Transparencia, el reto de la transición al Inegi y la reforma necesaria
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de junio de 2017.- Alrededor de 135 millones de personas podrían desplazarse antes de 2045 como consecuencia de la desertificación, de acuerdo con cifras de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD por sus siglas en inglés).
Al respecto, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) alertó sobre el proceso de degradación del suelo en México, cuyos efectos más dramáticos se presentan por la declinación de la fertilidad de la tierra y la reducción del contenido de materia orgánica, lo que deriva en zonas improductivas para cualquier actividad económica, y afectaría gravemente el ejercicio de los derechos humanos.
En el marco del Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, que se conmemora este 17 de junio, se advierte que las actividades humanas son las principales causas de la degradación del suelo, ya que la satisfacción de las necesidades materiales de las personas supone la transformación de los recursos naturales y con frecuencia la alteración del medio ambiente.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), los problemas sociales y económicos, de seguridad alimentaria, migraciones y la estabilidad política están estrechamente relacionados con la degradación de los suelos y con otros aspectos ambientales como el cambio climático, la diversidad biológica y el abastecimiento de agua potable.
La CNDH recordó que la erosión también afecta las capas superficiales de las tierras, donde, si bien es posible desarrollar actividades agropecuarias y forestales, se presenta una baja considerable en la producción, aunque en dichas zonas sería posible revertir el fenómeno mediante un uso sustentable del recurso. Otro tipo de degradación es la erosión que afecta principalmente zonas de bosques de coníferas y encinos.
La desertificación es la degradación de las tierras secas, como resultado de la incidencia de factores como son las variaciones climáticas y las actividades humanas. Entre estas últimas, destacan los cambios de uso de suelo, la tala de árboles y de arbustos, el sobrepastoreo y la agricultura intensiva, que agota los nutrientes del suelo.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos instó al Consejo Nacional de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible para que, con la participación de los gobiernos locales, el sector privado, la sociedad civil y la academia, se coordine el desarrollo de estrategias, políticas, programas y acciones con recursos suficientes que conduzcan al cabal cumplimiento de la meta 15.3: “Para 2030, luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y procurar lograr un mundo con una degradación neutra del suelo”, considerando para tal efecto, los postulados de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD por sus siglas en inglés), tratando a la sequía como un permanente riesgo.
El Secretariado Ejecutivo del UNCCD presentó cifras que ilustran claramente la magnitud de los desafíos y las potenciales consecuencias de esta problemática ambiental global.
Entre ellos, que el total de la demanda de agua mundial aumente entre un 35 y un 60 por ciento entre 2000 y 2025, y se duplique antes de 2050.
Para abastecer a la población de 2050, que se estima alcance los 9,000 millones, la producción agrícola se tendrá que incrementar en un 70 por ciento a nivel mundial y en un 100 por ciento en los países en vías de desarrollo.
En 2050, el 50 por ciento de la tierra agrícola en América Latina podría estar afectada por la desertificación.