debemos considerar que las campañas siempre son muy delicadas con este tipo de política que ahora existe en el cual el escándalo, el trapo sucio, la difamación tiene tanto peso por supuesto que pueden surgir las tentaciones de sembrarle escándalos a alguien.
El dilema entre Penélope y Milena
Jorge Zepeda Patterson en 2014 obtuvo el Premio Planeta de novela con Milena o el fémur más bello del mundo, años después, en su reciente libro la protagonista es una mujer que tiene que encarar las adversidades motivada por un principio del deber mientras que Milena es una víctima de las circunstancias.
¿Penélope o Milena con quien te sientas a la mesa?
Los autores somos un poco como la vida misma, uno está enamorado de la mujer y privilegia a la mujer de la que estás enamorado en este momento. Desde luego a Penélope acabo de trabajarla.
Yo creo que sí Penélope, porque Milena es un caso heroico de una chica que es secuestrada a prostituirse, convertida en esclava sexual, es una mujer bellísima, explotada por las élites, pero es víctima involuntaria, y su historia aborda todos los esfuerzos que hará ella para salir y eventualmente castigar a sus victimarios.
El caso de Penélope es alguien que se introduce en el riesgo y corre la aventura por un sentido de responsabilidad. Es decir, ella no es una víctima azarosa, como tantos en el mundo, sino que es un ciudadano de a píe, que advierte que está en curso una infamia y que su sentido ético y de responsabilidad le impide quedarse de brazos cruzados, aunque lo piense muchas veces porque al intervenir se convierte en una condena de muerte para ella y debe hacer lo necesario para huir y resolverlo.
Yo apreciaría este aspecto positivo extrovertido de decir: “la tragedia no pasó por encima mía, sino que pasó por un lado y sabía que tenía que intervenir” Además está guapísima.