Esenarios nacionales/José Luis Camacho Acevedo
No es cualquier cosa para una palabra en el idioma inglés ganarse el honor de ser designada la palabra del año por el diccionario de Oxford; la competencia es feroz. Para ser aún más dramáticos debemos mencionar que este 2016 la palabra designada es toda una revelación sociológica y política, se trata de “Post-Truth”, una palabra compuesta de lustre reciente.
¿Qué tiene que ver la palabra del año con la Ciencia? La respuesta es muy simple y mereció un artículo en la revista Nature (Post-truth: a guide for the perplexed); en síntesis el artículo nos presenta un dilema que podríamos entender bien los mexicanos: estamos, lamentablemente, acostumbrados a la enunciación de no-verdades por parte de los políticos prácticamente todos los días, pero, ¿Qué pasaría si las falacias fueran una costumbre recurrente de los científicos?
A final de cuentas se supone que un científico busca la verdad, y aún debatir sobre la existencia misma de ésta, pero definitivamente las consecuencias de engaños masivos por parte de algunos miembros de la comunidad científica serían desastrosas; nuestra salud, alimentación, confort y muchas cosas más dependen de la seriedad de su trabajo. Por supuesto, quizá en muchos casos, después de algún tiempo, la verdad saldrá a la luz, eventualmente lo hará en algún momento histórico. Lo importante es ¿después de cuánto daño?
Aquí llega una pregunta relevante ¿Qué ocurriría si sacamos a la búsqueda de la verdad como uno de los principios éticos que rigen a la humanidad? un escenario nada lejano, basta mirar las pasadas elecciones en Estados Unidos para darnos cuenta que esto puede ocurrir; la suposición de que podemos vivir en un mundo donde demostrar que una aserción es cierta no importa y aun a sabiendas de que es falsa, no hay consecuencias.
¿Cómo nos sentiríamos si una empresa farmacéutica (basándose en un logrado engaño científico)? nos dice que determinado fármaco es útil para combatir la diabetes a sabiendas de que no es cierto? ¿Qué pasaría si los efectos secundarios se suman al daño hecho al paciente por ausencia de tratamiento? ¿Seriamos tan condescendientes con los responsables al enterarnos del artilugio como lo están siendo los ciudadanos de los Estados Unidos de América con Donald Trump, por ejemplo? Yo espero que NO.
La realidad es que los políticos echan rollo desde tiempos inmemorables; pero algo parece estar cambiando entre ellos, al menos en cuanto a las estrategias del Sr. Trump; es una repetición de mentiras a sabiendas, la negación repetitiva de verdades como estrategia política, el manejo superficial de la información con la finalidad de manipular. Todo menos discusiones serias sobre los problemas que nos interesan a todos.
¿Y si los científicos hacemos lo mismo? La humanidad se puede despedir de toda certeza no solo en sus finanzas, economía, política y sociología que tanto arriesgan con evidente desprecio e inocencia hasta ahora (hoy voto por Donald, si no cumple, pues en cuatro años lo cambio), pueden despedirse de TODA certeza en absoluto, aún si aceptamos las teorías relativistas de Friedrich Nietzsche que todos sabemos fueron la base ideológica del nazismo. Conclusión, en una era post-truth hay diferentes estándares de la omisión o persecución de la verdad para diferentes grupos sociales.
Para muestra permítanme continuar con una historia contrastante con lo que vemos hoy en día con políticos como los que acabo de mencionar, de la que hasta una película se ha filmado, sobre quien, teniendo la verdad de su lado, no es reconocido por una sociedad ávida de falacias espectaculares muy al estilo Trump. Un caso mucho menos grave que el de la era Post-truth.
Ramanujan nació el 22 de diciembre de 1887 en Erode, en la provincia de Madrás (hoy Chennai) en la época del Imperio Británico. Descendiente de una familia de brahmanes (casta sacerdotal hindú) fue un autodidacta toda su vida, a los 16 años dominaba el «Synopsis of Pure Mathematics.» Falleció a los 32 años de edad. Para este matemático su deidad «Mahalakshmi de Namakkal» le susurraba los teoremas al oído como música que se reflejaba en los patrones que veía por todas partes en la naturaleza.
La existencia de estos confirmaba su tradicional fe religiosa. A menudo decía que “una ecuación para mí no tiene sentido, a menos que represente un pensamiento de Dios” como lo narra la película “El hombre que conocía el infinito” que se centra en su relación con el matemático británico G.H. Hardy, relatada favoreciendo en extremo a éste último.
Ramanujan enfrentó prejuicios, dogmas, racismo y aun cuando sus métodos tenían carencias desde la perspectiva tradicional de las matemáticas, algunos de sus trabajos ya eran conocidos (su aislamiento en India fue casi total) y en algunos casos erróneos; es simplemente innegable el extraordinario talento y la repercusión que su trabajo matemático tuvo en las matemáticas abstractas y la física de hoyos negros que finalmente logró gracias a una serie de acontecimientos, en algunos casos fortuitos, el ansiado reconocimiento.
Esto demuestra cómo funciona la Ciencia, en este caso las matemáticas. Pero yo me pregunto ¿Qué pasa si nos regimos por el antónimo de la palabra del año? Es decir, ¿si nos regimos por la verdad (con todo y su “insoportable levedad del ser” como diría Milán Kundera) defendiéndola a cualquier costo? Ramanujan fue afortunado al hacerlo, hubo otros que fueron sacrificados por este tipo de sacrilegios y otros que defendiendo la falacia son electos presidentes de la nación más poderosa en el mundo libre.
Gracias por la lectura y como siempre espero sus comentarios en redes sociales y mi correo de contacto.