Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
En la guerra contra el cáncer, tenemos un arma –transdisciplinaria- puede ayudar a ganarla.
Se dice que las guerras son periodos de grandes avances tecnológicos y científicos. Donde la escalada de violencia y la necesidad de vencer al enemigo trae consigo la fabricación de herramientas y armas cada vez más efectivas para causar daño y destruir al enemigo.
Existe una peculiar guerra que libramos como humanidad que no ha quedado al margen de esta dinámica. Se han creado grupos especializados para ganarla y se han desarrollado muchas armas para debilitar y vencer a este enemigo letal: El Cáncer.
Recientes esfuerzos han desarrollado armas cada vez más efectivas, una de ellas hace, en cierto sentido, el símil con misiles telerigidos a objetivos previamente seleccionados por los aparatos de inteligencia militares.
Me refiero a fármacos que se envíen específicamente para atacar un objetivo dentro del cuerpo sin tener que liberar el fármaco por todo el torrente sanguíneo esperando a que eventualmente llegue a donde tenga que llegar con la suficiente potencia para destruir el blanco en cuestión.
Por ejemplo, sustancias bioquímicas que controlen el tamaño de un tumor de cáncer situado en una zona muy angosta con pequeños vasos capilares de 5 a 10 micras (la milésima parte de un milímetro) por los cuales deban llegar pequeños nanobots- macromoléculas diseñadas para “contener” el medicamento específico que controla el tumor- que de manera “inteligente” liberen su contenido en el momento y cantidad precisa para lograr impedir o aún disminuir el tamaño del crecimiento anormal referido sin que se tenga que invadir por completo al cuerpo con quimioterapias que afecten otros órganos vitales del cuerpo como daño colateral.
Este objeto de estudio está lejos de ser ciencia ficción, hoy en día se lleva a cabo de manera exitosa y está obligando a muchas universidades a replantear modelos educativos tradicionales en ciertas carreras. Tal es el caso de muchas Ingenierías, donde no solamente se tendrán que conocer los procesos que ocurren en una planta productiva, sino el arte de diseño en escalas muy pequeñas tanto de materiales como procesos. También es la razón por las que se crean carreras que abordan solamente campos de investigación muy específicos como la bioinformática.
El ejemplo que quiero presentarles es un caso clásico de transdisciplina ya que involucra muchas áreas de las ciencias; química, biología, medicina, física, ingeniería, matemáticas y computación. Siendo el cómputo científico la aproximación desde la cual yo trabajo en este caso en concreto, con el objetivo de minimizar la cantidad de pruebas experimentales clínicas al lograr un modelo matemático que permite llevar a cabo experimentaciones sin daños colaterales (salvo algún virus informático que pueda llegar a la computadora si abro algún correo de spam con malware) para entender lo que está ocurriendo y optimizar la producción del fármaco en cuestión.
En tal caso se involucran las áreas antes mencionadad, si a la elaboración de modelos matemáticos añadimos el registro de propiedad intelectual, registro de patente, producción y distribución del fármaco, entonces involucramos a ciencias sociales y administrativas de una manera integral, generando así un proyecto transdisciplinario.
La realidad es que cuando la ciencia se pone al servicio de la humanidad para resolver problemas reales una sola disciplina no basta, tampoco varias disciplinas usando de manera rígida sus propias herramientas. Normalmente se necesitan varias integradas en grupos de investigación transdisciplinarios que generan cada uno de ellos sus propias herramientas transdisciplinarias que les permiten tratar con el problema específico a resolver de manera adecuada.
De hecho este es uno de los primeros problemas que enfrenta la transdisciplina (además de su pronunciación claro) y es que han sido tantos años ya de disciplinas trabajando de manera casi separada (otro día explicaré porque pasa esto a pesar de que ya existe la multidisciplina y la interdisciplina), que cada área de la ciencia se ha especializado tanto que tiene su propio lenguaje y aun cuando todos hablemos español (o inglés como el idioma actual de la ciencia) las mismas palabras no quieren decir lo mismo en un área científica que en otra. El primer reto para hacer ciencia transdisciplinaria es aprender estas diferencias para comunicar generosamente lo que realmente sea necesario para que el grupo trabaje adecuadamente.
Los investigadores involucrados en el trabajo de grupos transdisciplinarios exitosos normalmente son individuos a los que les agradan los riesgos y que no se conforman con trabajar en su espacio de confort, de mente abierta, con capacidad de aprendizaje muy altas en cualquier momento de su carrera y muy respetuosos del trabajo de sus colegas en cualquier otra rama de las ciencias, por ello suelen resolver problemas complejos que de otra manera llevarían muchos años más.
Por supuesto que esta forma de hacer ciencia no demerita de ninguna manera lo hecho en las ciencias puras y aun en las abstractas cuyo objetivo primordial es la obtención del conocimiento en sí mismo. A final de cuentas como seres humanos la curiosidad por nuestro entorno y la necesidad de buscar el conocimiento para lograr una realización personal o colectiva forma ya parte de nuestro código genético y ese es el camino a seguir como humanidad si es que queremos seguir formando parte del ecosistema terrestre.